Efectos colaterales: el relato quedó dañado

El Gobierno, que construyó su identidad sobre la supuesta protección y resguardo de los más débiles, traicionó a los vulnerables traficando influencias

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Ginés González García, ex ministro de Salud
Ginés González García, ex ministro de Salud

La estrategia de la moderación no “estaría funcionando”. La hoja de ruta pensada para el año electoral que suponía poder avanzar en un plan de inmunización, con dificultades pero sostenido, sobre el cual apalancar un pretendido rebote de la economía bajo la conducción de un Jefe de Estado componedor, voló por los aires.

Lejos de respirar hondo, entender lo que está pasando y recalcular, el Presidente reapareció recargado.

La exposición de Alberto Fernández en la conferencia de prensa azteca lo mostró desencajado e impedido de poder comprender dónde quedó parado. Destemplado y confuso, sin capacidad comprender la profundidad de la crisis, ensayó una patética ofensiva en el lugar y situación menos indicados.

Lejos de compadecerse con la indignación que generó en propios y extraños el manotazo de las inoculaciones, implementó un feroz ataque a modo de defensa.

Alberto Fernández echó mano al vetusto manual de diatribas cristinistas para basurear a los enemigos de siempre. Una versión paródica de las reconvenciones a las que es tan afecta su mentora política. Una receta que desde la irrupción del fatídico “perro negro” parece no estar rindiendo como en otros tiempos.

No conforme con vapulear a empresarios, medios, y periodistas se dio el lujo de definir como una “payasada” el trabajo de jueces y fiscales atareados en encuandrar penalmente la sustracción de vacunas. En el revoleo los mandó a investigar los negocios de Macri, a releer el código penal y a dejar de hacer sinverguenzadas. Fustigó a los que piden la renuncia de los funcionarios vacunados y vacunadores y volvió una y otra vez a los peajes de Macri.

Alberto se auto condolió de por haber “perdido un ministro” como consecuencia del escándalo. “No voy a permitir el escarnio”, dijo en tren de proteger a Ginés González García

“Es miserable hacer política con la desgracia de la pandemia”. No se entendió en realidad a quién le habla.

Probablemente abrumado por la aparición de nuevos casos de vacunados y pretendiendo minimizar las novedades se victimizó: “Siento que en los diarios, en la tele, en las redes, generan debates que nos obligan a desatender lo importante”. La referencia al General José de San Martín en el sentido sumó perplejidad.

A Verbitsky lo echaron de la radio y el CELS tomó distancia, al Profesor Alberto lo cruzaron los alumnos de Derecho nucleados en Franja Morada. “¿Se anima a decir en el aula de la Facultad de Derecho lo que declaró en México? El vacunatorio VIP es delito”. Todo fue a pura pérdida.

El malhadado sincericidio que propinó el ahora arrepentido Horacio Verbitsky destapó una olla pestilente que dañó, no solo al Ejecutivo Nacional, sino que alcanzó con sus efectos devastadores a toda la coalición de gobierno.

Restañar el destrozo sobre la confianza y credibilidad en la dirigencia que produjo la movida no parece una tarea sencilla. En lo inmediato demandaba del Jefe de Estado una postura más compasiva para con la indignación y sufrimiento del común de la gente.

La constatación de que las vacunas de privilegio se repartieron como caramelos, a libre demanda, entre parientes y amigos a lo ancho y a lo largo del país, golpeó de lleno en el corazón del relato populista con el que se pretende sostener la irrealidad. La letra chica del catecismo kirchnerista tal cual lo conocimos hasta aquí quedó desarticulada.

El Gobierno, que construyó su identidad sobre la supuesta protección y resguardo de los más débiles, traiciona a los vulnerables traficando influencias. No cierra.

No se trata ya de quedarse con el dinero ajeno sino que la transa tiene que ver con las vacunas en una pandemia. Quedó claro que no todos calificamos igual para el poder de turno, que hay prioridad de paso y que el argumento de que “la Patria es el otro” es tan estrecho como la burbuja política o ideológica a la que se pertenezca.

Lo que quedó a la intemperie es la naturalización del abuso liso y llano, la banalización del uso de una posición de poder para quedarse con lo ajeno. Nunca antes había resultado expuesta de manera tan explícita una forma tan revulsiva del tráfico de influencias.

La decisión de la Justicia de condenar a Lázaro Báez, a sus cuatro hijos, y a una cantidad de diligentes colaboradores por el lavado y fregado de millones de dólares también fue una mala noticia para la literatura K.

No se escucharon voces del espacio que argumenta tener “presos políticos” aguantando la bandera del “lawfare” para resguardar al próspero empresario santacruceño que acumuló bienes muebles e inmuebles para varias generaciones en unos pocos años de acceso a los beneficios de la obra pública. Silencio de radio.

La condena que recibió el máximo exponente local del “capitalismo de amigos”, la más contundente por este tipo de delitos en la historia judicial argentina, presupone de la existencia de lo que en nuestro derecho se denomina “delito precedente”. La plata que lavó el más que amigo de la familia presidencial sólo puede provenir de la generosa canilla de la obra pública. Se complica la situación de CFK y sus hijos.

Tal vez consciente del riesgo de encuadrar el fallo en el concepto de la “guerra jurídica” al que echa mano la Vicepresidenta para dar respuesta a los requerimientos judiciales que la acorralan, el inefable mandadero del Patria Oscar Parrilli, prefirió hablar de un caso de “racismo”.

Lo condenaron porque es morocho, de tez oscura, porque no forma parte del círculo top de los grandes empresarios, muchos de ellos dueños de medios”. Pretendió matar dos pájaros de un tiro pero el disparo le salió por la culata. Un discurso demasiado forzado para una sociedad ya sofocada por la injusticias.

En orden a esconder un elefante en medio de una manada del mismo tipo de animal, se recurrió al creativo recurso de denunciar a Horacio Rodríguez Larreta por una pretendida “privatización” de la vacuna. Un verdadero disparate. Sobre todo si se tiene en cuenta que hacerse cargo de vacunar solo le suma responsabilidades y costos a un sector en este momento sobreexigido y políticamente fustigado, como es el de la medicina privada.

Las grandes empresas de salud prepaga rechazaron el convite a participar en el programa de vacunación porque el Gobierno de la Ciudad no pudo garantizar la provisión de vacunas suficientes para inocular a la totalidad de afiliados de la franja etaria que se pretende inmunizar.

¿Cómo explicarle a un asegurado que paga puntualmente por su cobertura de salud que no hay vacunas suficientes para todos en tiempo y forma? ¿Quién y bajo qué criterios podría cada empresa discriminar a quien le toca el codiciado pinchazo o fijar la prioridad en un contexto de escasez?

¿Con qué razonable argumento se le podría pedir a un vacunador del sistema privado que inmunice a un afiliado cuando aún no se ha completado la inmunización a los trabajadores de la salud que lidian a diario en la primera línea de exposición al virus?

La refriega mediática planteada en tono de cruzada militante por los medios afines del oficialismo acerca de la transferencia de vacunas a los privados en supuesto detrimento de los afiliados al PAMI es otro zafarrancho de combate.

Los servicios prestados por Horacio Verbitsky a la demolición de la gestión gubernamental echaron luz sobre el desprolijo, amañado y politizado plan de vacunación.

No se logra comprender por qué se comenzó a vacunar a otras categorías por edad, cuando aún no se logró completar el proceso para buena parte del personal de salud a nivel nacional.

El viernes pasado, cuando Verbitsky hizo su explosiva revelación, una de las más grandes prepagas de la Argentina tenía menos del 50% de su personal de CABA inoculado con su segunda aplicación.

La distribución de ampollas de manera proporcional a la cantidad de habitantes, sin tener en cuenta al personal médico y paramédico de cada jurisdicción es otra de las distorsiones de una campaña que no se luce por su planificación.

La idea de saltarse categorías y vacunar al resto del mundo sin terminar de inyectar a los trabajadores de la salud solo puede atribuirse a el atropello de convertir las vacunas en un insumo del marketing político electoral. Se genera la sensación de que se está bajando en las escalas de edad cuando no se ha completado la secuencia anterior.

“Es mediocridad pura”, asegura contundente un experimentado referente de la salud en el ámbito privado. Se refiere a los tropiezos que está sufriendo el proceso de vacunación.

El interlocutor consultado asegura que cuando se acelere la producción y las vacunas dejen de ser un bien escaso, al gobierno se le acaba la épica. Mientras tanto todo termina siendo convertido en un maldito hecho político.

“Vacunando a 30.000 personas por día, alguno se pasa, está mal, pero no vamos a parar la vacunación”, asegura Axel Kiciloff para quién en la Provincia no hay vacunatorios ocultos ni privatizados. Puede que el delivery que benefició a unos cuantos VIP de la provincia haya sido gestionado desde extramuros. Nadie quiere hacerse cargo de las vacunas de cortesía pero que las hay, las hay.

La confusión relativa a la cantidad de gente ya inmunizada también está relacionada con las picardías propias de la politización. Una cosa son las aplicaciones y otra la cantidad de vacunas administradas. Las fórmulas ingresadas al país demandan una segunda aplicación para garantizar la seguridad inmunológica.

Los actores más informados del ámbito privado advierten que las dosis de la vacuna china de Sinopharm que acaban de entrar al país, no serían las más aptas para médicos y trabajadores sanitarios porque ya se sabe que el segundo componente recién llegará al país en tres meses. El pinchazo solo dejaría una falsa e incompleta sensación de seguridad, riesgosa para quienes se exponen a diario a enfermos con alta carga viral.

El verdadero éxito de la campaña tiene que ver no solo con las cantidad de ampollas que ingresan al país sino también con los tiempos y la eficiencia en la planificación.

Las consecuencias de la segunda ola, que inexorablemente llegará, son inversamente proporcionales a la cantidad de inmunizaciones completas que se logre concretar sobre la población de riesgo antes de la llegada del frío del otoño. Se necesitan cerca de 15 millones de dosis para avanzar sobre mayores de 60, eso sin contar a los que estando por debajo de esa edad tienen comorbilidades.

A menos de una semana de asumir como ministro de Salud Carla Vizzotti queda aislada tras confirmarse que dio positivo por coronavirus. En contacto estrecho con muchos funcionarios del área presidencial puede que su condición obligue a otros a salir de escena. Si cambió el protocolo para los ya vacunados es algo que aún no se ha comunicado

Para ir adelante con este enorme desafío de la campaña de inmunización hace falta, además de conseguir las vacunas en cantidad necesaria, mucho esfuerzo, mucho profesionalismo y mucha transparencia. También un Presidente dispuesto a posponer sus enojos y frustraciones. Un Presidente más atento a las urgencias de la gente que a los exasperantes entuertos del año electoral.

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