¡Terminemos con el relato de alimentos versus salarios!

Los países exitosos, lejos de desarrollar la industria a expensas del sector rural, como viene haciendo la Argentina populista, prestaron mayor atención a los bienes exportables para provocar con ello no una menor, sino una mayor industrialización

Compartir
Compartir articulo
Una máquina cosechando soja (REUTERS/Bryan Woolston)
Una máquina cosechando soja (REUTERS/Bryan Woolston)

Comienzo esta nota con las recientes palabras de Cristina Fernández. La vicepresidenta, pretendió alinear “los salarios y jubilaciones con los precios de los alimentos y las tarifas” y agregó que ésa es una tarea fundamental que debe llevar adelante el Gobierno.

Durante su gobierno, se aplicaron controles sobre la carne y en productos como el trigo y el maíz. Se implementaron permisos para exportar, conocidos como Registro de Operaciones de Exportación (ROE), y con cupos a las exportaciones.

Después de recordar las experiencias del pasado, al menos a mí, me que queda la sensación de perplejidad, por insistir en errores pasado. Me siento como Borges. “Si de algo soy rico –afirmó en el prólogo a sus Conversaciones con Burgin–, es de perplejidades y no de certezas”.

Quizás haya que dirigirse a la psicología social para entender por qué la gente responde a llamados que han demostrado ser equivocados. Según ésta, el término inercia se refiere a la persistencia o el compromiso frente a determinadas actitudes.

Muhammad Yunus fue Nobel de la Paz en 2006
Muhammad Yunus fue Nobel de la Paz en 2006

O quizás, habría que repasar el concepto de “dependencia del sendero” (path dependence) del que habla el Nobel en economía Douglass C. North para entender la ceguera de la sociedad, a partir de determinados relatos de los gobiernos. Y cómo el ser humano actúa bajo una racionalidad muy limitada.

Por décadas, ha estado sometido al proteccionismo. A la trampa de la autosuficiencia. Y en la mente de la sociedad ha quedado la idea de que la protección está ligada con el desarrollo y la mejora en el nivel de vida. Los resultados están a la vista. No es necesario brindar datos en esta columna.

La lección de Muhammad Yunus cae como un rayo. En su libro Hacia un mundo sin pobreza, afirma: “El proteccionismo, que supuestamente defiende a los pobres, en definitiva sólo beneficia a los ricos y a los que dominan los mecanismos del sistema. A los pobres les conviene absolutamente que se abran mercados importantes y no el verse reducidos a mercados estrechos”.

Los países productores con alta disponibilidad de recursos naturales, como es lógico, tienden a mantener sus ventajas comparativas.

En la cadena agroindustrial se halla un fenomenal disparador de competitividad general que exige que el país se abra al mundo

La actividad agraria, en nuestro país, constituye tan sólo un eslabón que, a su vez, depende de un alto nivel de productividad, para ser competitivo. Y ésta a su vez genera condiciones para nuevos eslabonamientos. La especialización resulta mucho más eficaz en tanto ésta llegue a gran parte de la cadena. Así, se puede conseguir una base para sostener la alta tecnología y la innovación necesaria para competir en el mercado de productos de alto valor agregado. Esto incluye los recursos económicos para desarrollar una infraestructura de alto nivel y una educación calificada para que la investigación y el desarrollo aseguren que la producción primaria del país tenga un mayor volumen de commodities y un más alto grado de diferenciación. En la cadena agroindustrial se halla un fenomenal disparador de competitividad general que exige que el país se abra al mundo.

No se trata de contener los precios de los alimentos; se trata de crecer a través de la inversión, para lograr salarios más altos

Los países exitosos, lejos de desarrollar la industria a expensas del sector rural, como viene haciendo la Argentina populista, prestaron mayor atención a los bienes exportables –principalmente, los agrícola-ganaderos–, para provocar con ello, aunque parezca paradójico, no una menor, sino una mayor industrialización.

La historia muestra cómo cuando los precios mejoran, la producción también lo hace. No se trata, entonces, de contener los precios de los alimentos; se trata de crecer a través de la inversión, para lograr salarios más altos. Y el crecimiento sostenido sólo se concreta cuando se respetan las reglas de juego de la economía de mercado, encuadrado en un plan que muestre cuál es el objetivo. Obviamente, con un Estado presente.

Es tiempo, entonces, de que buena parte de la dirigencia y de la sociedad se reconcilien con el agro.

Seguí leyendo: