La Argentina en pugna nos destruye

Asistimos a un escenario de difícil evaluación: la situación de tensión política y social de nuestro país tiene ribetes dramáticos, en pandemia y con un proceso económico impredecible

Compartir
Compartir articulo
infobae

El problema se agrava cuando los dos bandos en pugna usan el espejo retrovisor que les genera una visión perimida y anclada en viejos rencores, de izquierda y derecha.

Estos dos sectores minoritarios, desde sus prejuicios ideológicos y conceptos anacrónicos, discuten casi como en una pelea callejera sobre aspectos políticos superados en el mundo, arrastrando al resto de la sociedad a esa puja.

Una facción del Frente de Todos plantea objetivos quiméricos, con acciones y discursos políticos del llamado “socialismo del siglo XXI”, que nadie entendió hasta hoy muy bien de qué se trata, que hasta degrada culturalmente la ideología madre, el marxismo que planteaba: “El gobierno de los trabajadores”.

Estos nuevos e insípidos revolucionarios promueven el “gobierno para los pobres”, y en realidad los utilizan para sus espurios fines políticos y económicos. Son mercaderes de la pobreza.

Nada más ajeno de la doctrina peronista pionera de la movilidad social ascendente que construyó la clase media trabajadora de la Argentina, donde siempre el objetivo fue menos pobreza y mas trabajo.

La otra facción situada en parte de la oposición política habla del construir consensos y acuerdos, pero excluye a los sectores que identifica como “populistas” y hacen responsable de todos los males del país al peronismo, un viejo y remanido concepto del gorilismo rancio del siglo XX.

El término “populismo” no expresa nada, solo es una teoría política invertebrada y lánguida, sostenida por el libro La razón populista de Ernesto Laclau, sin ningún sustento doctrinario ni ideológico, y que está asociada al clientelismo político.

Mientras tanto el gobierno formal navega en política, en económica y en las relaciones internacionales dando la sensación de haber perdido el rumbo, dejando avanzar el país hacia la anomia que el sociólogo francés Émile Durkheim define como “la falta de normas que puedan orientar el comportamiento de los individuos”.

Ahora se discute la propiedad privada o el modelo capitalista aplicado, con distintos matices y regulaciones, en el 98% de las naciones del mundo, podemos debatir si el actual sistema económico es injusto pero es el que está, y cambiarlo está en el presente y futuro no en el pasado.

El Estado ausente (los tres poderes) permite desde la toma de tierras hasta el cierre de fronteras entre provincias balbuceando respuestas incongruentes, contradictorias y divagantes que ponen en riesgo la integralidad como Nación.

En mi etapa de estudiante un profesor, cuando exponíamos y entrabamos a “sanatear” preguntaba: "Alumno: ¿de qué color es el caballo blanco de San Martin?”. Blanco, respondíamos. “Entonces, ¿por qué duda y divaga? Sea concreto” respondía él.

Hace unos días en el Coloquio de IDEA Thomas Friedman, tres veces ganador del premio Pulitzer y columnista del New York Times afirmó que la clave para los países es apostar a la innovación y agregó: “El mundo que se avecina, que se acelera, se fusiona y va más profundo todos los días, más rápido. Las comunidades, los Estados, los países que van a prosperar van a ser aquellos que puedan crear estos amplios sistemas colaborativos para gestionar y controlar el cambio, coaliciones adaptativas. Son los países que prosperarán y se pondrán de pie”.

Hoy el mundo se reconfigura tras el violento impacto pandémico, con una enorme liquidez de fondos disponibles a tasas negativas y comienza a recuperarse de manera sostenida invirtiendo en tecnología e innovación.

Europa acordó la distribución entre sus miembros de 750.000 millones de Euros cuya prioridad deben ser programas para “recuperar las economías regionales y el desarrollo de proyectos de sustentabilidad ambiental, de innovación y de transición digital”.

Estados Unidos, cuya fuerza laboral es de más de 150 millones de personas, un 50% permanecerá en el teletrabajo, por lo cual su mayor inversión va hacia la tecnología digital. Además, después de la debacle de la pandemia su economía creció 34% en últimos cinco meses y recuperó 11 millones de puestos de trabajo, es decir la mitad de los que había perdido.

Los americanos del norte han fijado una estrategia de futuro en fortalecer la inversión en América Latina a través de la Presidencia del BID con Mauricio Claver-Carone, utilizando el Fondo de inversión Privada de ese organismo administrado por el brasileño Carlos Acosta.

El índice de Innovación Mundial que publica la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual) y elaboran conjuntamente con la Universidad Neoyorkina de Cornell y el INSEAD (una escuela de negocios y centro de investigación francés con sede en varios lugares del mundo) destaca el gran avance en países como Chipre, Kenia, Irán y Vietnam, entre otros.

El ranking de países de la región con inversiones y mayores proyectos en materia de innovación es liderado por Chile, Costa Rica, México y Brasil, todos con acceso al crédito internacional barato. No es necesario aclarar que en esa lista no estamos.

Uruguay, Colombia, Ecuador y Perú lanzaron leyes de inversiones locales y extranjeras con incentivos hacia las nuevas tecnología y diseñan proyectos para acceder a los préstamos del BID y el Banco Mundial.

En los países de sudeste asiático el debate político central está en la mayor inversión educativa y de tecnología digital que deben tener sus presupuestos plurianuales y los incentivos al sector privado de sus economías para impulsar la innovación.

Detrás de esta llamada “guerra comercial de EEUU y China”, lo que hay realmente es una competencia por la supremacía en la Cuarta Revolución industrial, donde se disputan el predominio de la inteligencia artificial, internet y la robotización.

Esto está ocurriendo fuera del pequeño y pernicioso mundo de nuestra grieta eterna, pero si al Gobierno y a los bandos en pugna esto les parece demasiado moderno para su pensamiento y quieren seguir en el pasado, por lo menos deberían leer a dos hombres de ideologías opuestas pero grandes líderes mundiales.

Cuando a Winston Churchill le reclamaban sus partidarios por algunas decisiones políticas contestaba: “Gobernando de nada sirve decir que estamos haciendo lo mejor posible, tenés que hacer lo que sea necesario para tener éxito”.

A Deng Xiaoping, mentor del giro económico chino, en 1980 un sector del PC chino le cuestionó la orientación de las reformas económicas, cuyo objetivo era la China de hoy, y él respondió: “No importa el color del gato, lo importante es que cace ratones”.

También está la opción de responder la pregunta “¿de qué color es el caballo blanco de San Martin?” y esperemos tener la respuesta obvia, “Blanco”, aunque en la Argentina de hoy podríamos recibir una muy distinta que hasta le cambien el color al caballo de nuestro máximo prócer.

El autor fue defensor del Pueblo de la Nación