La grieta interior

Un grupo de dirigentes del Frente de Todos se propone retomar una agenda que contemple las verdaderas urgencias que padecen las mayorías

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Axel Kicillof, Cristina Kirchner y Alberto Fernández (REUTERS/Agustin Marcarian)
Axel Kicillof, Cristina Kirchner y Alberto Fernández (REUTERS/Agustin Marcarian)

Incontinente, Eduardo Duhalde reaparece desde quién sabe dónde dispuesto a soltar en los medios sus pareceres. Después de asumir públicamente que su función neuronal puede estar alterada como consecuencia del encierro y otro tipo de desgastes más naturales, insiste en hablar.

Lo suyo siempre hace ruido. Comparar a Alberto Fernández con De la Rúa es en sí mismo desafortunado. Especialmente cuando apenas semanas atrás habló de un golpe de Estado en ciernes y puso en duda la realización de las elecciones de medio término.

En un franco proceso de pérdida de sus frenos inhibitorios, ahora remite a los tiempos en que el Presidente de la Alianza tuvo que huir en helicóptero luego de que se le incendiara la calle tras estallar el polvorín social del conurbano.

A sus setenta y nueve, Duhalde parece no solo atrapado por los fantasmas del miedo setentista. Otros monstruos más recientes lo acechan y precipitan sus premoniciones. Duhalde juega con fuego. No todos creen que la revuelta del fatídico diciembre de 2001 haya sido una pueblada espontánea y cuando se busca responsables se apunta a los mandamases del PJ. Hoy, como entonces, el conurbano está en llamas.

El ex Presidente viene un poco atropellado en su relato pero lejos está de delirar. Es cierto que han comenzado a circular en los chats de la política audios y videos que dan cuenta de un creciente malestar en las fuerzas, un debate abierto entre ciertos hombres de la oficialidad militar.

El desfasaje comunicacional de Duhalde estaría centrado, no obstante, en un aspecto nada menor. La idea no sería atentar contra la institucionalidad sino de armar un partido con referentes civiles preparado para entrar en la contienda electoral.

Las preocupaciones de Duhalde encuentran su correlato en sectores duros de la oposición cambiemita que consideran que si no se contiene el el fastidio de la gente podría aparecer un liderazgo “out of the blue” que desde afuera de la política concentre por derecha. Temen la irrupción de un “outsider” haciendo su ganancia en el río revuelto.

Los más acuerdistas de la coalición opositora también dan cuenta de la fatiga. Se sienten defraudados por el Presidente. Dicen que los ningunea. Mucho diálogo, mucho encuentro, mucha selfie, los escucha dulce y atentamente, pero al día aparece su lado B y hace, dice y decide en el sentido opuesto. Hasta hace muy poco estaban dispuestos a acompañarlo en una patriada por la moderación pero ahora lo consideran un caso perdido.

El oficialismo también tiene sus propias tensiones. Hay mucha discusión interna acerca de hacia dónde se quiere ir. Son muchos los que entienden que hay que recuperar la agenda para ubicar los temas que interesan a la gente.

“Es difícil explicar a Cristina”, sostienen algunos referentes del Frente de Todos con responsabilidades de Gobierno. No logran argumentar por qué en el peor momento de la pandemia, cuando los muertos se cuentan de a cientos, la inseguridad acecha y las reservas tocan fondo, cepo mediante, el Honorable Senado de la Nación está empeñado a como dé lugar en resolver la situación judicial de CFK removiendo justamente a los magistrados que la están juzgando.

Muchos aseguran no estar dispuestos a acompañar el alarmante desacople de la realidad que consume la energía de la Cámara Alta convertida en una suerte de obsecuente séquito del reino de Cristina.

“El conurbano no voló por los aires solo porque se bajó muchísima ayuda social”, aseguran los que siguen el día a día con los pies en la tierra.

Varios intendentes del oficialismo de los distritos más populosos y calientes recelan de Axel Kicillof. Dicen que es muy difícil construir con el hijo político de CFK. Lo consideran muy poco empático. Aseguran que no solo no comprende la realidad de la Provincia sino que no hace el menor esfuerzo por entrarle al asunto. Sostienen que padece una severa desconexión del territorio que tiene la responsabilidad de gestionar. Le atribuyen de manera absoluta la responsabilidad del desaguisado de la protesta policial y de todas sus consecuencias. No la vio venir o no quiso verla. Estaba mirando otro canal.

En plan de autoflagelación son varios los jefes comunales que entienden que la “toma de tierras” también es el resultado de una alarmante falta de gestión, que es el resultado de la inexistencia de planificación, de la eterna deuda de los estados nacional, provincial y municipal para con las verdaderas necesidades de la gente.

“Nosotros provocamos todas estas situaciones”, se sinceran. Se siente parte del problema y no están encontrando como ser actores de la solución. No, al menos, sin confrontar con los del propio espacio político. Estas son algunas de las batallas que se ven venir en el hoy anárquico escenario político que presenta el conurbano bonaerense. Una grieta dentro de la grieta.

“Hay que rescatar a Alberto” es para ellos la consigna de la hora. Un grupo de dirigentes del Frente de Todos está aplicado a sumar masa crítica para apuntalar al jefe de Estado. Lo perciben barrileteando entre las fuerzas que desde los extremos forcejean trabando la toma de decisiones.

Se proponen retomar una agenda que contemple las verdaderas urgencias que padecen las mayorías. Trabajan para sumar masa crítica entre la dirigencia en orden a recuperar, ya no al “albertismo”, sino al Alberto con el que alguna vez soñaron cohesionar al peronismo.

“Hay muchos gobernadores muy preocupados”, aseguran quienes expresan a este colectivo.

Si efectivamente es así y logran superar el terror reverencial que les provocan los métodos kirchneristas, todos los que firmaron el respaldo de la quita de los fondos de la coparticipación a la Ciudad estarían sumándose a esta estrategia para hacer regresar al Presidente a la senda de la sensatez. Se estarían organizando para presentar alguna suerte de batalla al interior de la coalición que integran y que nos gobierna. Creen que no hay futuro para el peronismo en el poder si no trabajan para un proyecto “Alberto 2023”. Los alarma la caída en las encuestas de la imagen presidencial un dato que se profundiza a medida que Alberto Fernández se vuelca hacia el lado kirchnerista de la vida.

Resignados como están a olvidar la idea del “albertismo”, le piden que, al menos, se presente más seguido en “modo Alberto”.

Desde este sector de la dirigencia gobernante se celebra el regreso de Horacio Rodríguez Larreta a Olivos después de la feroz golpiza recibida.

La resiliencia del jefe de Gobierno, capaz de sobrellevar sin destemplarse los peores embates, los alienta a mantener tendidos los puentes con la oposición. Una visión que ya no comparte el ala radicalizada del kirchnerismo que no tardó en expresar a viva voz y sin pudor alguno el desagrado por el encuentro y que repele y dinamita cualquier punto de contacto con los que no son del propio palo.

No parece sencilla la tarea que se han impuesto los que quieren recuperar al primer Alberto.

No está claro si Alberto Fernández está disponible para regresar. Muy por el contrario, en las últimas semanas han mostrado al Presidente interpretando un libreto que parece macerado por escribas del Patria.

Desde la referencia culposa por la “opulencia” de la bella, injusta y desigual Buenos Aires, pasando por la confusa diatriba contra los que reivindican los valores del mérito y la meritocracia y la reivindicación del cepo apenas meses después de asegurar que las restricciones cambiarias eran una piedra en la puerta giratoria que “no deja salir pero tampoco entrar”, todo en él parece representar una clara opción por el ideario K de la vida.

Descodificar a Duhalde es en cualquier caso más sencillo que tratar de entender a Alberto Fernández en los días que corren.

El Presidente aparece enredado en su confuso laberinto discursivo.

Atrapado en el berenjenal de contradicciones con la que día a día nos sobresaltan sus decisiones, el jefe de Estado habilita a diario nuevos debates que fogonean el enfrentamiento. Sigue cavando sin resuello la grieta y la desunión. Agotado el tono del atildado profesor con sus filminas, aparece un nuevo personaje montado en vértigo y excitación siempre sobre la ráfaga de algún conflicto.

Lejos quedó el Alberto que te cuida. En su nueva versión, cada vez que habla, te grita, te culpa, te reta, te fatiga. Por el bien de todos, alguien se lo tiene que hacer saber.