Papa Francisco: “El pequeño Dios de la Navidad”

A pesar de revivirlo cada año necesitamos volver a sorprendernos por un Dios que elige “la periferia” de la ciudad de Belén y la “periferia existencial” de los pobres y marginados

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Pope Francis carries a statue of Baby Jesus during the Christmas Eve mass in Saint Peter's Basilica at the Vatican, December 24, 2018. REUTERS/Max Rossi
Pope Francis carries a statue of Baby Jesus during the Christmas Eve mass in Saint Peter's Basilica at the Vatican, December 24, 2018. REUTERS/Max Rossi

“Había en la comarca unos pastores… y se les presentó un ángel del Señor y les dijo: ...Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lucas: 2, 12).

¿Quién es el pequeño que está en un pesebre?

Es Nuestro Señor Jesucristo, hijo de Dios vivo, dado a luz por María, esposa de José en un pesebre de Belén en los montes de Judea. Dios para su aparición en la Historia terrenal eligió encarnarse en un ser pequeño, pobre y frágil y en un lugar situado en la periferia.

En Roma -centro del mundo- a causa de las guerras intestinas, la corrupción, los grandes privilegios de senadores y políticos y la exclusión social de la plebe se agotaba la República dando paso al Imperio. Octavio Augusto fue proclamado dictador. Fuera de Roma, los territorios que integraban Galilea, Samaría, Perea y Judea en Medio Oriente estaban bajo el dominio romano desde que sus fuerzas habían sido aplastadas por Pompeyo. El emperador le confió el gobierno que se conformó como una tetrarquía a Herodes el Grande, un hebreo astuto y cruel.

María y José

Mientras tanto, según afirma San Lucas “...el Emperador promulgó un decreto ordenando que se hiciera el censo de los habitantes del Imperio. Este censo fue el primero que se hizo durante el mandato del cónsul romano Quirinio, gobernador de la región Siria durante el reinado de Herodes. Todos iban a inscribirse a su ciudad de origen. Entonces José subió desde la ciudad de Nazaret donde vivían a la ciudad de David que se llamaba Belén (Judea) de donde era oriundo, para inscribirse con María, su esposa, que estaba encinta.

Mientras estaban en Belén le llegó a María el tiempo del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre...” (donde) al calor de los animales encontraron un espacio cálido y aislado.

Dios elige la periferia

Decía el cardenal Jorge Bergoglio en una de sus homilías de la navidad: “A pesar de revivirlo cada año necesitamos volver a sorprendernos por un Dios que elige ‘la periferia’ de la ciudad de Belén y la ‘periferia existencial’ de los pobres y marginados del pueblo de ese momento para manifestarse al mundo. Y junto con ellos, nos acercamos al pesebre y, allí, vemos a María, la mujer creyente y de trabajo que tuvo el coraje de confiar en Dios. Junto a ella está José, el hombre justo y bueno que prefirió creerle a Dios antes que a sus dudas. Así Dios se nos revela en el amor y abnegación de una sencilla pareja creyente...” (Homilía del Cardenal, Navidad, 2006).

De Herodes a hoy

“Dejemos que nos invada la sorpresa -prosigue Bergoglio -al descubrir que Dios se nos manifiesta a nosotros como a aquel grupo de pobres pastores... y como no se manifestó a los escrupulosos guardianes de las leyes y las costumbres.”

“Sin embargo, la sorpresa más grande es que Dios se manifiesta en un niño pequeño, pobre y frágil. Así es Dios que se manifiesta en Jesús: Dios que escoge lo pequeño para confundir a los fuertes. El relato nos cuenta que los pastores contaron “lo que les habían dicho acerca de ese niño”. Tenían algo grande para contar sobre ese niño y lo que a ellos les había ocurrido” (Hom., Bs. As., 24/12/06) .

“No se manifestó Dios a Herodes que buscaba al niño para matarlo” por las dudas que fuera -como decían los pastores -”El rey de los judíos”. Pero lo cierto es que el emperador Octavio, el gobernador Herodes y el cónsul Quirinio, no quisieron ver ni oír la voz de los pastores, como tantos funcionarios y legisladores hoy no oyen ni ven a Dios en la fragilidad de los niños por nacer.

De la polaridad entre lo grande y lo pequeño

“La dialéctica del grande y del pequeño como lugar de la teología de la ternura encuentra su expresión, según Francisco, en el misterio de la Navidad. En el nacimiento del Niño Dios “el signo es justamente la humildad de Dios, la humildad de Dios llevada al extremo; es el amor con que, en aquella noche, Él ha asumido nuestra fragilidad, nuestro sufrimiento, nuestras angustias, nuestros deseos y nuestros límites. El mensaje que todos esperaban, aquello que todos buscaban en lo profundo de sus almas, no era otra cosa que la ternura de Dios. Dios que nos mira con ojos llenos de afecto, que acepta nuestra miseria, Dios enamorado de nuestra pequeñez” ( RC 19/5/2019 M. Borghesi) “se abaja”, suele decir Francisco.

De la polaridad entre lo divino y lo humano

Nos dice el Papa que Dios habla “como una madre y como un padre...el secreto del amor de Dios es «el grande que se vuelve pequeño», testimonio de paternidad de un Dios que pide a cada uno mostrarle sus llagas para poder curarlas, precisamente como hace un padre con un hijo”.

«La Navidad nos ayuda a entender esto: en ese pesebre el pequeño Dios»: “... lo que es divino es tener ideales que no estén limitados ni siquiera por lo más grande, sino ideales que estén al mismo tiempo contenidos y vividos en las cosas más pequeñas de la vida” (Hom.14 /12/ 17, misa en Santa Marta).

“Son grandes las obras de Dios”, mas “Su misericordia es superior a todas sus obras”.

Inspirándose en la primera lectura, extraída «del libro del consuelo de Israel del profeta Isaías» (41, 13-20), el Pontífice señaló cómo en ella se subraya «un rasgo de nuestro Dios, un rasgo que es la propia definición de Él: la ternura». Además, añadió, «lo hemos dicho» también en el salmo 144: «sus ternuras (están) sobre todas sus obras».

Dios -afirmó Francisco -«tantas veces dijo: “Si una madre se olvida del hijo, yo no te olvidaré” Nos lleva en sus entrañas» (Isaías 49:15-16). Por lo tanto, «tengamos confianza en Él...”.

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