¿Terminará Argentina como Venezuela?

El Gobierno y la política han naturalizado el derrumbe paulatino de la Argentina democrática y el Estado de derecho

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Cristina Kirchner y Alberto Fernández (Prensa Senado)
Cristina Kirchner y Alberto Fernández (Prensa Senado)

Desaparecidos.

Muertos en celdas del régimen.

Miembros del régimen condenados por corrupción liberados.

Liberación de delincuentes por delitos graves que siembran el terror en la población.

Leyes votadas en el Congreso que dan facilidades económicas y judiciales a empresarios pertenecientes al régimen.

El Senado desobedece causas judiciales que tienen que ver con la permanencia de jueces en sus cargos. Algunos de esos jueces están juzgando por corrupción a la actual Vicepresidente y máxima autoridad del Senado.

Medios de comunicación financiados con dinero de la corrupción y del Estado difaman a cualquier ciudadano que contradiga la deriva autoritaria del régimen.

Nepotismo en todas las áreas del Estado Nacional y en las provincias.

Alianzas políticas con dictaduras.

50 por ciento de la población en la pobreza.

Más del 60 por ciento de los niños en la pobreza.

Inseguridad ciudadana.

Asesinato de un multimillonario del entorno intimo de la jefa del régimen que había declarado como arrepentido.

Sectores de la justicia tomados por miembros del régimen. Los abogados que defienden a miembros del régimen por causas de corrupción integran comisiones para intervenir la justicia y a la Corte Suprema.

Intentos de expropiación de empresas privadas e intervención directa sobre la actividad privada.

La sola descripción de algunas de las cosas que sucedieron en los últimos meses equipara a la Argentina con esas noticias que suelen aparecer en documentales sobre desastres humanitarios en regímenes autoritarios. El Gobierno y la política han naturalizado el derrumbe paulatino de la Argentina democrática y el Estado de derecho. Estos cambios de fisonomía de un país son usuales cuando una fuerza política autoritaria se siente dueña del país y tiene como objetivo convertirlo en una herramienta para su estrategia de poder y de negocios. Una nueva oligarquía que se apropia de lo que es de todos utilizando cínicamente el discurso que le quede cómodo para cada situación. Si observamos la historia reciente, encontraremos muchos puntos en común con lo que fue el proceso venezolano.

En la Argentina se habla de muchos temas. La política juega a la normalidad en un momento en que se están produciendo cambios que pueden ser irreversibles. Muchas de las cosas que están pasando en el cuarto gobierno kirchnerista son la consolidación de aquellas que ocurrieron en los primeros tres. La oposición discute y trata de encarrilar algunos temas. El problema es que el oficialismo tiene una visión hegemónica y sólo quiere someter a la población y a la política.

No deja de asombrar que hasta hace muy poco tiempo miembros importantes de la política, de los medios de comunicación y empresarios fantaseaban con la idea de un Fernández “dialoguista” y creían que se podía avanzar en acuerdos políticos que incluyeran a todos los sectores. La inocencia en política se paga muy caro. Fernández se deteriora todos los días y cambia a diario de opinión porque no tiene libertad intelectual: sólo puede moverse dentro de un libreto. CFK lo usó y lo dejará solo cuando vea que no le es útil o cuando haya temas en los que crea que puede pagar precios políticos. La cuarentena es un ejemplo claro de eso. Ni una sola vez apareció CFK acompañando a Fernández. Está claro que toda su energía está puesta en lograr su modelo de impunidad y autoritarismo. Jugar a la política cuando enfrente está la mafia autoritaria es un error recurrente en procesos como estos. Fernández es Presidente por decisión de CFK. No tiene entre sus facultades celebrar acuerdos con la oposición democrática sin pasar por el escrutinio de CFK, que no tiene ningún interés en celebrar acuerdos sobre ninguna otra cosa que no sea la impunidad en las causas de corrupción que la involucran junto a su familia, empresarios amigos y políticos de su organización. Lo demás es el copamiento total del Estado con militantes y familiares (muy avanzado ya desde el primer gobierno K), la intromisión y el ahogo a la actividad privada que no esté bajo su control, el adoctrinamiento escolar, el copamiento de instituciones y movimientos sociales por medio del dinero y la militancia fanática. La única manera de prosperar en la Argentina es someterse al kirchnerismo. Todo político, empresario o ciudadano que no quiera someterse a los designios de la secta sufrirá persecución y escarnio. Si no, se los condenará a la invisibilidad. La extraordinaria cantidad de gente y de empresas que se están yendo de Argentina es una resultante de eso.

Cuando empezaba el chavismo en Venezuela muchos creían que por la fortaleza del país no podría pasar nunca lo de Cuba. Hoy son aliados de Cuba y hay millones de exiliados venezolanos. Los opositores son perseguidos y hay asesinatos y torturas. Las similitudes son cada vez más. En el tema del copamiento de la Justicia, lo que está intentando el kirchnerismo es exactamente igual a lo que hizo el chavismo. Cuando la Justicia se convierte en un apéndice del poder se acaba la democracia. La historia está llena de ejemplos de eso. Gente que está acostumbrada a someter al que piensa distinto tiene la honestidad brutal de decir lo que la política quiere disimular. Milagro Sala dijo: “Si no hay reforma judicial, nunca vamos a recuperar la libertad”. Está claro que meterse en la justicia es una demanda de los autoritarios y corruptos.

La oposición tiene que hacer un trabajo titánico de lucha por la libertad. La batalla cultural y la defensa de los valores tiene que ser permanente. Jugar a las encuestas y las candidaturas es una frivolidad en este momento. No se puede perder tiempo y para las elecciones (desafortunadamente) falta mucho. Sólo alcanza con ver el daño que hizo a la república el kirchnerismo en unos pocos meses. La democracia se puede deteriorar si está en manos de gente que usa el sistema para su provecho personal. Aristóteles nos avisó acerca de que cada forma de gobierno engendra su propia degeneración: “La demagogia es una forma impura de gobierno que resulta de la degeneración de la democracia”. La democracia y la libertad se defienden cada día. La decadencia avanza a pasos agigantados y los opositores no pueden soslayar eso.

Como toda oligarquía política, a lo único que le teme el poder es a la ciudadanía republicana. Pasó con el conflicto con el campo y la resolución 125. Ocurrió también con el tenebroso episodio del asesinato de Nisman. Las mafias no ceden por propia voluntad; ceden por miedo a la ciudadanía. La oposición en Argentina retoma energía cuando los ciudadanos empiezan a poner límites. No se puede cerrar la grieta con los que buscan someter al que piensa distinto. Como decía Karl Popper: “Ningún argumento racional tendrá un efecto racional sobre un hombre que no quiere tener una actitud racional”.

Las fuerzas republicanas deben ser consecuentes en la defensa de la libertad de los ciudadanos a los que representan. Esa es su principal labor.