Los peligros de apostar al descontento social

Con esta estrategia se puede estar abonando un clima antisistema u antipolítico, promoviendo el cinismo en la política y, aun con ello, ni siquiera lograr el objetivo de convertirse en una opción electoral viable

Compartir
Compartir articulo
Patricia Bullrich (Foto: Gustavo Gavotti)
Patricia Bullrich (Foto: Gustavo Gavotti)

En los últimos años, tras el auge del institucionalismo en los estudios politológicos, han reflorecido diversas escuelas que estudian el liderazgo político como un factor que incide positivamente en la marcha de los gobiernos, en el fortalecimiento de la democracia y la eficacia, eficiencia y efectividad de las instituciones.

Sin embargo, así como el liderazgo puede ser a su vez un atributo positivo de un dirigente y un factor decisivo para la calidad institucional de la democracia, también puede ser negativo. Cuando desde distintos sectores políticos -ya sean del Gobierno o la oposición- se apela deliberadamente a estrategias orientadas a profundizar el descontento de algún grupo social, alentar la protesta y la confrontación, se están promoviendo liderazgos peligrosos, ya que lejos de coadyuvar al fortalecimiento de la democracia, se puede estar abonando un clima antisistema u antipolítico, promoviendo el cinismo en la política y, aun con ello, ni siquiera lograr el objetivo de convertirse en una opción electoral viable.

Por estas horas, esta parece ser la estrategia de un sector duro de Juntos por el Cambio que, a través de algunos de sus principales referentes políticos y mediáticos, intentan promover el descontento general con el gobierno y reinstalar la grieta en el centro de la escena política.

En un contexto epidemiológico que torna imprescindible la necesidad de intentar quedarse en casa, respetar el distanciamiento social y adoptar medidas preventivas ampliamente recomendadas por los expertos como el uso de tapabocas, algunos de los dirigentes más radicalizados de Cambiemos como Patricia Bullrich, haciéndose eco de un respetable descontento que expresa un sector de la sociedad, promovieron movilizaciones en el centro porteño que claramente entrañan un serio riesgo sanitario. Si bien ante el pedido de sus pares –entre ellos, el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta- tuvieron que desligar institucionalmente al PRO –partido del cual Bullrich es, por cierto, la Presidenta- y a Juntos por el Cambio de la movilización, fue público y notorio que connotadas figuras del espacio convocaron por redes sociales y medios, asistieron a la movilización y anunciaron incluso nuevas marchas.

Si bien ese comportamiento forma parte de un liderazgo irresponsable, ya que no hace más que buscar un rédito político a expensas de reproducir la apatía, el descontento, y el enojo expresado además a través de las peores formas, esta semana se conoció que la ex ministra de seguridad del gobierno de Mauricio Macri dio positivo al test por Covid-19. Algo parecido le había sucedido al intendente radical de la ciudad santafesina de Avellaneda durante la protesta por la fallida expropiación de Vicentin, con imágenes que lo mostraban incluso con un barbijo por debajo de la nariz y sin respetar el más mínimo distanciamiento social. Resulta incierto si se contagiaron en la movilización o en otro orden de su vida, pero lo cierto es que a una actitud irresponsable –con la cual se expuso a muchas personas al contagio- le siguen este tipo de consecuencias.

Cabe recordar que lo mismo le ocurrió al Jefe de Estado brasilero, Jair Bolsonaro. En el caso del presidente del vecino país la irresponsabilidad es aún mayor, ya que incluso negó –haciéndose eco de las posturas iniciales de Donald Trump- la existencia y alcance del virus. Hace apenas unos meses Bolsonaro ninguneaba el fatídico efecto del Covid-19 y pedía que los ciudadanos vayan a sus trabajos. Luego, promovía supuestos tratamientos que los propios expertos desaconsejaban. Hoy, el país ya cuenta con 120 mil muertes y más de 3 millones de contagios.

EL liderazgo político responsable –como tampoco el irresponsable- no distingue signo político ni matiz ideológico. En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador fue otro de los líderes que subestimó el alcance del virus y combinó una actitud negacionista y paternalista. Negó que el Covid-19 pudiera causar los casi 70 mil muertos y más de 616 mil contagios actuales, al mismo tiempo que él asumía una postura de padre protector y único con capacidad de decir cuando habría que iniciar la cuarentena y adoptar medidas restrictivas.

Así las cosas, es evidente que algunos políticos están pensando más en los comicios que en la realidad que nos toca vivir, no solo a los argentinos, sino al resto del mundo. A cambio de un pretendido rédito electoral, de cara al año que viene, se está analizando la coyuntura y actuando en política de una forma mezquina.

La pregunta que flota en el aire es, si se extiende el descontento, la frustración y el descontento con la política, ¿quién se verá beneficiado? Siempre cabe recordar cuan cerca está, en la historia política argentina, el “que se vayan todos” del 2001 y las dramáticas consecuencias económicas, sociales e institucionales que ello trajo aparejado.

*Sociólogo, consultor político y autor de “Comunicar local” (Parmenia, 2019)