Se despierta la inflación

La principal causa de este contexto es que la cuarentena perdió fuerza. Primero forzó una caída del consumo y los precios de un conjunto amplio de bienes y servicios mostraron bajas. Ahora se da el efecto inverso

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El ministro de Economía, Martín Guzmán, en la Casa Rosada (Maximiliano Luna)
El ministro de Economía, Martín Guzmán, en la Casa Rosada (Maximiliano Luna)

Después de varios meses con inflación en torno al 2% mensual, los datos muestran un cambio de tendencia. Nuestra medición de alta frecuencia indica que la inflación se aceleró hasta un pico de 3.8% mensual (el mayor desde el cambio de gobierno). No se trata de unos pocos productos que aumentan mucho: cerca de 70% de los productos que monitoreamos reflejan aumentos iguales o mayores al 3% mensual.

Lo preocupante es que esto sucede en simultáneo con medidas que tratan de “enfriar” la inflación de forma temporaria. Por un lado, precios regulados congelados a base de crecientes subsidios o a pérdida de los proveedores, lo cual no puede sostenerse indefinidamente en el tiempo. Por otro lado, observamos controles de precios que, si bien arrancaron siendo estrictos, sabemos que van perdiendo efectividad con el paso del tiempo. Tanto por el relajamiento de los controles como por la no-penalización de las infracciones y los mecanismos de “evasión” que encuentran las empresas.

Con la economía como está, ¿a quién se le ocurre subir los precios? Los distintos gobiernos vienen intentando bajar la inflación desde 2007 y, sin embargo, todos los años los precios suben al menos un 20%. Las expectativas de los participantes de la economía tienen esta regularidad incorporada, lo cual afecta la formación de precios (negociaciones salariales, presupuestos, remarcaciones). El problema de esta “nueva normalidad” es que los precios no reaccionan demasiado (a la baja) frente a recesiones. Las empresas no temen perder ventas por quedar relativamente caros, sino que intentan sostenerse trasladando costos. La recesión como mecanismo disciplinador de la inflación parece haber perdido potencia y los participantes de la economía no ajustan los precios aún en un contexto de demanda muy deprimida. La estanflación, estancamiento con inflación, está consolidada.

¿Por qué se despertó ahora la inflación? La principal causa es que la cuarentena perdió fuerza. Al principio, forzó una caída del consumo y, con ello, los precios de un conjunto amplio de bienes y servicios (sobre todo éstos) no sólo no aumentaron, sino que hasta mostraron bajas. Ahora se da el efecto inverso: el menor cumplimiento con una cuarentena llevó a una mayor movilidad y desvaneció esa “imposibilidad” de consumo. Los precios retrasados recuperan (en la medida de lo posible) el terreno perdido y este reacomodamiento de precios relativos se traduce en una aceleración de la inflación.

Por otro lado, el tipo de cambio oficial se mueve, y a buen ritmo. Tanto por factores externos (fortalecimiento del dólar y depreciación de monedas emergentes) como internos (evitar una apreciación real), el BCRA decidió quitarle más valor al peso argentino. El efecto sobre los precios es particularmente importante en nuestro país. Estimaciones muy simples reflejan que por cada 10% que aumenta el tipo de cambio oficial, los precios aumentan cercanos al 3% en el corto plazo. Y a esto se le suma el mecanismo disciplinador en las expectativas de inflación en un país el cual es la principal nominal. Resulta difícil pensar que la inflación perfore el nivel del 2% mensual si el tipo de cambio se deprecia un 2.7-2.8% sistemáticamente.

El problema de esta “nueva normalidad” es que los precios no reaccionan demasiado (a la baja) frente a recesiones. Las empresas no temen perder ventas por quedar relativamente caros, sino que intentan sostenerse trasladando costos

Además, la dinámica cambiaria también “trabaja de formas misteriosas” y puede terminar gatillando una dinámica más agresiva a la observada hasta ahora. La brecha entre el tipo de cambio oficial y los alternativos creció hasta 65-70%, a pesar del reciente acuerdo por la deuda pública. Nuestros estudios indican que la depreciación de las cotizaciones paralelas no impacta de forma directa sobre la inflación. Sin embargo, no podemos descartar que el ensanchamiento de la brecha no genere tensiones sobre el tipo de cambio oficial y, por ese canal, sobre la inflación. Los incentivos a sobrefacturar operaciones de importación y subfacturar las de exportación aumentan la demanda y reducen la oferta de divisas en el mercado oficial, presionando las reservas del BCRA. En lo que va de agosto, el Banco Central lleva vendidos más de USD 700 millones para contener una mayor depreciación del tipo de cambio y las reservas son limitadas (USD 43 mil de millones de reservas brutas y debajo de los USD 9 mil millones las netas) lo que marca una presión a una suba del tipo de cambio.

A corto plazo, la inflación se moverá al compás de la depreciación cambiaria (oficial). A fuerza de regulaciones el BCRA puede mantener el ex Mercado Único y Libre de Cambios bajo relativo control, y con ello los precios no se escaparían demasiado. Pero ¿por cuánto tiempo? La dominancia fiscal de la política monetaria implica que el Central tendrá que mantener las impresoras de pesos a pleno por un buen tiempo. En el último año, la asistencia al Tesoro equivale a 8 puntos del PBI. Y no se prevé un cambio rotundo en los próximos 12 meses. Apenas alguna moderación del déficit basada en la recuperación de la recaudación y el desarme parcial del “gasto Covid-19”. ¿Es razonable esperar una recuperación histórica de la demanda de dinero que permita absorber toda esa liquidez? ¿O, pasada la cuarentena y la pandemia, la gente intentará desprenderse de los pesos aún más rápido que ahora? La respuesta no los sorprenderá. Y la inflación tampoco.

Los autores son economistas de la consultora Seido