Carlos Saúl Menem y el Ethos latinoamericano

En lugar de identificar los logros de su gestión e intentar construir sobre ellos, los argentinos han preferido trasladar a la figura del fallecido ex presidente la responsabilidad única por la situación del país

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El ex presidente Carlos Menem junto a su hija Zulema luego de asumirsu segundo mandato
El ex presidente Carlos Menem junto a su hija Zulema luego de asumirsu segundo mandato

La muerte de Carlos Saul Menem, presidente de Argentina desde 1989 hasta 1999 puso de relieve los déficits de América Latina en su reto con la modernidad. Tanto en la Argentina como en el resto de la región las noticias sobre el ex mandatario revelaron nuestra ausencia de sindéresis, esa virtud perseguida por los filósofos griegos como clave para la perfección y que ellos llamaran “el justo medio”.

Las notas, columnas de opinión, tuits y otros aditamentos de comunicación reflejaban posturas reñidas con la imparcialidad y el discernimiento. Si bien el presidente Menem fue una persona de conducta extravagante no es menos cierto que durante un quinquenio estabilizar la economía argentina. Pero como todo ajuste económico este debe ser seguido de reformas en la forma de operar del Estado, los particulares y las empresas. Y eso trasciende la responsabilidad de los gobernantes para situarse en el terreno de la responsabilidad individual y del compromiso de cada ciudadano con su nación.

Para que las políticas de Menem echaran raíces los empresarios tendrían que haber realizado inversiones en mejorar su competitividad, en acceder a nuevos mercados y en atraer talento que los llevara a posiciones de competitividad global. Los ciudadanos, esmerarse por incrementar sus ahorros y por formarse mejor para tener capacidad de competir en la era digital. Los políticos, comprometerse con la democracia argentina al punto de desterrar la corrupción y fortalecer el estado de derecho.

Como nada de esto sucedió, el ajuste no fue sustentable. Veinte años después se le atribuye con ligereza el fracaso de la convertibilidad a la conducta de quien fuese su propulsor.

Carlos Menem junto a Raúl Alfonsín
Carlos Menem junto a Raúl Alfonsín

Carlos Saul Menen tuvo como todo ser humano y como líder político muchos defectos, pero en su conducción de las políticas públicas primó su acertado instinto sobre la dirección de las transformaciones mundiales y su amor por una Argentina que quiso hacer grande. Y estas contribuciones hay que agradecérselas como argentinos y como latinoamericanos porque en la medida que una nación de nuestra región se hace fuerte, el hemisferio se beneficia.

Pero en lugar de identificar los logros e intentar construir sobre ellos, los argentinos han preferido trasladar a su figura la responsabilidad única por su actual predicamento que es producto de un ethos trasnochado que no ha sabido transformarse para abrazar la modernidad. Este paso demanda aprender de los errores; colocar límites al disenso; favorecer a la competencia y asumir las responsabilidades con integridad. Ojalá las nuevas generaciones de líderes latinoamericanos tomen ese camino y construyan sobre la obra de Menem en materia de inserción de su país en el mundo.

*La autora fue Ministro de la Secretaría de la presidencia de Venezuela y conoció personalmente al ex presidente Menem

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