¿Estamos preparados para enseñar a distancia?

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El universo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) ha modificado en poco tiempo, nuestra manera de comunicarnos, relacionarnos, estudiar, trabajar y acceder a la información que necesitamos. Hoy contamos con telefonía celular que nos permite estar interconectados en redes, tenemos correos electrónicos, chats, notebooks y tablets y accedemos a datos e informaciones a través de la búsqueda en plataformas especializadas, ya sea para estudiar, conocer, entretenernos, trabajar o simplemente explorar.

Los más influenciados por este fenómeno son los niños y los jóvenes. Ellos son parte de esta nueva galaxia que es la tecnología que vino para cambiar nuestros modos de interacción humana.

En Argentina, asistimos repentinamente a vivir en un nuevo escenario social, en el cual el aislamiento prevalece como premisa central para sostener la salud y la supervivencia. No hubo tiempo de prepararse ni de adaptarse a este reto, más allá de lo que las realidades internacionales nos mostraban, el sufrimiento humano provocado por su crisis sanitaria fruto del coronavirus. Esto llevó acertadamente al gobierno nacional de Argentina a suspender las clases presenciales. He aquí el gran reto, ¿cómo adaptar nuestra enseñanza a sistemas únicamente de modalidad a distancia?

Aquí estamos hoy. Pensando escenarios, estrategias y procedimientos para seguir dando respuesta a las exigencias que nos presenta nuestra vida personal, social, laboral y productiva. Desde la teoría de la complejidad podemos pensar respuestas integrales a temas concretos como lo es este que hoy vivimos. En esa complejidad es como podemos explicar este fenómeno impensado en esta escala.

Desde la política pública de la educación creo que nos enfrentamos a 4 desafíos principales:

Enseñar de todo a todos a través de recursos tecnológicos asincrónicos y sincrónicos.

Ayudar a los docentes a que puedan hacer un uso creativo y atractivo de los entornos virtuales para enseñar priorizando capacidades.

Despertar y sostener el interés de niños y jóvenes en el aprendizaje mediado por tecnología.

Garantizar el acceso, la permanencia y el aprendizaje efectivo de todos. Para lo cual es imprescindible tener al menos dos computadoras en las casas sabiendo que hoy padres y madres ante el aislamiento, trabajan con ellas. Y los niños que no van a la escuela necesitan las computadoras para seguir el desarrollo de sus clases. Tema sustancial a pensar tanto en gobiernos como en entidades privadas.

Es ciertamente una oportunidad estar frente a esta situación humana límite que nos hace inventarnos y repensar nuestros modos de enseñar para hacerlos accesibles y sostenibles en el tiempo que se requiera.

Hace tiempo que desde la educación formal, se presentan diagnósticos que consideran que no tenemos un adecuado sistema de educación digital, por la desigual oferta educativa provincial, en esto de los recursos federales que nunca tienen la cultura suficiente para tener un plan integral de calidad con equidad para todo el país.

Desde la década del 90 a hoy ha habido un esfuerzo por incorporar tecnología, se compraron recursos, se equiparon escuelas de un modo inequitativo, se capacitaron docentes, se pensaron cambios curriculares que incluyan la educación digital y se invirtió mucho dinero. Sin embargo el impacto en términos cuantificables, no está seriamente medido ni evaluado. Cabría preguntarse qué y cómo se enseña con tecnología en las escuelas hoy y qué impacto genera la tecnología y en el aprendizaje de los niños y jóvenes. ¿Lo sabemos?

Lo que sí sabemos es que la tecnología en el contexto en el que vivimos ahora, aporta una serie de beneficios que ayudan a los docentes a optimizar la eficiencia y la capacidad de mostrar desempeños creativos por parte de niños y jóvenes. Según la Unesco: “Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) pueden contribuir al acceso universal a la educación, la igualdad en la instrucción, el ejercicio de la enseñanza, el aprendizaje de calidad y el desarrollo profesional de los docentes, así como a la gestión, dirección y administración más eficientes del sistema educativo”.

En la UCA la inclusión y uso cotidiano de la tecnología digital es un reto central que nos está permitiendo mayores niveles de interacción entre docentes entre sí y entre estudiantes y profesores. Ya sea en clases sincrónicas usando Zoom u otros recursos o en clases asincrónicas en las que la agudeza de la búsqueda de herramientas de punta nos permite optimizar los recursos de enseñanza, mejorar la calidad de las planificaciones y sobre todo promover una enseñanza digital basada en capacidades para saber hacer con ciencia y con conciencia.

La coyuntura nos reclama hoy a las Universidades y a las escuelas respuestas rápidas frente a exigencias diversas. El diálogo entre los contenidos, las estrategias, las capacidades a enseñar, no logra aún integrarse armónicamente en los planes de educación digital. Si bien hay experiencias interesantes que podrían mapearse a nivel local y federal para tener información sustanciosa y poder con ella tomar decisiones y emprender cursos de acción, nos falta recorrer el camino de la sincronicidad planificada y evaluada con desempeños evidentes por parte de los estudiantes. Y nos falta garantizar que todos los estudiantes y todos los docentes accedan al recurso y puedan estar interconectados en forma habitual.

Considero finalmente que la clave es la capacidad de recrear el conocimiento, con sentido crítico, ser fuertes y resilientes para afrontar coordinados y seguros este nuevo reto que nos convoca y solidarizarnos humanamente para resistir y superar este momento.

La autora es directora del Departamento de Educación de la UCA y directora de la colección Formación Docente de Editorial Kapelusz