Un mal día para Pablo Iglesias

El vicepresidente español y líder de Podemos, Pablo Iglesias, brindó una entrevista al programa “Salvados” y sus palabras agitaron al arco político, especialmente por sus dichos sobre el ex president catalán Carles Puigdemont

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Todos tenemos días buenos y de los otros. Los políticos, como personas de carne y hueso, también sufren este mal aunque tienen la “desgracia” que usualmente cuentan con cámaras que lo registran y lo comparten todo.

Quiero pensar que el vicepresidente español y líder de Podemos, Pablo Iglesias, tuvo uno de esos malos días durante la última entrevista que realizó en el programa “Salvados”. Hacía mucho frio, “Filomena” todavía azotaba Madrid y los números de la pandemia no paraban de crecer. Quiero creer que eso desenfoca a cualquier funcionario público preocupado por resolver la grave situación que enfrenta el país. Quiero creer…

Las repercusiones de sus palabras agitaron al arco político. Los medios de comunicación se centraron en la infeliz analogía que realizó entre Carles Puigdemont -el ex president catalán que está fugado de la justicia española por convocar unos comicios inconstitucionales y separatistas- con los exiliados republicanos que escaparon del franquismo bajo la amenaza de ser apresados o fusilados.

Si bien pronto matizó su respuesta mencionando que él no comparte ni quiere una Cataluña independiente y que los actos del ex president Puigdemont “no son indiferentes al derecho” -un eufemismo para no decir que actuó de forma ilegal-, no se percató que la sola comparación ponía al actual Gobierno de España en el lugar del dictador, menospreciando a su vez el rol de la justicia.

Sus “descuidos” irían más allá. En su afán pedagógico el vicepresidente repitió hasta el cansancio frases como: “en política no hay que fiarse de nadie”. Una verdad de cafetín que adquiere valor por quién la dice, degradando el ya erosionado sistema político, empeorando la imagen que la sociedad tiene de sus representantes y golpeando a la propia democracia. Lo aún más llamativo es que utilizó la expresión para describir la relación que mantiene con sus socios del gobierno (el partido socialista), sus compañeros de gabinete e incluso el presidente Pedro Sánchez.

Puesto a decir sus verdades, Iglesias fue más allá y reveló que España vive una “democracia limitada” por “la presión de los poderes económicos y sus brazos mediáticos”. Otra lección de su descreimiento en la libertad de prensa y de investigación de los periodistas que solo actúan bajo el mando de esos “ricos y poderosos” que, luego de conocerlos, dice que “son peores de lo que imaginaba”. El vicepresidente, que se iba quedando sin amigos ni bien pasaban los minutos de la entrevista, no reparó en la crisis que atraviesan los medios de comunicación, en la amenaza que suponen las fake news y en el trabajo de miles de periodistas de todo el mundo que se desviven para brindar información plural, certificada y multicanal a la ciudadanía.

Pero la revelación panfletaria del vicepresidente no terminaría con eso. También aprovechó el tiempo para salpicar a sus compañeros socialistas diciendo que están presionados e incluso “hacen suyo el argumento” de los poderosos. “Tienes alguna duda que las patronales presionan a la ministra (de economía). Y no solo la presionan, a veces hasta la pueden convencer(…) O cómo funciona la política o los lobbies”, dijo textualmente Iglesias.

Más allá del maltrato a la ministra, atrás se esconde la idea de que los diferentes sectores de la sociedad no pueden “presionar” a los gobiernos. Presionar, convencer, persuadir, manifestarse, es un acto y un derecho que todos los actores de nuestra sociedad deben poder desarrollar. No hay presiones buenas o malas, son todas igual de necesarias. Cada actor la desarrolla con los medios que tiene a su alcance. Alimentar la visión que el mundo se separa entre buenos y malos, le hace flaco favor a la democracia. La presión de cualquier actor social frente al gobierno es parte fundamental de nuestro sistema. Genera debate y en la mayoría de casos mejora las sociedades al mismo tiempo que limita el poder de los políticos, esos de los que el vicepresidente no se fía. Creer -como dice minutos después- que las presiones que sus treinta diputados le hacen al gobierno “son buenas” y la del resto son malas, es tener un doble estándar peligroso, y no vale con decir “a mi me votaron y a los empresarios no”. Ese reduccionismo de que la sociedad y la democracia se reduce al mundo político-electoral, es al menos, inadecuada para un vicepresidente.

Fugados de la justicia comparados con exiliados políticos; democracia limitada; compañeros de gobierno poco fiables; ministros maniatados; Gobierno falto de poder frente a los grupos económicos; libertad de prensa discutida; doble estándar frente a las presiones; reduccionismo del ejercicio del poder a lo meramente electoral… Pensándolo así, que solo haya recibido críticas por Puigdemont va a ser un buen balance para Iglesias. Un vicepresidente que no disimuló una superioridad moral auto-impuesta en la que solo confía en él y su “buen criterio”. Un manjar para la derecha. Un flaco favor para el gobierno socialista. Un desaliento para la sociedad.

Ojalá solo haya sido un mal día…

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