Ideas locas: más regulación es más pobreza

Si realmente quisieran lograr el bienestar de la población, los funcionarios deberían velar por mejorar la competencia y reducir las cargas impositivas

Compartir
Compartir articulo
La secretaria de Comercio Interior, Paula Español, verifica precios de la carne en un hipermercado
La secretaria de Comercio Interior, Paula Español, verifica precios de la carne en un hipermercado

La Secretaría de Comercio Interior, cuya tarea debería ser velar por fomentar la competencia para que los consumidores tengan la opción de elegir mejor calidad y menores precios, ha tomado en los últimos tiempos medidas que parecen salidas del manual de economía de la Unión Soviética.

Una de ellas exige a las empresas la provisión en forma periódica y digital de datos sobre precios, volúmenes, inventarios y costos de producción. El objetivo declarado es prevenir el faltante de productos y evitar la suba de precios. Hace algunos años el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires declaró que la Unión Soviética fracasó porque todavía no existía el Excel. Se ve que no es el único convencido de esta idea.

En el mejor de los casos, si los datos no se usarán para nada, esta medida sólo servirá para agregarle costos administrativos a las empresas y, por lo tanto, a los precios que tenga que pagar el consumidor. Peor sería si se pretendiera usarlos para fijar precios o volúmenes. ¿Cómo es posible pensar que un pequeño grupo de iluminados sea capaz de determinar las necesidades de consumo, la producción y los precios de equilibrio de todos los bienes y servicios para cada pueblo del país?

Y aunque existiera ese grupo de genios, la economía es dinámica. Estas variables cambian constantemente, con lo cual cualquier cálculo ya se convierte en obsoleto al momento de llegar a su resultado. Por suerte el mundo no tuvo que esperar al invento del Excel (que por otra parte se desarrolló dentro de una economía capitalista) para intentar resolver este problema. El mecanismo de solución se llama mercado, donde cada parte optimiza sus decisiones en función de sus preferencias y de la información disponible en cada momento. La historia ya se ocupó de demostrar cuál modelo funciona y cuál no.

Por otra parte, no hace falta semejante trabajo de recopilación de datos para saber cuáles son los costos más importantes dentro de determinado producto. En casi todas las industrias de Argentina, los impuestos están entre los mayores costos, si no fueran el principal. El Estado aquí sí podría ayudar muchísimo al consumidor reduciendo y eliminando gravámenes, pero esta idea no parece figurar en el manual de economía populista. En Argentina da más rédito político quitar plata a la gente y luego parecer generoso repartiendo lo ajeno que dejar que cada persona pueda ganarse su pan.

Otra resolución surgió esta semana cuando se intimó a las mayores empresas productivas o comerciales, sin importar su sector de actividad, a producir al máximo de su capacidad. Esta resolución salió como respuesta a supuestos desabastecimientos. Si esto fuera así, porque no se apuntó solamente a aquellos mercados desabastecidos. Y si la solución fuera tan fácil sería muy sencillo hacer crecer el Producto Bruto. Pero más allá de este absurdo, ¿qué quiere decir producir a máxima capacidad? ¿Producir a 3 turnos o lo máximo con un turno? ¿De dónde saldrán los empleados? ¿Y el capital de trabajo necesario para lograr esta producción? Y las empresas comerciales, ¿tendrán que estar abiertas 24 horas? Lo rústico de esta resolución muestra que los funcionarios raramente o nunca han tenido que manejar negocios o empresas.

Lamentablemente, algunos integrantes del equipo económico parecen incansables y prolíficos en ideas. Recientemente, la secretaria Paula Español dijo que no le temblaría el pulso si tuviera que cerrar las exportaciones de carne. Sólo debería repasar la contundente caída en la población vacuna (20%) producto de medidas similares tomadas en el gobierno kirchnerista anterior para darse cuenta del error. Fue, como dice el refrán, “pan para hoy y hambre para mañana”. Seguramente el Banco Central, tan deseoso de obtener dólares, no esté de acuerdo con esta idea, por más fanáticos del asado que puedan ser sus directivos.

El objetivo de los funcionarios, si quieren lograr el bienestar de la población, debería ser velar por la competencia y reducir la carga impositiva. Esperemos que canalicen sus energías hacia estos objetivos. Todo lo demás entorpece y empobrece.

SEGUIR LEYENDO: