Gobierno, oposición y movimientos en la opinión pública

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Horacio Rodríguez Larreta y Alberto Fernández
Horacio Rodríguez Larreta y Alberto Fernández

El gobierno de Alberto Fernández lleva más días gobernado en cuarentena que fuera de ella. Evidentemente no estaba en los planes del gobierno nacional hacer frente a una crisis global como la que está ante nosotros. Este inesperado contexto, uno de los más imprevistos y negativos de los últimos años, alteraría notablemente los planes que cualquier gobierno podría tener al asumir la Presidencia de la Nación.

Pero lo cierto es que, parafraseando al célebre pensador florentino, el arte de gobernar se mantiene pocas veces independiente de las vicisitudes de la fortuna. La contingencia y la incertidumbre son, quizás más que nunca, variables a tener muy en cuenta. Es bajo este axioma que la estrategia, nutrida de un permanente diagnóstico, se vuelve aliada imprescindible a la hora de gobernar y sobre todo de comunicar. Estrategia que es cada vez más evidentemente dialéctica: debe tener en cuenta no sólo las estrategias de los demás actores en el escenario, sino también los factores contingentes y los niveles de incertidumbre.

Así las cosas, habiendo concluido el primer semestre de su primer año de gestión, el Gobierno está en condiciones de replantearse –sobre todo ante este dinámico contexto- su estrategia general de gobierno. Ningún funcionario puede a ciencia cierta afirmar cuánto se prolongará la cuarentena estricta en el AMBA, cuándo se logrará reactivar la ya golpeada economía heredada del gobierno anterior o cómo se sortearán los compromisos con los acreedores externos que penden como “espada de damocles” sobre los argentinos.

No son pocas las incertidumbres que han florecido en estos últimos meses, pero como si las consecuencias de la pandemia fueran pocas, el Gobierno tiene, además, el desafío de repensar su estrategia frente a una oposición que lentamente, con avances y retrocesos, parece haber encontrado un abanico de temas que le permiten resurgir tras su larga ausencia desde que finalizó el gobierno de Macri.

Todos estos factores conjugados están repercutiendo notablemente en el clima de opinión de los argentinos. La opinión pública ha comenzado a moverse: la incógnita es qué decidirá hacer el gobierno respecto a ello.

Los movimientos de la opinión pública

Hace algunos domingos y como advertencia ante el clima eufórico suscitado por los incrementos en la imagen positiva del presidente Alberto Fernández, anticipabamos un innegable fenómeno característico de la opinión pública moderna: lo único que se mantiene constante es el cambio. En otras palabras, nunca hay que enamorarse de los números, ya que la opinión pública fluctúa, está siempre en movimiento.

A pocas semanas de haber iniciado la cuarentena, es decir en los meses de marzo-abril, los números positivos de Fernández eran altísimos. Se señalaba incluso que, para encontrar antecedentes de cifras tan altas de imagen positiva, había que remontarse al primer tramo de la recuperación democrática en tiempos de Alfonsín, o durante el gobierno de Néstor Kirchner. En ese marco, la gestión de la crisis que Fernández sorteaba junto a los gobernadores era indudablemente respaldada por una gruesa proporción de la sociedad, pero el paso de las semanas fue horadando ese respaldo.

En la actualidad y promediando algunos de los estudios de opinión pública que se han conocido en la última semana, la imagen positiva de Fernández ha descendido. Desde su pico en marzo, donde casi alcanzó los 70 puntos, hoy la imagen positiva ha disminuido casi 10 puntos. Si bien cabe remarcar que estos 60 puntos representan un valor superior a la imagen positiva que el Presidente tenía hacia enero y febrero, la tendencia nos está alertando de un sostenido declive a medida que continúan las medidas de aislamiento estricto. En otras palabras, los argentinos -más aún en el AMBA- se están cansando de la cuarentena. Sería ingenuo relacionar este agotamiento con la simple condición del “encierro”. Sin dudas, hay que buscar sus raíces con mayor profundidad.

Debe señalarse que este declive en la opinión positiva hacia Alberto Fernández contradice la opinión de muchos analistas sobre que el Gobierno se enamoró de la cuarentena o que sencillamente saca rédito político de su existencia. Sólo teniendo a la vista las últimas encuestas, resulta evidente que ningún líder o gobierno que aspire a sostener o incrementar su nivel de aprobación querría prolongar esta situación.

La oposición: ¿encontró su rumbo?

Como suele pasar con cada alianza o coalición que deja el poder, los integrantes de Juntos por el Cambio vieron desarticularse su espacio político al finalizar el gobierno de Macri. Más allá del siempre complejo proceso de reorganización interna que significa el paso del gobierno a la oposición para cualquier espacio político, la inusual ausencia de Macri y su falta de intermediación respecto a sus aliados es uno de los rasgos más notables de su disfuncional liderazgo político. Algo que, muy seguramente, le traerá consecuencias en sus futuras aspiraciones electorales.

Sumado a ello, la difícil tarea de realizar balances de gestión, ejercitar la autocrítica, reconocer errores electorales y asumir que los argentinos se inclinaron por otra opción presidencial, dilataron los tiempos para que una nueva oposición lograse identificar, jerarquizar y trabajar sus temas frente a la opinión pública.

Sin embargo, en las últimas semanas, un conjunto de dirigentes nacionales parece haber encontrado un puñado de temas con los cuales posicionarse, sostener su exposición pública y generar contrastes frente a un gobierno con complejos frentes de gestión abiertos, en el que además conviven sectores más afectos a la moderación con otros más radicalizados.

Desde el ruido que retumba en los pasillos de Tribunales ante una potencial reforma judicial, pasando por la decisión de intervenir en Vicentin, las denuncias respecto a una presunta trama de espionaje ilegal durante el último gobierno, las desavenencias en materia de la coordinación de políticas de seguridad, hasta los planteos de la necesidad de flexibilizar la cuarentena para dinamizar la economía. Distintos actores de la oposición lograron hacer pie con estos y otros temas en los que ciertamente el Gobierno no ha logrado comunicar de forma efectiva.

Tener una oposición vigorosa, activa y con marcados contrastes es el juego natural de la democracia, y sin duda esa situación la nutre de vitalidad. Pero también es el momento para que el Gobierno escuche a las voces disidentes, a los disconformes, a los que si bien pudieron –o no- votarlos, hoy manifiestan contrapuntos.

No existen experiencias democráticas en las que un gobierno contuviese la totalidad de las voces, pero siempre es un sano ejercicio intentar escuchar a los ciudadanos que muestran su descontento. En otras palabras, abogar por realizar constantes y necesarios balances de gobierno que permitan identificar con mayor claridad los desafíos venideros, para poder hacer a tiempo los ajustes necesarios para alcanzar los objetivos estratégicos planteados.

*Sociólogo, consultor político y autor de “Comunicar lo local” (Parmenia, 2019).