En el ojo del huracán

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No se hagan ilusiones, no hay manera de poner fecha oficial al levantamiento de la cuarentena. Nadie se aventura a hablar de una fecha de corte, de un luminoso día después. Hay que incorporar esa idea.

El esquema que se presenta supone gestionar cierres y aperturas alternadas. Una suerte de fuelle que ajusta y descomprime. Un inspirar y exhalar desacompasado e imprevisible que administrarán los que gobiernan con el termómetro en una mano y los algoritmos y la big data en la otra.

La nueva normalidad tal cual ya se vive en algunos países del norte tarda en llegar a nuestras pampas y, cuando llegue, en cualquier caso será agobiante.

Hay muchas preguntas y pocas respuestas. O, lo que es peor, hay varias respuestas posibles para cada pregunta. O sea, nadie dispone de certeza alguna. Todo dato es transitorio y provisional. Pura experiencia sobre la marcha. Se trabaja fuerte sobre el ensayo y el error.

¿Hay que pegar el volantazo cuando el iceberg aparece en el radar o jugar al límite tomando riesgo? ¿Cómo se calcula el R0? ¿Promediando el AMBA o discriminando entre Ciudad y Provincia? ¿Los runners, son suicidas unabombers o solo estamos evaluando desde el prejuicio social? ¿El virus se contagia por contacto en superficie o solo vive en los fluidos que se aerolizan? ¿Cuánto dura inmunidad del que se recupera se mantiene en el tiempo? Son debates que hoy aparecen irrelevantes frente a la gravedad de los números y recurso absolutamente finito de un sistema sanitario que amenaza con saturarse.

¿Y esto, hasta cuándo? Hasta la vacuna, hasta que haya un tratamiento, hasta que el virus se debilite, hasta que quede inmune el rebaño, hasta que mueran todo los que tengan que morir, hasta el hartazgo. Difícil saberlo. No hay plan de salida a la vista de la cuarentena porque estamos en una encerrona que excede el confinamiento obligatorio.

Todos tienen razón. La cuarentena resulta insoportable y la economía sigue deteriorándose pero no hay otra manera conocida de frenar el avance del virus. Solo se sabe que, tras alcanzar el pico, la bajada es más rápida.

El esperado anuncio de este viernes tuvo el tono de la gravedad de la hora. El Presidente apareció firme y reflexivo. No prometió nada que no se pueda cumplir.

Ni Alberto Fernández, ni Axel Kicillof, ni Horacio Rodríguez Larreta hablaron de un “último esfuerzo”.

“Hicimos tanto esfuerzo, otro esfuerzo vale la pena”, dijo el Presidente. Es otro esfuerzo más, probablemente no sea el último.

En el mejor de los escenarios no habrá levantamiento sino desescalada. No hay plan B para enfrentar el anunciado colapso del sistema de salud. Ese panorama que se ve venir sobre el recrudecimiento exponencial del número de casos. Lo que cuenta es el número de camas UTI ocupadas. Los muertos no son números. Tienen nombre, apellido e historia personal.

Los que gobiernan se enfrentan a algo demasiado nuevo y desconocido. Tienen que admitir que no saben, que no pueden, que no les alcanza, que no están en condiciones de garantizar nada y que además son física y personalmente vulnerables. El poder no los preserva de la enfermedad, es más puede que los exponga muy especialmente.

Lo que viene hacia adelante es pura adversidad. Este es el diagnóstico de los dirigentes con los que se habla cualquiera sea el espacio político al que pertenezcan. Adversidad sanitaria y derrumbe inexorable de la economía.

En lo inmediato habrá que resolver dilemas éticos para los que no estamos preparados. De la epidemiología a la bioética.

El camino a la “nueva normal” forzará a debates impensados. A los protocolos relacionados con a quienes se les dará prioridad de acceso a los cuidados intensivos cuando estos se acaben, se suman los relacionados con el suministro de tratamientos todavía en etapa experimental y desde ya absolutamente finitos como el relacionado con el plasma.

Otro asunto que tarde o temprano se impone discutir es la fastidiosa cuestión de si quienes se negativizan tras pasar por el COVID tendrán credenciales para moverse con ventajas en el mundo del trabajo. ¿En qué situación quedarán frente a lo que se viene los adultos mayores y los que padecen comorbilidades? ¿Se abre un escenario de discriminación con ciudadanos de primera y de segunda?

Otro asunto es el escenario político y económico que se desplegará cuando arranque la apertura en alguna de sus formas.

En el oficialismo se fantasea con la construcción una “épica post pandemia”.

Desde un sector del Frente de todos, no obstante, imaginan que esta batalla sin cuartel contra el virus hará estragos en la economía pero será exitosa en relación a lo sanitario y, lo que es más valioso e importante, dejará el “capital humano” a salvo fortaleciendo la figura presidencial. Consultados acerca de cuáles serán los ejes de esa épica, la respuesta se hace esperar.

Quienes pintan este escenario no venden solo optimismo. Por el contrario, advierten que la caída de la economía será aún mayor que la que pronostica el FMI del 9,9%. La ubican cercana al 13%. Son los mismos que aseguran que resolver el tema de la deuda dará aire hacia adelante.

“Estamos muy cerquita de cerrar... estamos discutiendo en los bordes...Estamos tirando los últimos tiros”, confían en que la negociación llegará a buen término. Consultados sobre el caso Vicentin dicen estar en condiciones de encontrar una salida market friendly sobre la base del modelo YPF.

“El AMBA hoy es Wuhan”, bajan de manera dramática. Pero se preparan para la llegada del día después.

Los sectores más moderados de la oposición política consideran que la post pandemia demandará de acuerdos y consensos muy fuertes y sin exclusiones. Opinan que cuando el oficialismo se mete en la grieta y fogonea desde ahí, la gente reacciona. Observan que hay una muy baja tolerancia social a los comportamientos extremos. Admiten que en las dos fuerzas mayoritarias hay polos radicalizados y que el “vamos por todo” no logra fluir.

Conscientes de que lo que se ve hacia adelante es “pura pérdida”, de que nada de lo que viene es bueno, son varios los referentes de Juntos por el Cambio que se predisponen a alinearse a la par del Gobierno.

Los que tienen esta mirada creen que el 41% que votó la oposición no se expresó a favor de Mauricio Macri sino en contra de CFK y que ese sentimiento está consolidado y resiste el avance las “ideas locas” que fatigan desde el Instituto Patria y sus adyacencias.

En este sector, que intenta reordenar desde el centro de Juntos por el Cambio, se tiene el convencimiento que mientras haya muertos en el parte diario no hay espacio para hacer especulaciones políticas. Que no da, que hay que acompañar y bancar.

Opinan que hay que salir cuanto antes de la grieta y que las mayores dificultades políticas que hoy enfrenta Alberto Fernández provienen del interior de su propio espacio.

Convencidos de que hoy se gobierna sobre la incertidumbre de lo desconocido y que para afianzarse en el liderazgo hay que aceptar la vulnerabilidad que trajo la pandemia.

“No hay plan en el Gobierno porque el plan de Alberto Fernández es distinto al que tiene Cristina Fernández de Kirchner”. Es una mirada, claro, desde un espacio de la oposición que advierte que mientras el Presidente carga con las duras decisiones que impone el avance de la pandemia, el kirchnerismo avanza sobre el esquema de poder, donde ya controlan el Poder Legislativo, parte del Poder Judicial o organismos clave como la ANSES, La AFI, la AFIP, la UIF y el PAMI.

Desde el sector industrial se coincide muy fuerte en algo: solo se sale hacia adelante sobre la base de acuerdos fuertes y construcción de consensos. Todos juntos.

“Vicentin es un error que no se puede repetir”, dicen por lo bajo los más recatados. Se perdió mucha credibilidad con tanta ida y vuelta sobre una cuestión tan sensible. “Los empresarios nos pasamos el 80% de nuestro tiempo explicando la Argentina”, comentan. Esperan con ansiedad se resuelva el tema de la deuda. Por el momento son cautos. Solo unos pocos días pasaron entre la reunión que los pesos pesados de la industria y el empresariado tuvieron con el Presidente y el anuncio de la expropiación que por el momento no llegó a ser.

“Hoy tenemos que estar más unidos que nunca. Hemos dejado a un costado toda diferencia política: Les pido que nos ayuden”, dijo Alberto Fernández al anunciar las restricciones que se vienen. El virus está imponiendo su rigor y la clase política reconoce sus limitaciones.