¿Qué hacer con nuestro futuro?

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La Argentina superó los 100 días de cuarentena obligatoria (Photo by RONALDO SCHEMIDT / AFP)
La Argentina superó los 100 días de cuarentena obligatoria (Photo by RONALDO SCHEMIDT / AFP)

La inquietud ciudadana por el devenir económico post coronavirus está creciendo y aunque la mayoría de la ciudadanía respete, más por miedos propios que por las recomendaciones gubernamentales, el cuidarse y quedarse en casa lo más posible, nadie sabe cómo se expresarán esas inquietudes frente a los resultados que arroje este “último gran esfuerzo”. Todos los protocolos necesarios deberían estar preparados para que, a partir del 17 de julio, casi todos los argentinos puedan trabajar, exceptuando los que están en zona de riesgo, que ya están bien definidos. La enorme destrucción del capital personal y el endeudamiento masivo en todos los niveles de la clase media se volverán insoportables para todos, incluido el Estado. Además, se debe volver a recaudar impuestos ya que la temporal “maquinita” de imprimir billetes tiene su fecha de vencimiento, antes de que el despegue de la inflación supere a la falta de demanda. En ese punto, el caos no estará en los hospitales, sino en las calles.

El tipo de cuarentena desarrollada tuvo, sin duda, su costado bueno, aunque deja un montón de problemas e interrogantes. Lo importante es mirar hacia el futuro y resolver los problemas que nos desafían. Como dijo Angela Merkel, “no deberíamos plantearnos demasiadas preguntas existenciales, sino dedicarnos a hacer nuestro trabajo”. Sería aconsejable difundir menos frases célebres para la tribuna, que nada resuelven, y que haya más trabajo activo con equipos profesionales multidisciplinarios, para resolver, sin posponer ni maquillar, los problemas reales y concretos de la población. Haciendo honor al nombre de la coalición gobernante, tales iniciativas deberían ser debatidas con todos.

El futuro económico de los argentinos dependerá bastante de cuán correctamente comprenda toda la dirigencia la evolución de la real politik global, que mostrará sobreproducciones, relocalización de industrias manufactureras, abultados stocks, depresión de precios de algunas commodities, entre ellos la de los productos elaborados localmente, y la selectividad de las inversiones que buscarán más seguridades nacionales que abultadas ganancias.

Así como la cuarentena del AMBA afecta enormemente las producciones de muchas provincias, ya autorizadas para trabajar, pero que carecen de un fuerte mercado demandante (AMBA), así también la demanda a la baja de los mercados de los países desarrollados afectará a las exportaciones agrícolas y agroindustriales de nuestros países. Un hecho innegable es que, debido a la guerra comercial y tecnológica entre EEUU y China, todos los mercados actuarán privilegiando las producciones locales. Particularmente habrá que seguir de cerca los sucesos de índole geopolítica. Hasta la UE vuelve a hablar nuevamente de “soberanía alimentaria”. Como se sabe, ellos subsidian su agro y la producción de alimentos, y al igual que China, prefieren no depender, tanto como puedan, de los proveedores externos, más por problemas de calidad, de seguridad y de inocuidad alimentaria (plagas, enfermedades), que por el volumen cuantitativo, en el caso de la UE.

Veremos un escenario de crecientes tensiones entre las mayores economías del planeta, fuerte unilateralismo de EEUU y China, pero también nacionalismo de Rusia, India, Japón, Israel, Irán, Indonesia y otros, un creciente papel del Estado en los temas económicos, y la utilización de políticas y reglamentaciones comerciales para resolver asuntos económicos y geopolíticos. Las estructuras multilaterales (OMC, FMI, BM) y los acuerdos globales resultarán debilitados. Complementariamente, las autonomías regionales europeas canalizarán sus inquietudes políticas impulsando el “compre local” para beneficiar el empleo y la producción propia. Habría que dar por sentado que en Europa el tradicional proteccionismo agrícola francés ganará, una vez más, esta partida, mientras que el expansionismo germánico intentará ganar la batalla industrial y tecnológica, para financiar la nueva estrategia global europea, que asumirá lentamente un papel más independiente de EEUU.

Un mundo con muy pocas reglas y sin acuerdo firmes dejaría bastante desprotegida a la Argentina, fundamentalmente al sector que le provee la mayoría de sus divisas. Los países no solo buscarán recomponer sus respectivas economías, sino que aprovechando la crisis, buscarán su adaptación y transformación a las nuevas realidades del poder. Seguramente se cortarán algunas ramas secas que ya no dan frutos para que el árbol vuelva a crecer. Entre la rapidez de adaptación y en no errar el rumbo están las claves de un mayor o menor sufrimiento popular. Descifrar cómo se moverá el mundo para adaptar nuestra “vía nacional” es el mayor desafío del momento.

Siempre es bueno recordar los conceptos del general Qiao Liang, que se preguntaba: “¿Por qué los países occidentales han llegado a este punto del declive? Podemos ver que durante casi medio siglo, los EEUU han allanado el camino, luego Europa y el resto de Occidente siguieron su ejemplo, embarcándose con sonoridad en una economía virtual y despreciando gradualmente la economía real. Para estos países, esta tendencia parece ser un beneficio esquivo para los países desarrollados, pero en realidad los vacía sustancialmente de contenido. Esto es de hecho lo mismo que ocurrió cuando la antigua Roma fue gradualmente hacia el declive en los últimos años debido al síndrome de la extravagancia, que finalmente llevó al colapso del imperio”.

EEUU comenzó la relación con la China de Mao a través del acercamiento Nixon-Kissinger de 1974, siendo una movida geopolítica positiva contra la URSS, pero su continuación, la idea de empujar a China hacia la democracia liberal y a una economía de mercado fue una falla, casi adolescente, de su sistema de análisis estratégico, visto a la luz de más de 40 años de experiencia práctica. China aprovechó todas las instancias, desde las inversiones y la incorporación masiva de tecnología extranjera, hasta las ventajas que obtuvo en la OMC, compromisos asumidos que pocas veces aceptó seriamente. La estructura interna de costos, manejados arbitrariamente por el gobierno chino, y su fuerza laboral, actualmente bastante capacitada pero de bajos salarios relativos, la hace un competidor difícil de doblegar, en términos de liberalidad de los mercados. Como nadie regala el poder, el conflicto está planteado y se intensificará. EEUU no cejará de innovar y mantenerse al tope de la alta tecnología y las macro inversiones estratégicas; sus cadenas de valor se reorganizarán para intentar debilitar al dragón chino, tarea nada fácil por los bajos salarios relativos y que, por ejemplo, la GM vende más autos en China que en EEUU. El enorme déficit de la balanza de pagos norteamericana (significa dar empleo productivo a los otros países) tenderá a la baja, más aún después de la pandemia. EEUU aprovechará en ese sentido todos las acciones que brindan los chinos, entre ellas las medidas represivas de Beijing, que introdujo una ley de seguridad especial para amordazar a los 7 millones de chinos que viven en Hong Kong, inclusive repitiendo la amenaza de un nuevo Tiananmen, la plaza de la masacre de 1989, si fuese necesario.

El núcleo central de la competencia entre EEUU y China se centra actualmente en el desafío tecnológico. Quien gane esa competencia tendrá una cierta primacía estratégica. Más aún en los próximos tiempos, cuando se incentive el comercio electrónico, el teletrabajo, la educación a distancia, la telemedicina, y la transformación de los empleos y las producciones en base a las tecnologías informáticas y a la inteligencia artificial; aeronáutica, barcos, ferrocarriles y maquinaria agrícola controlados por GPS y drones, en sus aspectos civiles, pero aún más importante, los relacionados a la ciberguerra, la robótica y el desarrollo de software aplicados a los nuevos sistemas de armas, la conquista del espacio, y obviamente a los desarrollos biotecnológicos preventivos de la guerra bacteriológica. Todas son tecnologías duales, para uso civil y militar.

Como la copia y el robo de tecnología es uno de los issues destacados del conflicto, en el Congreso de EEUU se está discutiendo vetar, por motivos de seguridad nacional, hasta el uso de la Pacific Light Cable Network (Hong Kong – Los Angeles), la conexión de internet de 12.800 Km de largo, colocada en el fondo del océano Pacífico, con un costo de miles de millones de USD, pagada por Google y Facebook, considerada una ruta transpacífica con capacidad para que Hong Kong tenga 80 millones de videoconferencias HD simultáneas con Los Ángeles. El veto se basa en que uno de los socios chinos, el Dr Peng, un gigante chino de banda ancha, guarda estrecha relación con los servicios de inteligencia y seguridad chinos. Se alegan “los constantes esfuerzos de China para hacerse con datos personales clave de millones de estadounidenses y el frecuente acceso de China a los datos de otros países a través de las infraestructuras digitales”. Es la misma postura agresiva que ya ha apuntado a la empresa de tecnología Huawei (5G), a la que también se la ha calificado como amenaza a la seguridad nacional.

EEUU deberá lidiar hasta las elecciones de noviembre de 2002, aunque también en el futuro, con enormes desafíos globales, no sólo de China sino de otros poderes, en el marco de la crisis del coronavirus, de sus problemas económicos y del enorme desempleo, a los que se suman los problemas raciales, algunos descontroles policiales, y la grieta entre republicanos y demócratas. Según el supuesto aislacionismo, muy declamado y promovido por Trump, aún no queda claro cuál será el derrotero de las alianzas estratégicas que pretende EEUU en el futuro y el grado de multilateralidad que puede desarrollarse una vez que maduren. Mientras promete retirar sus tropas de Afganistán, realiza maniobras militares en aguas del Mar de la China Meridional, como también en las cercanías del estrecho de Ormuz (Iran), en el Mediterráneo (Rusia), y cerca de las playas de Venezuela (Cuba). Estas múltiples acciones revelan que EEUU está activo y alerta para no dejar margen a sus opositores de avanzarlo mientras resuelve sus problemas internos. Trump ha ordenado al Pentágono que retire un gran número de soldados estadounidenses de Alemania. Como se desprende, EEUU tiene un amplio espectro de conflictos en todos los rincones del planeta.

La economía de EEUU oscila entre un moderado y un rápido crecimiento. La Reserva Federal indicó que no habrá aumento de las tasas (cercanas a 0%) hasta 2022, para favorecer la actividad económica, pero descartó poner tasas negativas como solicitó Trump, porque podría alentar la suba de la inflación. Hay predicciones que indican que las cifras de desempleo podrían bajar a menos del 9% para fin de este año, aunque se mantendría estable hasta 2022, debido a los protocolos de distanciamiento social y a la necesidad de muchas empresas de recortar gastos. Todo este escenario futuro puede cambiar en función de la aparición de una vacuna salvadora o de medicamentos efectivos para combatir al coronavirus.

China ha sido el principal beneficiario de la globalización. Por eso los chinos no quieren cambiar el mundo ni pretenden un nuevo orden mundial, simplemente están conformes con lo realizado y aspiran a controlarlo o liderarlo, desde su actual posición de supremacía económica. Ya han asumido, vía aportes financieros, el control de algunas instituciones internacionales, como la OMS, la OMPI, y otras de las Naciones Unidas, con su “inocente” consigna de crear una “Comunidad con un futuro compartido para la humanidad”.

A partir del año 2010, los chinos resolvieron complementar su modelo de producción manufacturera y exportadora con base en mano de obra barata, conocida como “la fábrica global”, actualmente desplazada hacia el interior de China, (política del Going West), mediante un fuerte avance simultáneo en el desarrollo de industrias de alta tecnología, basadas en el conocimiento y la innovación, además de fomentar la exportación de sus propias marcas (política del Going Out).

Es indudable que el gobierno chino ha logrado alcanzar niveles competitivos en varios sectores, en particular el de las comunicaciones masivas, el comercio electrónico y la inteligencia artificial. Sin haber inventado la Internet, es China quien mejor la ha aprovechado, y logrado un consumo masivo de aplicaciones y plataformas informáticas bajo su propio dominio y control, como lo son BEIDOU (GPS), BAIDU (GOOGLE), RENREN (FACEBOOK), WECHAT (WHATSAPP), ALIBABA (AMAZON), WEIBO (TWITTER), TIKTOK (INSTAGRAM). Sus logros en el reconocimiento facial son bien conocidos y un arma poderosa de control social, actualmente muy en uso.

La inversión china en I+D es de 2,2 % de su PBI, contra 2,8% en USA (datos de 2017), pero su incremento es el mayor del mundo en los últimos diez años. La fijación de objetivos, férreamente controlado, supervisado y financiado por las FFAA chinas, está centralizada en su concepción estratégica, aunque descentralizado operativamente por regiones o ciudades. La libertad “académica” está limitada a los intereses nacionales y las prioridades de I+D son un asunto de la seguridad nacional. Este modelo surge por asimilación a lo efectuado por los EEUU en la década de los 80; cruzada tecnológica norteamericana, conocida como “guerra de las galaxias”, que produjo, entre otros factores, la debacle de la Unión Soviética.

Pero para China no todas son rosas; su situación política y social interna no resulta cómoda. Si la población china internaliza un futuro con previsible nuevas pandemias (como es común escuchar en los ambientes científicos), comenzará a dirigir más fondos al ahorro y menos al consumo, provocando demoras a una rápida reactivación, lo cual implica crecimientos anuales menores a lo planificado. En el ciclo anterior, el desarrollo económico chino dependía de su industria exportadora; pero con el nuevo modelo y la incorporación de alta tecnología, es mucho más dependiente del mercado interno. Su incursión sobre HK significa que ahora se propone controlar más los flujos financieros en blanco y aún más los negros (que son enormes) para vigilar la estabilidad del sistema. Debe recordarse que ya se han retirado muchas de las inversiones extranjeras iniciales y ahora ellos prevén que comenzará un nuevo éxodo de inversores extranjeros, principalmente por la nueva situación geopolítica en curso. Pese a las buenas relaciones del régimen chino con el Sistema Financiero Globalizado, del cual fue su principal beneficiario y socio, en el futuro podría haber algunos chisporroteos porque China nunca abrió su sistema bancario interno a la expansión natural del capital financiero.

China es temida en todo el Sudeste asiático, en particular en Vietnam, con quien mantiene un conflicto milenario. La famosa “Nueva Ruta de la Seda”, lanzada en el 2013, enorme serie de programas de desarrollo e inversión que se extienden desde el este de Asia, hacia Europa, África y América Latina, que utiliza “la diplomacia de la deuda” para expandir su influencia alrededor del mundo, está actualmente en el congelador y sólo avanza en casos muy puntuales. Muchos de los países que recibieron financiamiento chino en dólares USD (casi 500.000 millones) se les hace difícil pagar esos créditos. Para China reestructurar o condonarlos implica dificultades financieras internas y reacciones negativas de su población; si las exige con dureza, muchos países alegarán “la trampa de la deuda”. Es más probable que ocurra esta segunda alternativa, aunque ampliando los plazos, ya que la caridad no forma parte de la cultura china. A más largo plazo, esta iniciativa se reanudará, aunque reestructurada.

Sus relaciones con Rusia, India, Japón, Corea y Taiwan son muy complejas y le requieren bastante atención. Con Rusia se necesitan mutuamente para enfrentar el poder norteamericano, aunque divergen fuertemente en temas culturales y también porque Rusia tiene una excelente relación con India desde hace décadas, siendo su habitual proveedor de armamentos, enfrentada militarmente con China. También tienen conflictos en curso con Corea, Japón y Taiwan, con aumento de la militarización y la compra de armamentos modernos por parte de todos los actores. Hasta Australia, un socio comercial importante, se ha quejado de sus ataques cibernéticos. Japón está alarmado por el patrullaje marítimo chino sobre las disputadas islas Senkaku o Diaoyu. Tan preocupada está la India que se ha acercado a los EEUU, tanto militar como políticamente; su primer ministro Modi enfrenta una presión creciente para boicotear los productos chinos como parte de un giro general hacia la autosuficiencia y el proteccionismo. El dilema actual del gobierno chino es definir si tiene suficiente poder para enfrentar varios conflictos simultáneos o lo hará de a uno por vez. La cultura china es muy buena para reflexionar, pero no tan propicia para actuar de acuerdo a lo que piensa y predica para los demás. También comete errores, como cualquier otro imperio.

Hasta aquí hemos esbozado una descripción muy somera de la tensa, incierta y compleja situación internacional y de los juegos de poder entre los principales players globales. Deberíamos empezar a realizar una ardua tarea de Inteligencia Estratégica para analizar las diversas opciones que se presentan en nuestro escenario futuro, colmado de fragilidades, pasadas y presentes. No nos referimos a las medidas básicas de reactivación, que seguramente todos los ministros y los referentes de las asociaciones empresarias, sindicales y políticas estarán ya elaborando, sino a las transformaciones profundas que necesitará Argentina para sobrevivir al escenario del próximo lustro. El cómo salir de esta crisis no es una pregunta que pueda responderse en forma simple y a la ligera.

El autor es analista de temas geopolíticos