Los costos de sobreestimar al Poder Ejecutivo en tiempos de crisis

Es también necesario fortalecer el diálogo entre los oficialismos y la oposición, el sindicalismo y los empresarios, las empresas y el sector público, etc.

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FOTO DE ARCHIVO: Una bandera argentina flamea sobre el Palacio Presidencia Casa Rosada en Buenos Aires, Argentina 29 octubre, 2019. REUTERS/Carlos Garcia Rawlins
FOTO DE ARCHIVO: Una bandera argentina flamea sobre el Palacio Presidencia Casa Rosada en Buenos Aires, Argentina 29 octubre, 2019. REUTERS/Carlos Garcia Rawlins

Una característica de las democracias representativas, sobre todo en el marco de sistemas presidenciales, es el rol protagónico de los ejecutivos, en desmedro de otros poderes del Estado como los legislativos.

Los electores depositan en los presidentes, gobernadores, jefes de gobierno e intendentes mayores expectativas que en el resto de los actores institucionales de la democracia. Pero no se trata sólo de expectativas, sino también de adjudicación de responsabilidades, gratificaciones y rechazos, según como se perciba el obrar de los respectivos gobiernos.

Este modelo de vinculación entre los ciudadanos y la política ha generado dos peligrosas tendencias.

En primer lugar, ha desplazado progresivamente del centro de atención ciudadana a los parlamentos. Un dato ilustrativo de ello, además de las encuestas de conocimiento o imagen que ubican a los legislativos entre los actores democráticos más desprestigiados ante la opinión pública, es la asistencia a los comicios. Si bien en los últimos cuarenta años se puede observar como la participación a las urnas –aun siendo obligatorio como lo es en Argentina- ha ido disminuyendo, cuando se analizan sólo elecciones legislativas –como serán en 2021- esta disminución es incluso mayor.

En segundo lugar, al otorgarle una desproporcionada cuota de responsabilidades, expectativas y atención a los ejecutivos, por definición unipersonales, el fracaso de estos en sus tareas, lleva a menudo a que la percepción de los ciudadanos sea que el fracaso es de la política en su conjunto y de la democracia como sistema.

Liderazgos y responsabilidades en la crisis

Siguiendo con estas dos tendencias mencionadas anteriormente, la comunicación de crisis tiene que asumir un desafío adicional: lidiar con la fluidez de una opinión pública que así como por momentos puede hacer subir meteóricamente la imagen positiva de un ejecutivo, rápidamente pueda hacerla descender.

Precisamente eso fue lo que ocurrió desde que el mundo entró en cuarentena. No se trata exclusivamente de un caso argentino. A nivel latinoamericano la mayoría de los presidentes vieron inicialmente incrementar su imagen positiva a raíz de la gestión del coronavirus, pero en los últimos dos meses, con el incremento de casos pese a la prolongación de las restricciones y, fundamentalmente, ante las consecuencias económicas de la pandemia y la afectación de la vida cotidiana, la imagen positiva comenzó un rápido descenso.

Evidentemente la primera reacción que muchos mandatarios tuvieron al ver sus números descender, fue la de preocuparse. Con ello tomaron decisiones apresuradas o que contradecían su estrategia frente a esta crisis sanitaria. Peor aún, en muchos países volvió a florecer la discusión entre economía o salud, y con ella un laberinto sin una salida superadora.

En Argentina la discusión ya no es más entre economía o salud; sino como adaptar la economía a los tiempos que corren y asistir a los sectores más afectados, preservando siempre la salud de la población. Esto, claro está, dependiendo de las características de cada distrito, ya que por la extensión y diversidad que caracteriza nuestro país, es necesario que cada gobernador en diálogo con los intendentes, diriman que es lo mejor para cada localidad.

Así las cosas, lo cierto es que cuando la economía comenzó a mostrar signos de apertura, adaptándose a los protocolos sanitarios y una progresiva vuelta a la “normalidad”, los electores aumentaron la asignación de responsabilidades a los ejecutivos. Si en los comienzos de la pandemia percibían que las medidas que se adoptaban en materia sanitaria tenían el objetivo de cuidarlos, a más de seis meses del comienzo de la pandemia, al hablar de economía se les exige mucho más.

Sin embargo, con un limitado margen de acción, muchos ejecutivos han evidenciado sus dificultades por generar respuestas rápidas y efectivas, suscitando con ello un malestar mayor en la población. Incluso se ha visto en semanas anteriores un peligroso clima antipolítica que debería poner en alerta a toda la dirigencia en su conjunto.

Una oportunidad para la representación política

Indudablemente atravesamos tiempos difíciles. La vacuna demora su aparición y con ella una nueva normalidad tarda en asentarse a nivel mundial. La política no está exenta de estas incertidumbres que, seguramente, erán uno de los nuevos rasgos epocales. Sin embargo, una crisis como la que atraviesa hoy el mundo puede ser también una oportunidad que para que los gobiernos repiensen la forma en la que se vinculan con los electores.

Necesariamente las personas estamos evaluando a los ejecutivos por su gestión de la crisis, pero también es necesario fortalecer el diálogo entre los oficialismos y la oposición, el sindicalismo y los empresarios, las empresas y el sector público, etc.

Una democracia fortalecida después del covid 19 será entonces la que logre ponderar el rol de los tres poderes del estado, pero también del conjunto de los actores sociales.

*Sociólogo, consultor político y autor de “Comunicar lo local” (Parmenia, 2019)