La peste de la inflación

El riesgo de que la inflación sea mayor a lo esperado por el Gobierno y por el mercado es alto. Esa nueva explosión inflacionaria demostrará que carecen de un plan que permita recuperar la credibilidad, las inversiones y el verdadero crecimiento de largo plazo

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La carne, uno de los productos que más subió en los últimos dos meses
La carne, uno de los productos que más subió en los últimos dos meses

“Lo peor de la peste no es que mata a los cuerpos, sino que desnuda las almas y ese espectáculo suele ser horroroso”.

Esa frase no proviene de “la Peste”, el inmortal libro de Albert Camus, ni tampoco fue acuñada por su autor; pero es un real y certero resumen del espíritu pesimista de su obra.

No solo en Argentina, como en muchos otros países, hemos visto exacerbar el miedo en la población y, en algunos casos, imponer medidas extremas de confinamiento que han tenido un resultado económico espantoso, generando desempleo, pobreza e incluso un aumento del exceso de muertes por otras causas diferentes al Covid19.

El caso nuestro es más grave porque acumulamos tres años consecutivos de caída de la actividad, de baja de los salarios reales y de aumento de la pobreza, mientras que el resto venía creciendo

Para realizar un análisis profundo de cuáles medidas fueron acertadas y cuáles fueron exageradas deberemos esperar a que se asiente la polvareda y se apacigüen las pasiones. Pero ya podemos ver que en algunos países el impacto económico fue mucho más severo que otros. De acuerdo a las proyecciones que recientemente divulgó el FMI, podemos observar que los países desarrollados cayeron más que los países en vías de desarrollo. Pero entre los países en vías de desarrollo algunos alcanzaron a los que se vieron más afectados. No puede sorprendernos que Argentina está entre los peores, habiendo sufrido una contracción del PBI de -10,4% en el 2020, frente a una contracción del -11,1% en España, -10% en el Reino Unido y -9,2% en Italia. El caso nuestro es más grave porque acumulamos tres años consecutivos de caída de la actividad, de baja de los salarios reales y de aumento de la pobreza, mientras que el resto venía creciendo. Peor aún, se espera que Argentina tenga una recuperación lenta y que en el trienio 2020-2022 encabece la lista de crecimiento negativo con una contracción de 3,8% del PIB, lo cual se agrava si analizamos el quinquenio 2018-2022, el país va a finalizar -9,8% por debajo de diciembre de 2017. Así se explica el desánimo bastante generalizado y la fuga de jóvenes y empresarios perseguidos por los altos impuestos.

Frente a esta situación, el gobierno continuará con su plan inflacionario. Digo bien. No tiene un plan anti-inflacionario, sino todo lo contrario. El gobierno insiste con la vieja receta neo keynesiana imprimir billetes y endeudarse para poner dinero en el bolsillo de la gente, creyendo que esto mágicamente provocará una recuperación del crecimiento. Repetimos los mismos errores una y otra vez.

Empezamos 2021 con una deuda cercana a los USD 335.000 millones, aproximadamente 100% del PIB, y la idea del gobierno es mantener un déficit fiscal que, como mínimo, será del 7% del PIB. Por supuesto, es una deuda que nuevamente será impagable y, por eso, el riesgo país alcanzó los 1500 puntos marcando el aumento de la probabilidad de un nuevo default, una vez que se acabe el plazo de gracia otorgado en la restructuración, hacia el 2023. De manera que la vía de la deuda está prácticamente agotada.

Del otro lado está la inflación, siempre creciente y siempre espantosa. Los primeros nueve meses del año pasado rondaba el 30% anual, el último trimestre ya estaba en un 50% anual y en la actualidad está en el 60% anual. Es la lógica consecuencia de que gran parte del déficit se cubre imprimiendo billetes, lo cual implica un aumento de la emisión monetaria cercano al 60%. Recordemos que el Central debe, además, pagar los intereses de las Leliqs (cerca de $1,3 billones). Supongamos que el Central incremente el stock de Leliqs para absorber toda esa segunda emisión. Esto solo implicaría postergar el impacto, a costa de acumular distorsiones (como ocurrió con las Lebacs). Pero todavía hay un riesgo adicional y es la probable caída de la demanda de dinero lo cual podría generar un salto ulterior en el nivel de precios.

Intentan contener a este plan inflacionario con los siempre inútiles controles de precios, tarifas, cepos cambiarios y retenciones a las exportaciones. Pero las tarifas y los precios retrasados ya empezaron a afectar la producción y provocar escasez. Las amenazas de usar la ley de desabastecimiento solo puede agravar la situación. Como es un año electoral, tampoco quieren que se sigan retrasando los salarios y jubilaciones que ya acumulan tres años de caída en términos reales, por lo que el gobierno promete que no dejará que sigan cayendo. Como diría Calabró: “No va a andar, ponele la firma, no va andar”.

El gobierno insiste con la vieja receta neo keynesiana imprimir billetes y endeudarse para poner dinero en el bolsillo de la gente, creyendo que esto mágicamente provocará una recuperación del crecimiento. Repetimos los mismos errores una y otra vez

Las últimas medidas desesperadas para contener el dólar libre o el Contado con Liquidación y el dólar MEP, funcionaron durante un trimestre, pero al costo de perder reservas, y vender bonos que rinden un 15-17% anual en dólares. El impuesto a la riqueza es otro manotazo de ahogado que significa salvar un trimestre a cambio de empeorar la situación futura gracias a una nueva oleada de capitales, empresarios y profesionales que se van al exterior.

En conclusión, el riesgo de que la inflación sea mayor a lo esperado por el gobierno y por el mercado es alto. Esa nueva explosión inflacionaria demostrará que el gobierno carece de un plan que permita recuperar la credibilidad, las inversiones y el verdadero crecimiento de largo plazo.

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