A favor de la rebeldía

¿Has sido rebelde con causa alguna vez? ¿Qué huella entendés que has dejado en algún espacio del que has participado? ¿O acaso siempre has sido parte de la multitud callada o en una tribuna gritona, pero sin músculo para generar revolcones?

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Bajo los adoquines, la playa
Bajo los adoquines, la playa

Al terminar de leer esta nota, son solo cinco minutos, quisiera que te respondas a vos mismo cuál ha sido el gesto más rebelde que has hecho en tu vida. Buscá en tus recuerdos, ese instante donde sentiste que estabas haciendo algo diferente, provocador y que quizás podía conllevar un cambio a vos mismo, a tu familia, a tu empresa o a tu grupo de pertenencia más cercano. ¿Has sido rebelde con causa alguna vez? ¿Qué huella entendés que has dejado en algún espacio del que has participado? ¿O acaso siempre has sido parte de la multitud callada o en una tribuna gritona, pero sin músculo para generar revolcones?

Entre un manso y un alborotador, siempre estaré junto a este último. Y entre un disconforme y un conservador, hombro a hombro con el rebelde iré. Jane Fonda (1937 -) por fuera de ser una soberbia y bella actriz siempre ha sido una activista en defensa de múltiples ideales. Ella tiene una frase maravillosa: “Nada importante ha pasado sin que haya desobediencia civil”. Fonda, mito erótico entre 1960-1980, tiene en su haber dos Oscar, diez nominaciones y con sobrada riqueza económica como para ser conservadora, fue arrestada en el 2019 frente al mismo Capitolio. Una rebelde.

Cuando chico, en alguna perdida calle de Lanús donde pasé mi infancia, los trabajadores les ganaban por goleada a los vagos. Es más: no recuerdo haber conocido a alguien sin trabajo. Redoblo diciendo que no conocí a nadie sin sueños de progreso. Si tenías un taller tratabas de cuidarlo o expandirlo un poco. Si tenías una panadería tratabas de que la misma luciera impecable. Mi amigo de la primaria, Daniel M., al igual que mi familia, tenía una casa humilde pero impecable. Aún recuerdo que, al entrar, largo pasillo al fondo, el olor a comida casera te envolvía. Su padre, quizás me equivoque, trabajaba en Alpargatas o en alguna empresa nacional pujante de los 60. Lo que me conmovía de Daniel era su vocación por la pulcritud, el estudio y sus sueños de ser ingeniero. Era mi amigo de las tranquilas veredas, del fútbol en los potreros y en el ir y venir con guardapolvo blanco a nuestra Escuela No. 19 Yapeyú. Era mi cómplice en ver las bicicletas que eran de “los otros”.

Con Daniel éramos inmortales y nuestros sueños construían castillos cada día. Éramos todopoderosos y el nihilismo, esa posición de negar el valor a las cosas o de no tener creencias morales y sociales, estaba en las antípodas de nuestros ideales. Teníamos acabado respeto de nuestros mayores y la fe era parte de nuestro ADN. Con Daniel éramos demasiado inocentes aún para entender a su tocayo Daniel Cohn-Bendit, impulsor del Mayo Francés de 1968. El Sr. Cohn-Bendit recibe mi tributo de esta semana, porque tuvo la fortaleza de incomodar y mover estructuras anquilosadas y enfrentarse al mismísimo general Charles De Gaulle. No vengo a hacer una apología ni de Cohn-Bendit, ni del Mayo Francés y menos aún de la violencia. Pero sí vengo a levantar la bandera que la misma Jane Fonda luego predicaría: Pocas cosas importantes pueden pasar en nuestras vidas si no hay desequilibrios, incluso hasta civiles. ¿Ya has pensado cuál ha sido tu máxima rebeldía?

La foto que ilustra esta nota es un claro ejemplo de la vigencia de los sueños. Es un simple grafiti que dice: “Sous les pavés, la plage” (Bajo los adoquines, la playa). Pero esa frase escondía un poderoso significante, ya que los estudiantes del Mayo Francés al levantar barricadas con los adoquines de las propias calles, descubrían que los mismos estaban apoyados sobre una argamasa donde la base era simplemente arena. De esa forma y con esa simple declaración, encapsulaban la visión del mismo movimiento que ellos lideraban (contra la urbanización y la sociedad moderna) y de una forma literal, metafórica y hasta despiadada, devolvían la esperanza que ellos encontraban en esa nueva tierra prometida o sea la playa misma.

Debajo de esos adoquines podían florecer, con la fuerza de los rebeldes, nuevas formas de vivir y de ser. Debajo de esos adoquines podía haber otra vida misma para que de esta forma, los iracundos, dejaran de ser parte de un sistema al que repudiaban. Es verdad que con los años nuestros sueños se van podando. Pero la playa sigue estando allí debajo. Como estaba para Daniel o para mí hace 50 años en esas calles de Lanús. Solo es cuestión de mover un poco los adoquines.

Los poderes que enfrentamos hoy, sin muchas aspiraciones para hacer cambios, son adoquines tan ensamblados y fijados que no nos permiten encontrar la playa. Pero la playa está. Siempre doy bienvenida a los extremos de siniestra o de diestra ya que en momentos de crisis como este, es necesario la provocación del pensamiento para poder cambiar. Un dirigente, al que admiré mucho, me decía “Mira Horacio para hacer quilombo tenés que mandar delante a tres o cuatro que repartan cachetazos y atrás que vayan los pensantes para establecer el nuevo orden”.

En esta Argentina de la crisis extrema, el silencio es el peor de los amigos. El ruido, el tumulto, los gritos son preferibles a las aguas mansas. Con los modales suaves y la postura tranquila ya vemos donde estamos. Sostengo que la confrontación es positiva y la prefiero antes que a la verdad impuesta como palabra santa.

Sabio es el que no se calla. Sabio es el que se desdice. Sabio es el que ofrece sus ideas y las grita a cuatro vientos. Sabio es que el desparrama esas ideas como espadas, para que luego choquen con otras y que a suerte y verdad tratan de convivir entre sí. Pobres los que ostentan el poder y no se dan cuenta de lo perecedero de sus posiciones. A veces se creen tan poderosos que piensan que los adoquines jamás se moverán. Que se alejen de mí los que me vienen con sus certezas y no dejan lugar a la duda, al camino lateral o simplemente a remover adoquines para buscar la playa.

Soy de una generación que nacimos para mantener vivas las pasiones y los esfuerzos por el estudio y el trabajo. Lejos estábamos de los falsos dioses que hoy creen que con asistencialismo se puede transformar una Nación. El ser humildes nos ponía en la condición de escuchar, que es la mejor forma de aprender y crecer. Y fuimos modelando nuestra cordura, madurez dirían algunos, simplemente equivocándonos y levantando los adoquines que fueran necesarios. A esta altura, te vuelvo a preguntar: ¿cuál ha sido tu mayor rebeldía?

Tributo a Jane Fonda (1937- )

Tributo a Daniel Cohn-Bendit (1945- )

El autor es empresario y docente.