Cuidado con el odio

Algunos argumentos para demostrar que la mecha ya existe y se encuentra rodeada de fósforos encendidos

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Un manifestante, con la bandera y la Constitución en la mano (Foto: Franco Fafasuli)
Un manifestante, con la bandera y la Constitución en la mano (Foto: Franco Fafasuli)

Se conoce como odio a la antipatía o aversión hacia alguna cosa, persona o grupo cuyo mal se desea. La palabra odio es de origen latín “odium”. El odio es sinónimo de hostilidad, resentimiento, rencor, lo cual genera un sentimiento de profunda enemistad y rechazo que conduce al mal hacia una persona o el deseo de enfrentamiento con la misma.

En referencia a lo anterior, el odio es visto como un valor negativo que va en contra del amor o la amistad, que produce disgusto o repulsión hacia una persona, cosa o situación con el deseo de destruir o evitar todo aquello que se odia.

El odio es un sentimiento innato en el ser humano. Existe en muchos ámbitos de la sociedad y parece que, en ocasiones, no tiene límites. De hecho el odio se puede alimentar por distintos factores, ya sean étnicos, económicos, religiosos, etcétera lo que nos ha llevado a preguntarnos: ¿nuestra sociedad incita al odio?

Décadas de malas administraciones, incremento de la pobreza y la desigualdad no hacen más que ser un caldo de cultivo para la semilla del odio

A lo largo de los siglos sobran ejemplos en diferentes expresiones de odio. La humanidad ya nos mostró casos atroces de lo que el odio puede hacer.

¿Cómo se genera el odio en una sociedad? Por lo general se esconde detrás de grandes desigualdades, años de injusticias, pobreza y privilegios para unos pocos.

Décadas de malas administraciones, incremento de la pobreza y la desigualdad no hacen más que ser un caldo de cultivo para la semilla del odio. En muchos casos promovidos como herramienta de adoctrinamiento, sus beneficios son de muy corto plazo y pueden acarrear consecuencias difíciles de dominar.

En Argentina se naturalizó el concepto de “grieta” para describir una situación que se vive en familias, grupos de amigos y todo ámbito donde las discusiones acaloradas terminan, en algunos casos, a las trompadas.

¿Qué hace falta para que explote? Por lo general el odio es como una olla a presión que rechina hasta que un día ya no puede contener su energía. Es necesario un evento que lo desencadene para que todo explote y produzca una reacción en cadena.

Los gobiernos dedican la mayoría de su tiempo a remover jueces acusadores y reemplazarlos con amigos del poder que les aseguren su libertad y negocios

Argentina a lo largo de la historia lo vivió en carne propia y las consecuencias nunca fueron positivas. Revoluciones, golpes de estado, estallidos sociales con saqueos y muertes en las calles.

¿Dónde hay focos de posibles explosiones de odio?

- La justicia (injusticia): la sociedad es rehén de peleas políticas, presiones, juegos de ajedrez de entre el poder, la justicia de un lado y la política de otro. Hemos soportado muertes de fiscales, atentados sin resolución, corruptos en sus casas, bolsos en conventos, blanqueos de cuentas a amigos, asesinatos de lesa humanidad y cientos de ejemplos más. Observadores silenciosos y en muchos casos pasivos, nos acostumbramos y lo naturalizamos expresado en la famosa frase “acá solo los pobres van presos” o “si tenés guita es imposible que vayas presos”. Los corruptos caminan con impunidad apremiados, en el mejor de los casos, por la condena social. Los gobiernos dedican la mayoría de su tiempo a remover jueces acusadores y reemplazarlos con amigos del poder que les aseguren su libertad y negocios.

- La economía: Argentina cuenta con el triste récord de no haber logrado mejorar ningún índice macroeconómico en los últimos 50 años. Se mire cual se mire, todos están peor: inflación, pobreza, desigualdad, concentración, déficit, balanza comercial, pérdida del poder adquisitivo, etc. Somos rehenes de una falta total de planificación y en muchos casos premeditación para llevar a la economía a niveles de países africanos. Dependientes absolutos de vientos de cola que le permitan a la política incrementar su falso populismo con subsidios y bolsos de dinero a punteros y sindicalistas para mantenerlos tranquilos. Expulsores seriales de empresas y emprendedores que se vuelven financistas de un sistema corrupto e ineficiente.

Argentina cuenta con el triste récord de no haber logrado mejorar ningún índice macroeconómico en los últimos 50 años

La sociedad se divide entre los que producen y arriesgan y los que viven de los impuestos que ellos pagan. Cada vez más impuestos, en su mayoría totalmente regresivos e injustos y que, a pesar del discurso, perjudican a los más pobres.

- Pobres contra ricos: existe una intención manifiesta de generar enfrentamiento entre los pobres (60%) y los “ricos” que en realidad son el resto, sin importar si son ricos de verdad o simplemente llegan a fin de mes. ¿A quién le es funcional esta dicotomía? Sin dudas a la política, que con sentido común sabe que en ese 60% está su poder, ya que son dependientes extremos de sus subsidios y bolsas de pan viejo. Institucionalizamos el estereotipo de que si a uno le va mal es porque a otro le va bien. En vez de ver con admiración a los países de baja desigualdad nos aliamos con aquellos donde la igualdad es una metáfora inalcanzable y utópica: Venezuela, Irán, Rusia y la lista sigue.

- Campo contra la ciudad: siguen fomentando el enfrentamiento entre “el campo” y “la ciudad”. Con un total desconocimiento o intensión manifiesta siguen hablando de los grandes terratenientes y concentración de poder, la que ellos mismos fomentan con amiguismos, pero que solo representa el 10% del total de las tierras sembradas; el resto son pequeños productores que sin apoyo alguno y contra los avatares del clima y los precios internacionales lucha de sol a sol para intentar que el suelo les brinde un sustento. Nos quieren convencer que esos “los del campo” son los causantes de la pobreza y los sobreprecios, cuando ellos saben muy bien que el precio de lo que se produce en el campo es solo un 20 a 30 por ciento del costo total del producto. En vez de ver como sembrar más en miles de kilómetros desérticos, fomentan que la gente se vaya del campo a la ciudad para engrosar las villas miseria y los empleos públicos.

En vez de ver con admiración a los países de baja desigualdad nos aliamos con aquellos donde la igualdad es una metáfora inalcanzable y utópica: Venezuela, Irán, Rusia y la lista sigue

- Caudillos eternos: gobernadores e intendentes que han vuelto a sus pueblos y provincias dictaduras violentas con tasas de empleo público del 80% y dependencia de coparticipación de cerca del 100%. Vuelven rehenes a sus ciudadanos.

Son estos solo algunos de los tantos argumentos para sospechar que la mecha ya existe y se encuentra rodeada de fósforos encendidos. Sin dudas eventos como la vacunación vip solo incrementan el odio, la indignación y frustración de una sociedad que ya es presa de la desesperanza social.

Recordemos que en octubre de 2019 en Chile fue necesaria la suba de un boleto estudiantil para que se produzca un estallido social que fue salvado por la campana de la pandemia. Este ejemplo nos aclara que no se necesita mucho hacer explotar la bomba.

Hace unos años me toco viajar con mi padre a Alemania y Polonia en un viaje de turismo histórico. Nunca olvidaré la charla con un guía polaco en un campo de concentración que había perdido a sus cuatro abuelos en el holocausto cuando como cierre del día nos dijo. “No le tenga miedo a la muerte, ténganle miedo al odio, porque con odio la muerte solo tiene el destino del éxito”.

Así como Europa no supo anticipar o evitar el mayor genocidio de la historia moderna por seguir en su comodidad y negación de la realidad, nosotros, los argentinos también corremos el riesgo de que la historia se repita y lloremos a nuestros seres queridos en tumbas sin nombre. Ojala esta nota nunca deba se releída, pero créanme que de no hacer nada pronto, posiblemente se haga realidad.

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