Cómo negociar la deuda con el FMI y no morir en el intento

Nadie tiene claro aún los efectos de la pandemia en términos de paz social, pobreza, empleo, producción, salud, cambio climático y ecología. Pero sí se sabe que todas estas variables van a empeorar significativa y peligrosamente. ¿Cómo lo evitamos?

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Foto de archivo - La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, y el ministro de Economía de Argentina, Martin Guzmán, asisten a una conferencia organizada por el Vaticano. Feb 5, 2020. REUTERS/Remo Casilli
Foto de archivo - La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, y el ministro de Economía de Argentina, Martin Guzmán, asisten a una conferencia organizada por el Vaticano. Feb 5, 2020. REUTERS/Remo Casilli

En estos días hay mucho debate en Argentina, y a nivel internacional también, sobre cómo resolver la deuda que tenemos con el Fondo Monetario Internacional. Digamos que la problemática no es exclusiva de la Argentina, sino que el Banco Mundial ya emitió su preocupación por el tema y declaró recientemente que se proyecta que para el 2021, el 40% de la deuda emergente no sea cancelable en tiempo y forma, generando un default masivo. Pero a esta cuestión de índole financiera, se le agrega otra preocupación aún mayor, y que surge en todos los debates y conferencias actuales: evitar que los países, sobre todo los emergentes, tomen atajos ambientales y sociales, para generar ingresos económicos lo antes posible, y con ello poder hacer frente a los altos niveles de emisión y endeudamiento que tuvieron que afrontar para atender la crisis sanitaria que provocó la pandemia del COVID-19, empeorando así la crisis socioambiental vigente.

La preocupación por los atajos es real, porque se sabe que no cuidar el planeta nos hace vulnerables. Por ejemplo, sabemos que existe una relación directa entre contaminación del aire y aumento de muertes por COVID-19, y también que existe una correlación entre pérdida de biodiversidad y las enfermedades provocadas por animales, conocidas como zoonóticas, que aumentaron un 300% en la última década y son las responsables del 60% de las enfermedades infecciosas actuales.

Hoy los organismos internacionales, tales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y las Naciones Unidas, están muy preocupados por los efectos post pandemia en el desarrollo económico y humano. Nadie tiene claro aún los efectos de la pandemia en términos de paz social, pobreza, empleo, producción, salud, cambio climático y ecología. Pero sí se sabe que todas estas variables van a empeorar significativa y peligrosamente.

La pregunta es ¿cómo lo evitamos?

Algunos referentes hablan de implementar un plan tipo “Marshall para las Personas y el Planeta”, tal como lo propuso el Príncipe Carlos de Inglaterra en la reciente la Semana del Clima en Nueva York.

Otros hablan de un Green New Deal, idea que nació con los demócratas en los Estados Unidos para trabajar sobre el cambio climático y la inequidad, en memoria del programa que lanzó el presidente Franklin D. Roosevelt para atender la crisis del 30. Con el devenir de la pandemia, la propuesta tuvo réplicas en otros países, inclusive en la Unión Europea, como una solución para resolver la crisis económica, ecológica y social que provocó la pandemia.

Y finalmente, otras voces, reflotan los canjes por naturaleza, creado por primera vez por Thomas Lovejoy del World Wildlife Fund en 1984 como una oportunidad para abordar los problemas del endeudamiento de las naciones en desarrollo y su consecuente efecto negativo sobre el ambiente. Sin embargo, los críticos argumentan que no se aplican los fondos donde las necesidades son mayores.

En todos los casos observados, Marshall, New Deal o Canje por Naturaleza, lo que se puede apreciar es que todas fueron propuestas donde alguien (más fuerte) le presta a otra contraparte (más débil), con condiciones propuestas unilateralmente. Luego los planes fracasan y se buscan nuevos planes para reparar los anteriores. Esto sucede porque no se hacen propuestas a medida y acorde a las agendas y necesidades reales.

En este contexto, entendemos que se requiere el desarrollo de instrumentos financieros ad hoc y que permitan, por un lado, avanzar con la Agenda 2030 global para el desarrollo sostenible y con la Agenda por el Clima, y por el otro, evitar un default masivo de las deudas soberanas. Para ello se propone replantear en la negociación el paradigma “país desarrollado-país emergente” por un paradigma de “aportes y consumos”, lo que nos permite negociar las “deudas” desde otro lugar, dado que los deudores financieros son acreedores ecológicos, y viceversa.

En este sentido, la Argentina tiene una posición privilegiada al ser miembro del club del G20. La desventaja es que también está tan endeudada financieramente y que el propio FMI la definió como “insostenible”, con lo cual tomar más deuda no es la solución. Ahora, en lo que respecta al capital ambiental, la Argentina cuenta con reservas: es uno de los pocos países del club que presenta una huella ecológica positiva. O sea, la Argentina es una deudora financiera pero una acreedora ambiental. Creemos que esta posición le permite innovar ante el FMI con apoyo de los miembros de su club, acercando una propuesta financiera diferente y acorde a la coyuntura actual y futura. La agenda del club sin duda acompaña esta moción, dado que según un comunicado oficial de la Presidencia del G20 para la reunión anual de noviembre 2020, asume el compromiso de salvaguardar el planeta, "fomentando esfuerzos colectivos para proteger nuestros bienes comunes globales”.

La autora es directora del posgrado de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Pontificia Universidad Católica Argentina