¿Y si cambiamos la actitud (política)?

Lamentablemente el presidente ha decidido renunciar al objetivo de unir a los argentinos y se ha propuesto generar una nueva grieta

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Lamentablemente el presidente ha decidido renunciar al objetivo de unir a los argentinos y se ha propuesto generar una nueva grieta.

El relato que inició la vice Cristina Fernandez de que los porteños disfrutamos de una ciudad con infraestructuras y servicios adecuados no por nuestro propio esfuerzo y una buena administración, sino en detrimento de quienes viven al otro lado de la Gral. Paz; hoy se ve validado con la decisión unilateral de Alberto Fernandez de quitar recursos a la Ciudad para dárselos a la Provincia.

Nada, absolutamente nada, justifica esa decisión.

No es justo que quieran quitarnos a los vecinos de la Ciudad los recursos que nos permiten vivir con mayor seguridad. La sensible baja del delito en Buenos Aires tiene directa relación con la transferencia de la policía junto a los fondos para solventarla, como manda la Constitución Nacional en su artículo 75 inciso 2.

Lo que pretenden recortar a nuestros vecinos es la mitad de la inversión en su seguridad para este año.

La situación de carencia que vive la Provincia no es responsabilidad de la Ciudad. Una ley de coparticipación obsoleta de la cual ambas jurisdicciones son víctimas, es la que devuelve escasos puntos a las jurisdicciones que más producen y debe ser revisada.

En nuestro caso, los porteños, con esfuerzo y solidaridad extremos, producimos el 25% de los fondos coparticipables y nos son devueltos apenas un 3,5%. Esa misma solidaridad con la que atendemos las necesidades de salud y educación por ejemplo, de los vecinos de otras jurisdicciones. Ahora también de seguridad.

Pero la nueva grieta que nos proponen va mucho más allá y se construye también alrededor de la emergencia del COVID-19, acusando a los vecinos de la ciudad primero de ser los que trajeron el virus al país y ahora de querer esparcirlo por su egoísmo de tomar una cervecita.

Esa cerveza, o la hamburguesa que un grupo de jóvenes van a comer, no es algo trivial. Detrás de esa salida, o gracias a ella mejor dicho, miles de personas que viven en la ciudad y la provincia tienen empleos. Gracias a esos empleos cobran el dinero con que compran comida, ropa y otros productos y servicios, dando más trabajo a otros vecinos y multiplicando así el efecto positivo que sobre la economía tiene el consumo interno, tan defendido desde la teoría.

El COVID-19 no fue creado por la oposición. Tampoco por el oficialismo, claro está. No es culpa de la Ciudad ni de la Provincia. De ninguna provincia en realidad. El gobierno no decidió que esto pasara y mucho menos la ciudadanía, que finalmente es quien lo padece.

¿Y si entonces dejamos de echarnos culpas entre las distintas jurisdicciones y nos concentramos en qué podemos hacer para mejorar? ¿Qué tal si dejamos de retar a los vecinos y nos ponemos a trabajar para mitigar al máximo posible las consecuencias obviamente desastrosas que tiene el coronavirus?

Ya con más de 6 meses de aislamiento y habiendo construido conocimiento sobre el virus y fortalecido los sistemas de salud para responder adecuadamente, deberíamos poder echar a girar la rueda de la economía, de la educación, de la seguridad y de la vida al fin y al cabo, sin que eso signifique sacrificar la salud, ni ser “anti” o ser “ellos”.

Porque la ciudadanía en su conjunto ya hizo su esfuerzo y ahora le toca retomar su vida. Los políticos somos los responsables de que lo puedan hacer con salud y seguridad. Y sobre todo de no construir nuevas grietas.

*El autor es Vicepresidente Primero de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires