El desafío de las convergencias

Hoy la política significa encontrar y afianzar los intereses comunes de una sociedad. Solo así podremos mirar al futuro en la confianza de que estamos resolviendo el problema de la desigualdad y la exclusión

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Alberto Fernández
Alberto Fernández

Hoy el mundo atraviesa un debate en la búsqueda de nuevos paradigmas. En la sociedad mundial conviven dramáticamente el avance de la nueva tecnología y el conocimiento con la concentración y la desigualdad, en un fenómeno desvastador que acentúa las diferencias y desigualdades humanas, políticas, sociales y económicas.

Pareciera que mientras la ciencia avanza y mejora la calidad de vida de algunos, del otro lado, la lucha por las ideologías nos aleja y condiciona para reducirnos a una contienda hegemónica de poderes inconducentes.

Quienes por un lado defienden los enunciados de una definida escuela neoliberal colisionan constantemente con el progresismo globalizante, sin advertir que esas contradicciones son pinceladas de marketing que solo logran agudizar el enfrentamiento y afectan la realidad cotidiana de todos.

De uno y otro lado, estas grietas expresan visiones supuestamente gestionarias, con diferentes miradas y escala de valores. En rigor de verdad, ni la Derecha gestiona tanto como dice, ni la Izquierda mantiene los valores que predica.

Se trata, ni más ni menos, que de una pelea dirigencial que pretende imponer pensamientos hegemónicos que percibe como única victoria doblegar al opositor, en lugar de resolver los conflictos que acucian nuestro tiempo. El debate político se ha circunscrito a una grieta dialéctica del pasado en donde ya no importan los aciertos, sino contabilizar cuantos errores cometieron los adversarios para justificar los propios.

Y esto no cambia en la curva de la resignación o la decadencia riesgosa de una sociedad.

El desafío de hoy es poder superar esta dicotomía, entendiendo que ni la verdad absoluta está de este lado, ni que los errores solo abundan en el territorio ajeno al pensamiento político que se dice representar. Esta confrontación tan dura y cotidiana no deja trazar una verdadera línea divisoria, entre las grietas que nos impiden advertir que ya forman parte del pasado, y hacen desatender las necesidades del futuro.

Pareciera que aún no hemos advertido que los desafíos de estos tiempos pasan por otro lado. Por entender, por ejemplo, que los problemas centrales de la humanidad hoy son: la pobreza que genera la desigualdad (y no al revés); el cambio medio-climático; la brecha tecnológica y la falta de acceso a la sociedad del conocimiento; las migraciones que se producen en las regiones del mundo, y que no entender y atender estos conflictos agigantará la exclusión de personas que estarán cada vez más lejos de una posibilidad educativa que nos iguale.

Todo esto genera un marco que algunos ideologismos tratan de explicar, con distintas visiones “deconstruccionistas” para concluir en un debate que puede reducirse en determinar si la Gobernanza Mundial avanza en determinado sentido o si será posible la “construcción de una sociedad que fortalezca la Soberanía Nacional”.

Porque no plantear entonces la necesidad de un equilibrio entre Gobernanza y Soberanía Nacional como dos realidades que, lejos de llevar a la confrontación, nos reúna en la recuperación de los valores culturales nacionales que se interrelaciones con el multiculturalismo en una síntesis superadora.

Entendiendo siempre que la “deconstrucción” no significa la construcción de una nueva sociedad, quizás llegó el momento de pensar afrontando los nuevos tiempos, superando la inercia amigo-enemigo, buscando convergencias, colectivización de intereses y calidad en el sector público que permita liberar la potencialidad del sector privado.

Hoy la política significa encontrar y afianzar los intereses comunes de una sociedad. Solo así podremos mirar al futuro en la confianza de que estamos resolviendo el problema de la desigualdad y la exclusión, que llegaremos a un nivel educativo general para todos y que un destino abarcativo nos incluya como sociedad en el mundo que nos toca transitar.

Para ello es imprescindible comprender que, para que haya políticas distribucionistas, tiene que existir política de acumulación que facilite la generación de riqueza en la sociedad, de lo contrario es continuar nivelando hacia abajo.

Este es el nuevo desafío que tenemos por delante todos y lo es más el de la política, si en verdad quiere reconciliarse con la sociedad y que la democracia sea el instrumento definitivo en el que se pueda vivir en libertad, en el nuestro y cualquier país del mundo.

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