Vakunas: el margen de maniobra moral como modelo de conducta de la clase dirigente

El escándalo desatado por la confesión de Horacio Verbitsky nos vuelve a mostrar el fracaso de la clase política

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El ministro Ginés González García al recibir la primera dosis de la vacuna Sputnik V
El ministro Ginés González García al recibir la primera dosis de la vacuna Sputnik V

Mientras el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, fue en persona a la planta de Michigan donde Pfizer elabora la vacuna BNT162b2 contra el COVID-19 y su administración trabaja a todo vapor para aumentar la cantidad de inoculados cada día, por estas tierras nuestras discusiones tienen otro rumbo.

Operaciones de fuego amigo para voltear ministros, sistema de inscripciones colapsados para los aspirante a la vacuna que les cambie su estatus “social” -de “no” vacunado a vacunado-, ausencia de vacunas suficientes para todos y todas, nos vuelven a poner, una vez más, la ñata contra el vidrio de la decadencia nacional y popular.

Con más de 2.100.000 infectados “oficiales”y 51.000 fallecidos, el vacunagate nos toma, a la sociedad toda, como rehenes de los relatos salvajes de la política devaluada.

La conmoción del hecho y sus consecuencias son, de momento, impensables.

Las listas de vacunados VIP que por estas horas se dieron a conocer públicamente nos vuelve mostrar el fracaso de la clase dirigente en su obligación de ser y comportarse con un nivel superior de moral y ética que sus dirigidos.

La opción entre cumplir las normas y no cumplirlas no hace peores, nos pone en el final de la cola de los países del mundo.

Seguramente haya vacunados VIP en todas partes, pero en nuestra nación, donde la vacuna contra el COVID-19 escasea, es un atentado contra la moral y la ética pública.

Mientras vuelan funcionarios por el aire a consecuencia de liviandad en el manejo de las vacunas, el mundo entero ha comenzado a dividirse claramente entre los “vacunados” y los “no vacunados”, como una nueva forma de estatus social.

Un nuevo estatuto que diferencia a los privilegiados de los que no lo son.

Los primeros van recuperando su forma de vida y sienten esa protección extra que les tocó en suerte. Los privilegiados que pasan al frente de la fila para recibir su dosis se contraponen con los marginados de siempre que no tienen otra posibilidad que esperar la larga fila que el sistema les impone.

Es la eterna lucha entre el privilegio del que gobierna y la espera del gobernado, que se sostiene en el amplio margen de “maniobra” moral que se permite nuestra clase dirigente.

Ese modelo de conducta nos enferma y agrieta aún más.

(Presindencia de la Nación)
(Presindencia de la Nación)

Para los vacunados, es más fácil, viajar, relacionarse e incluso insertarse en la vida laboral nuevamente, en el caso de aquellos que perdieron su trabajo en ocasión de la pandemia económica que se generó a consecuencia de las cuarentenas extendidas.

Para los que no fueron aún bendecidos con la preciada vacuna, la vida es diferente. El peligro sigue latente, se deben extremar los cuidados, la vida laboral se hace más compleja para el que tiene trabajo y casi inalcanzable para el que no.

Al mismo tiempo, los “no vacunados” deben formular ingentes esfuerzos para conseguir un turno que los acerque al nuevo cambio de estatus social: el de vacunados.

La espera se hace larga. Y las angustias existenciales también.

Es ese nuevo ámbito que se plantea entre los vacunados y los no vacunados lo que ensancha las diferencias sociales. Es un nuevo estatus social, al que acceden rápidamente los acomodados de turno.

El margen de maniobra “moral” de nuestra clase dirigente a la hora de decidir quién se vacuna primero y quién debe esperar resulta repudiable, no por el sistema en sí, sino por la excepciones al sistema y su uso político.

La manipulación VIP es el pus que supura en un sistema ya infectado por todo tipo de prebendas.

Se produce el choque de realidades diversas que ponen sobre la mesa las miserias humanas de la manera más cruda posible, donde se privilegia la inoculación de funcionarios y militantes. ¿Con qué derecho? Ninguno claramente.

Mientras unos acceden en forma rápida a la vacuna, la enorme mayoría de los argentinos debemos esperar nuestro turno con paciencia y conducta cívica.

El vacunatorio VIP hace más notorias las fronteras entre los allegados al poder y la gente de a pie. Chocan la solidaridad social y el ejemplo público de manera dramática.

Estuvimos por largos meses encerrados cumpliendo una severa cuarentena mientras esperábamos con esperanza la llegada de una vacuna milagrosa que terminara con el flagelo de la pandemia de salud.

Ginés González García
Ginés González García

La ciencia tuvo un éxito rotundo, no solo una, sino muchas vacunas salieron a la luz en tiempo récord. Se están produciendo a una velocidad impensada, y con una logística propia de tiempos de “guerra” se canalizan las entregas en los países del primer mundo.

A nosotros, que no pertenecemos al primer mundo, nos toca esperar. Y la espera es doble: que primero llegue a nuestro país, y después el turno que el sistema nos imponte.

Es una pena que sea nuestra nación un ejemplo de todo lo que no se debe hacer, tanto en la forma de conseguir las vacunas en cantidad necesaria, como en la manera de inocular a la población.

Los saltos en la fila no ayudan a calmar a una sociedad acosada por las cinco pandemias, salud, seguridad, instituciones, educación y economía.

Nuestra nación está rota y sin rumbo.

Hechos como el que nos ocupan nos alejan aún más de una sociedad que pueda ser capaz de sanar sus heridas y pensar entre todos una forma de salir del largo fracaso que venimos arrastrando por varias décadas.

La sociedad ya cumplió con su parte. Es hora de que la clase dirigente se ponga los pantalones largos y haga su trabajo. Que los funcionarios “funcionen”. Las mejores prácticas de gobierno brillan por su ausencia.

2021, como era previsible, será una maratón de problemas por resolver, en un año electoral donde se juega el destino de nuestra nación.

¿Cuál fue el fruto del enorme experimento de las políticas públicas que soportamos en 2020?

Para responder ese interrogante el punto de partida no solo debe ser el cuidado de la salud, sino la capacidad del Estado en promover el bienestar social, sobre todo, en el sector más carenciado de la población. Ese que no tiene un acceso privilegiado al vacunatorio VIP.

El margen de maniobra en la manipulación del nuevo estatus social de vacunados por oposición al de “no” vacunado hace de la ética de los responsables una deber moral que no puede ni debe ser eludido.

Sus consecuencias para la sociedad toda son inmensas. Y el desprecio por este tipo de actitudes, también.

La lucha contra la pandemia de la salud no puede dar paso “al rompan todos los criterios morales”. No se debe tolerar ese margen de maniobra al que la prebenda nacional y popular nos tiene, lamentablemente, acostumbrados.

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