Los 100 pasos de Horacio Rodríguez Larreta

El equipo del jefe de Gobierno porteño deberá analizar las experiencias de las coaliciones de los últimos años, aprender de sus errores, y comenzar ya a construir un liderazgo nacional con un estilo y tono propio

Compartir
Compartir articulo
Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gobierno porteño
Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gobierno porteño

En 1999 el por entonces jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires miraba desde la ventana de su despacho de Bolívar 1, al codiciado edificio de Casa Rosada. Antes que él, si bien estuvo en los sueños trasnochados de varios políticos encumbrados, ningún intendente o alcalde porteño logró cruzar la Plaza de Mayo para convertirse en presidente de la Nación.

Ese era el desafío y así lo planteó Fernando De la Rúa -con la asistencia del publicista Ramiro Agulla- en su conocido spot “100 pasos”: “Cuando veo la Casa Rosada desde la ventana de mi despacho pienso: estoy a 100 pasos de ser el presidente de una Argentina distinta. Fue mi pueblo el que me trajo hasta aquí, no arreglé con nadie para llegar y llegué. Ser honesto me ha traído problemas, pero yo sé cómo solucionar problemas. Tengo las manos libres y la pienso usar para terminar con los privilegios de unos pocos, para sacar al pueblo del abandono en el que está. Voy a dar estos pasos, y los que haga falta dar. Quiero la dignidad que tuvimos; la que perdimos; la que vamos a tener”, rezaba la recordada pieza publicitaria.

Tras el cierre de los comicios, y en medio de un álgido y generalizado clima de descontento social, el resultado fue claro: el mandatario porteño se imponía al gobernador de la Provincia de Buenos Aires (Eduardo Duhalde) por 10 puntos. Con dicha “hazaña” electoral, que terminaría poco después en una verdadera tragedia política, económica y social De la Rúa inauguró una nueva perspectiva para los gobernantes de la ciudad con mayor exposición pública del país: que un jefe de Gobierno sea presidente pasó de ser un imposible, a que dos de los seis presidentes electos por el voto popular desde 1983 a la fecha hayan podido lograr concretar finalmente los 100 pasos.

Fortuna y virtud

En el nacimiento de la modernidad, el influyente pensador florentino, Nicolás Maquiavelo, esgrimía en su clásico El Príncipe que “la fortuna es árbitro de la mitad de nuestras acciones, pero también ella nos deja gobernar la otra mitad”. Lo que el consejero y asesor de los gobernantes que sucedieron a los poderosos Médici estaba enunciando remitía a la necesidad de poder pensar que nuestras acciones se desarrollan en un mundo impredecible, donde para bien o para mal, los escenarios son contingentes, y la incertidumbre está siempre presente. Lo importante y novedoso en este nuevo tiempo, es que, aun en ese devenir incognoscible, las personas podemos intentar regir nuestras vidas de una manera consciente, planificada y estratégica.

En muchos casos, el día de la asunción de un cargo no sólo entraña un desafío en términos de gestión sino también el comienzo de una nueva campaña electoral. Es evidente que cuando Horacio Rodríguez Larreta asumió su primer mandato frente a la ciudad de Buenos Aires en 2015 nunca se imaginó que su jefe político, el líder de su espacio y el por entonces flamante presidente de la Nación, Mauricio Macri, iba a sucumbir ante un raro fenómeno en los presidencialismos. Pero contra cualquier antecedente en la joven democracia argentina, presentándose en los comicios por un segundo mandato, el empresario no pudo ser reelecto.

Por entonces, el plan de Horacio Rodríguez Larreta, como el de cualquier sucesor paciente, seguramente giraba en torno a que, tras los dos mandatos de Macri en la nación y sus dos mandatos propios en la ciudad, la alternancia se daría de forma natural. Sin embargo, el escenario cambió drásticamente. Quizás incluso a favor de Rodríguez Larreta. La fortuna hizo su aparición. Con la acelerada salida de Macri de Casa Rosada, un nuevo gobierno, de signo contrario, se ha consolidado en las urnas para ocupar, por lo menos por cuatro años, la máxima magistratura del país. Con ello el jefe de gobierno porteño tiene la oportunidad de construir un antagonismo que con Macri no podía.

Evidentemente este posicionamiento diferenciado y antagónico genera consecuencias negativas, sobre todo cuando se trata de cuestiones presupuestarias, favores o facilidades que la ciudad no percibe de la misma forma si a nivel nacional gobierna un aliado o un opositor. Pero sin dudas, en términos políticos y estratégicos, tener un enemigo es más redituable que tener un aliado.

El salto de la Ciudad a Nación: coalición y federalización de la imagen

En un país tan extenso como la Argentina, pasar de tener una buena imagen local o provincial a una nacional no es en absoluto tarea sencilla. Se trata de un país que, de un extremo a otro, es decir desde la ciudad más al norte a la más austral, tiene alrededor de 4.300 km, una distancia comparable a los nueve países que separan Lisboa (Portugal) de Moscú (Rusia).

Es cierto que en el caso de De la Rúa, Macri y Rodríguez Larreta, su nivel de conocimiento siendo jefes de gobierno no se compara con la de otro intendente o incluso con la de gobernadores de provincias chicas o de bajo perfil. La Ciudad es sede de la mayoría de los medios de comunicación más potentes del país, comprendiendo canales de televisión, diarios, radios, creadores de contenidos audiovisuales, productoras de cine y series y, en gran medida gracias a ello, cuenta con una centralidad en la agenda de los medios. Con todo ello es entendible que la ciudad sea una gran vidriera: alcanza con encender la televisión en cualquier parte del país para informarse sobre la temperatura en CABA, qué arteria de la ciudad padece un corte o qué servicio de transporte metropolitano estará interrumpido. Por ello, así como ocurre con la información en general, la vidriera de la ciudad es un escenario ideal para cualquier político que quiera potenciar y extender su imagen al resto del país.

Es cierto que, en la actualidad, la mayoría de encuestas no están dando cuenta de un nivel de conocimiento elevado para Rodríguez Larreta en el interior, pero sí es evidente que su nombre aparece entre los diez políticos con mayor nivel de conocimiento en todo el país. Incluso más importante, su diferencial de imagen, es decir la relación entre la imagen positiva y la imagen negativa, es desde hace ya un buen tiempo una de las mejores. Con todo ello, el terreno sobre el que parte una incipiente campaña de posicionamiento nacional es muy auspicioso.

Así las cosas, como De la Rúa tuvo que expandir su caudal electoral y capacidad de movilización, consolidando la Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación, coalicionando en ella a la Unión Cívica Radical y a la alianza Frente País Solidario (Frepaso), y Macri hizo lo mismo uniendo al PRO, al radicalismo y a la coalición cívica en Cambiemos, el equipo de Rodríguez Larreta deberá analizar estas recientes experiencias, aprender de sus errores, y comenzar ya a construir un liderazgo nacional con un estilo y tono propio, si es que quiere comenzar a desandar esos 100 pasos que lo podrían conducir al tan codiciado “sillón de Rivadavia”.

Seguí leyendo: