¿Relaciones carnales 2.0?

En qué se basó realmente la relación entre la Argentina y los EEUU durante los años 90 y por qué hay quienes actualmente perciben un vínculo similar con China

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Alberto Fernández y Xi Jinping (Shutterstock)
Alberto Fernández y Xi Jinping (Shutterstock)

Pocos días atrás, en la tapa de una conocida revista que aborda temas políticos se anunciaba la existencia de una relación carnal de Argentina con China, recuperando de tal forma la famosa definición que se popularizó en la primera mitad de los 90 durante el gobierno justicialista del presidente Carlos Menem. En aquella épocas, los críticos de su política exterior hicieron cuestionaban una recordada broma que le hizo el entonces canciller Guido Di Tella, en una conferencia conjunta, a su par del Departamento de Estado. Muchos dirigentes políticos actuales y con diversos cargos y funciones a nivel nacional, provincial y legislativo, también lo eran en aquellos momentos. Más allá de la flexibilidad del peronismo que queda demostrada en estas líneas, cabe repasar brevemente aquella previa y supuesta relación carnal con Washington y compararla con las que ahora diversos actores internos y externos ven con Beijing. En primer lugar, una mirada más pragmática y con menor carga ideológica o chicana, aún por parte de aquellos que apoyaban esa postura en ese momento, nos mostraría algo bastante más complejo y diferente que un seguidismo lineal de las directrices que emanaban del gobierno de George H. W. Bush y luego de Bill Clinton. La diplomacia presidencial en los 90 le dio un abierto respaldo a la profundización de la relación política, económica y comercial con Brasil así como con Paraguay y Bolivia. La firma del Mercosur sería el resultado de esa iniciativa. Asimismo, se dieron los primeros pasos para el largo esquema de negociaciones entre la Unión Europa y el Mercosur. A nivel simbólico, el trato cordial entre Menem y Fidel Castro que incluyó el intercambio de vinos y cigarros. De hecho, la Argentina no puso como ariete de presión sobre Cuba, en ese momento devastada por el fin del financiamiento soviético, la abultada deuda por los créditos impagos que se remontan a 1973. Según algunos estimaciones, al día de hoy con intereses y punitivos incluidos superaría los 5 mil millones de dólares. Unos cientos de millones más que los 4 mil y pico de millones de reservas de libre disponibilidad con que contaría al día de hoy nuestro Banco Central. A modo de ejemplo, las largas y tortuosas negociaciones de la Argentina con los bonistas estuvo trabada durante meses por diferencias que en el último tramo eran de poco más de 3 mil millones. Volviendo a los 90, la masa crítica de las empresas que desembarcaron por las privatizaciones en nuestro país eran de origen europeo y no estadounidense. Por ultimo, no dejó de haber gestor amistosos del entonces Presidente argentino al candidato y luego mandatario de Venezuela Hugo Chávez.

Yendo un poco más atrás, cabe recordar que la apertura Argentina hacia la República Popular China fue llevada a cabo por el gobierno del general Lanusse en 1972, en momentos que Beijing tenía un abierto enfrentamiento ideológico y geopolítico con la URSS. De hecho, el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional le dio un espacio importante a la relación con la entonces naciente economía capitalista china por medio del viaje de Jorge Rafael Videla en 1980. Al mismo tiempo, el gobierno argentino rechazaba adherir al embargo comercial impulsado por Washington contra Moscú luego de la invasión a Afganistán. Pero volvamos a las supuestas relaciones carnales con los EEUU en los 90. Como vimos, el potenciar las relaciones regionales vía Mercosur y buscar puentes con la Unión Europea no parecen ser sinónimos de política exterior unidireccional. Sin duda, Menem y sus principales funcionarios tenían frente a sus ojos una realidad evidente y contundente: el fin del mundo bipolar y la confirmación de un escenario unipolar. El debate académico y político a nivel mundial era sobre su duración. Algunos hablaban de un momento de 15 a 20 años. Otros, de una era que se podría extender durante 30 a 40 años, casi tan extensa como había sido la Guerra Fría. A nivel doméstico, 1989 era la más cabal representación del colapso de los modelos económicos dirigistas y de sustitución de importaciones. No solo en Argentina -si bien se ponía en evidencia de manera más brutal con las hiperinflaciones de 1989 y 1990-, sino también en gigantes económicos como Brasil y la casi totalidad de las economías emergentes del mundo. En los 90, los EEUU representaban más del 60 por ciento del gasto militar de todo el mundo (hoy el 38 por ciento y sumando a sus aliados, más del 65 por ciento) y su economía era el epicentro de la tercera revolución industrial, o sea la informática y la tecnología de la comunicación. El Pentágono abría, para el uso a nivel global, parte de su intranet, que pasaría a llamarse internet, así como del GPS para guiarse de manera satelital. Tanto China como la agonizante URSS hacían enormes esfuerzos para mantener y consolidar óptimas relaciones económicas y diplomáticas con la superpotencia. De hecho, tanto Beijing como Moscú no trabaron en las Naciones Unidas la decisión de Washington de liderar una guerra contra Irak en 1990 y 1991.

Una mirada del actual panorama mundial y las relaciones de poder muestra matices complejos. Si bien queda claro que la era unipolar ha concluido, también las principales mentes académicas del mundo reconocen que tampoco es ni será por un buen tiempo plenamente multipolar y mucho menos en el hemisferio americano, en donde está el aún colocado geográficamente la mayor potencia o sea EEUU. John J. Mearsheimer, sin duda uno de los más notables profesores realistas de las relaciones internacionales, define la actual situación como un multipolarismo desbalanceado. ¿Quién lo desbalancea? Justamente Washington, por un tener peso decisivo estratégico y militar en los tres tableros o sea el hemisferio americano, Asia y Europa. China lo tiene concentrado en Asia, y Rusia en esa región y en el europeo. ¿Esto es y será así siempre, dice Mearsheimer? No necesariamente en el largo plazo, pero sí en los próximos 10, 15 y 20 años o más. En otras palabras, toda la vida útil de parte sustancial de nuestra dirigencia política. Por ello, nuestra política exterior tiene amplios márgenes para buscar sinergias positivas de relacionamiento económico y comercial con China, tal como lo ha hecho EEUU en los últimos 40 años. También para preservar y potenciar la históricamente buenos vínculos que nuestro país ha tenido tanto con la Rusia zarista, la URSS y la actual Rusia, partiendo de la premisa que los intereses de Moscú y de Beijing no son y no serán los mismos a futuro. Lo que la unipolaridad y el megapoder americano acercó la naciente multipolaridad lo irá atenuando y relajando. Más aún si a partir de enero 2021 el próximo presidente americano asume la importancia estrategia de una interrelación prudente y constructiva con Moscú. Dado que ese país no es el rival estratégico clave para la Casa Blanca en este siglo, tal como sí lo es China. Trump parece en mejores condiciones para llevar a cabo esta tarea. Los demócratas pusieron demasiado énfasis en estos cuatro años en destituir a Trump usando la supuesta colaboración rusa para su victoria en el 2016. Sin duda, China tiene buenas razones para alentar que se imponga Biden y que Washington siga gastando energías donde no lo debe hacer. Finalmente, un test casero y simple para nuestros tomadores de decisiones cuando se autoconvencen o los convencen de la irrefrenable decadencia del poder americano y del mundo occidental: ¿en qué moneda ahorro? ¿Qué segundo idioma estudian mis hijos y nietos? ¿Siempre me fijo si tengo al día la visa para EEUU? ¿Cuántas veces fui por trabajo o placer a ciudades de EEUU y cuántas a China? ¿Las redes sociales que usa mi familia y yo de qué nacionalidad son? ¿Al argentino promedio qué le interesa más, al valor diario del tipo de cambio peso dólar o de alguna otra moneda? ¿De qué origen son la mayoría de las películas y series que veo? ¿A dónde me gustaría que y mis hijos fuesen a estudiar carreras de grado y posgrado? ¿De qué origen son los aviones comerciales que uso para viajes nacionales e Internacionales? ¿En qué país, en qué moneda y con fondos de inversión de qué origen estuvo centrado todo el complejo proceso de renegociación de la deuda recientemente concluido? ¿Los bonos a emitir bajo qué jurisdicción legal estarán? ¿De qué origen son bancos que asesoran a nuestro país en este proceso? ¿Cuál es el único país con el porcentaje de acciones suficientes para vetar un crédito con el FMI? En otras palabras, aquella de los 90 no fue una relación carnal y tampoco lo será seguramente la de ahora. Si no se hizo en la era unipolar, mucho menos tendría sentido ahora. Como decía Arturo Jauretche, “no se trata de cambiar de collar, sino de dejar de ser perro”.

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