Los dos desafíos de la educación en cuarentena

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Nos encontramos protagonizando un tiempo para el que nos estábamos preparados pero, ¿es razonable que no lo estuviéramos?

Bill Gates alertaba sobre este peligro allá por 2015 en una imperdible charla TED, pero no le hicimos caso. Podríamos recordar aquí el dicho: “No hay sorpresas sino sorprendidos”.

Hace varios meses arrancó una epidemia en la lejana China pero, quizás por lejana y ajena, la ignoramos y no nos preparamos. Rápidamente pasó a las, cultural y físicamente, más prójimas Italia y España, pero seguimos ignorando el peligro hasta que comenzó a explotar exponencialmente y observamos con horror cómo colapsaban sistemas sanitarios mucho más desarrollados que el nuestro.

El gobierno nacional, con apoyo de la casi totalidad del arco político, decidió rápidamente poner el país en cuarentena priorizando la salud sobre la economía, como una clara opción por la vida. No es objeto de esta columna analizar cómo se logra el equilibrio para que lo que no mata la pandemia lo termine matando el hambre. Ruego a Dios ilumine a nuestros gobernantes para encontrar esa armonía cuanto antes.

La experiencia de educar en cuarentena

Quisiera mirar el fenómeno desde la escuela. Nuestra organización escolar tampoco estaba preparada para algo así. Sin embargo, desde el primer momento nos hemos atrevido a aprender como sistema educativo.

Destaco el trabajo, compromiso y entrega de docentes y no docentes. Soy testigo de larguísimas jornadas que exceden por mucho su horario habitual. Debemos incluirlos en nuestro aplauso diario de las 21.

Valoro la paciencia de tantos padres para acompañar este proceso de aprendizaje institucional y reacomodamiento a la nueva realidad, y las ganas con las que están ayudando a sus hijos en estos momentos. Soy consciente que les está llevando mucho más tiempo y esfuerzo, sumado al desafío de poder compatibilizar vida familiar, laboral y escolar. ¡A no bajar los brazos!

Celebro a nuestros estudiantes que no se están dejando abatir por una realidad que desconcierta y exige una enorme capacidad de adaptación al cambio. ¡Disfruten la aventura de aprender!

Destaco, valoro y celebro sin desconocer las cada vez más evidentes desigualdades sociales, económicas y, consecuentemente, de acceso a bienes y servicios esenciales para la vida en el siglo XXI. Que una cantidad muy importante de nuestros niños y adolescentes no tengan acceso a internet en sus casas agiganta una brecha que ya era enorme.

Séneca decía que “no hay viento favorable para el barco que no sabe a dónde va”. Pasado el frenesí con el que encaramos las primeras semanas de educación en casa, es fundamental que nos preguntemos como escuela, ¿cuáles son los objetivos que perseguimos en este tiempo?

Conforme señalan numerosos expertos en educación, la escuela en cuarentena no puede ni debe pretender reproducir las mismas prácticas sostenidas en las condiciones habituales, como así tampoco perseguir los mismos aprendizajes.

Desafíos y oportunidades pedagógicas de la cuarentena

Entonces, ¿qué y cómo debemos hacer en este tiempo? Tenemos dos grandes desafíos: la pedagogía de la cercanía y la continuidad pedagógica.

Sin importar la realidad de nuestros alumnos (situación familiar, capacidad de contención y referencia que recibe de su mundo adulto en el hogar, capacidad de conectar con la oferta educativa de su escuela, entre otros aspectos), es vital que como escuela podamos estar cerca de ellos y acompañarlos. Que puedan experimentar, hoy más que nunca, “acá está tu maestro/a para caminar a tu lado”. La dimensión socio-emocional se hace, en cuarentena, un deber educativo irrenunciable.

Permitirles a los estudiantes sostener ciertas rutinas, mantenerse conectados con su entorno escolar, dialogando con las distintas áreas del conocimiento, investigando y desarrollando al máximo sus capacidades, deberá ser, conforme a las propias oportunidades de cada familia y su escuela, un pilar de la educación en cuarentena.

No es un dato menor el extraordinario crecimiento en autonomía que se observa en numerosos estudiantes frente a esta experiencia. Estoy convencido de que esa autonomía vino para quedarse y de que es una buena noticia.

Es un lugar común hablar de crisis como oportunidad. Es nuestro desafío hacer que eso suceda. La pandemia nos regala una oportunidad inmejorable para traer la realidad a la escuela. Suele ser un reto enorme la motivación de los estudiantes, siendo impresionante la cantidad de información que circula hoy en nuestros hogares y que ilustra y fortalece las distintas áreas del conocimiento. Aprender a valorar la vida, el cuidado de la salud, extrañar a nuestros afectos, valorar la libertad de transitar cuándo y a dónde queramos, cuidar el medio ambiente, son perlas para el trabajo y debate con nuestros estudiantes.

En este tiempo inédito de escolaridad desde casa (con aulas pero sin paredes) estamos descubriendo un nuevo concepto de presencialidad. Cuando nos encontramos con nuestros estudiantes en un Meet, un Zoom o cualquier otra plataforma que nos permite vernos y escucharnos a pesar de que estamos cada uno en un espacio diferente y remoto, ¿no estamos, acaso, presentes?

Por último, cuando volvamos a una nueva normalidad o habitualidad (la anterior no existe más y no regresará) deberemos dedicar un tiempo importante a la reconstrucción vincular y pedagógica. Entonces, sí, habremos hecho de la crisis una oportunidad.

El autor es director general del Colegio Pilgrims´ sede San Isidro y ex secretario de Gestión Educativa de la Nación.