Mercosur: una decisión perjudicial e incomprensible

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La Argentina, en su historia moderna reciente, viene arrastrando una enorme facilidad para la construcción de relatos, épicas y gestas heroicas con poco o ningún sustento en los hechos y magros o nulos resultados para el país. El caso de la reciente salida de las negociaciones por parte de la Argentina del Mercosur se inscribe en esta tendencia.

Lo que no está claro aún es la verdadera intencionalidad detrás de esta temeraria decisión.

En su alocución frente a los otros países miembros del Mercosur, los representantes de la Argentina hablaron sobre la voluntad de integración con el resto de los estados miembros de la región, mencionando desde Roque Sáenz Peña a Juan Domingo Perón por sus gestiones, para luego dar paso al “liberalismo y al libre comercio”, supuestamente causantes de todos los males de nuestro país y justificativo originario para que Argentina no participe más de las conversaciones para la construcción de acuerdos de libre comercio. Se aludió, además, a la situación global del COVID-19 y a la necesidad de proteger al aparato productivo y a los argentinos.

Pero dejemos las tergiversaciones históricas de lado, para pasar a discutir el punto neurálgico de la cuestión.

¿A qué se opone la Argentina? ¿A la idea de buscar nuevos mercados y abrirse al comercio internacional? ¿Se supone que aquellos países que se cierran al comercio internacional, crecen y reducen la pobreza?

Si esto fuera cierto, la Argentina -uno de los países mas cerrados del mundo y de la región- debería poseer indicadores de pobreza decrecientes, mejor distribución del ingreso, números de desempleo a la baja y otros tantos indicadores con números positivos. No parece ser el caso.

Si un analiza cuáles fueron los países subdesarrollados o con bajo nivel de desarrollo que lograron reducir los niveles de pobreza, no encontraremos en ese listado naciones cerradas al comercio internacional. No lo veremos en los casos de Corea del Sur, Taiwán o Singapur. Tampoco en Australia, Nueva Zelanda y Canadá.

Argentina ya es uno de los países con menos comercio de la región y del mundo, muy por debajo que Chile, Perú y Colombia.

Es un país en constante necesidad de dólares y así y todo, ¿nos negamos a buscar nuevos mercados para colocar nuestros productos?

Otra pregunta sería si esta situación supone que la apertura al mundo debe ser indiscriminada. La respuesta es no. Claro que no. Debe ser gradual, pensada y diseñada como una política de Estado. Justamente por eso en el texto del acuerdo UE-Mercosur los sectores industriales competirían de manera paulatina en un plazo de 15 años, con tiempo para que en conjunto con el Estado nacional, provincial y municipal, cámaras empresariales y sindicatos pudiera prepararse para resolver los problemas de competitividad de la industria nacional.

Para ser más claros. En el caso en que se firme un acuerdo entre Canadá y los miembros del Mercosur (sin Argentina), ¿quién tendrá más facilidad para vender sus productos en ese mercado? ¿Serán los miembros participantes del acuerdo o nuestro país?

Lo mismo ocurrirá con respecto a la inversión extranjera directa. ¿Dónde invertirían las empresas? ¿En Argentina o en países con acuerdos con Japón, India, Corea del Sur y Singapur?

Las consecuencias de esta decisión son: menos exportaciones, menos inversiones, menos puestos de trabajo formales y mayor pobreza. Y ocurrirán justo en el momento en que estamos enfrentado una recesión mundial sin tener capacidad de hacer política contracíclica alguna.

La política exterior debe ser una política de Estado por antonomasia. Esta decisión da por tierra con la política de Estado más importante de nuestros 37 años de democracia, que es la integración regional. Pero además tensa las relaciones con nuestro principal socio comercial en la región.

La ruptura virtual del Mercosur es perjudicial para la Argentina desde el punto de vista estratégico, político y fundamentalmente económico.

Suponer que no tendrá impacto en la forma en que nos relacionamos con Uruguay, Paraguay y Brasil resulta poco entendible.

Debajo encontramos una pregunta más profunda sobre el modelo de desarrollo de la Argentina, que hace 70 años se encuentra en decadencia, cerrada al mundo y con bajo nivel de intercambio comercial.

Si no podemos aprender de los resultados obtenidos, difícilmente podremos algún día implementar políticas de Estado exitosas para despertar el potencial de desarrollo de la Argentina, que no es otra cosa que dar oportunidades de mejorar la calidad de vida de las generaciones presentes y futuras de manera sostenible.

El autor es presidente de la Fundación Pensar