Un día infame: vimos el desprecio a uno de nuestros mayores tesoros

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Los jubilados se agolparon en la puerta de los bancos para cobrar sus haberes
Los jubilados se agolparon en la puerta de los bancos para cobrar sus haberes

Este viernes 3 de abril en Argentina debería ser recordado como el día en que nos saltamos todas las normas de un acuerdo social, de un esfuerzo colectivo, pero por sobre todas las cosas del día en que nos olvidamos de cuidar uno de los tesoros que tiene nuestra sociedad: las personas mayores.

El país (y el mundo) fue testigo de filas interminables de personas mayores, retirados, frente a los bancos buscando cobrar su jubilación. Personas que podrían ser nuestras madres y padres, nuestros abuelos o vecinos, aquellos que con su esfuerzo nos permiten disfrutar de la sociedad que hoy tenemos gracias al esfuerzo de toda una vida. Esto que se vivió en las calles y que a la mayoría nos tocó vivirlo por los medios de comunicación tiene y tendrá sus costos. Hemos visto personas mayores desvanecidas, llorando, angustiadas y sufriendo. ¿Cómo cuantificar esa tristeza? Pero, además, se rompió una medida de confinamiento social que hoy sabemos es una de las dos medidas efectivas para que la curva de contagio sea mas lenta: el distanciamiento social. Lo más terrible de esto que hay datos para saber que esto ocurriría y no se tomaron medidas de prevención.

Nueve de cada diez personas mayores de nuestro país perciben un haber jubilatorio, esto significa que están bancarizados. Según datos del Ministerio de Desarrollo Social solo 1 de cada 3 personas mayores de 60 años en nuestro país utilizan cajeros automáticos. De quienes no utilizan cajeros, el 42% dicen que prefieren la atención personalizada de la ventanilla. Otro 20% dice que le resulta complicado o no entiende el uso de este, un 20% dice no tener tarjeta de débito y solo un mínimo porcentaje menciona el miedo al robo. Esto podría haber sido subsanado por, entre otras medidas, un calendario de pago escalonado y un esquema de atención programado frente al cierre de los bancos que se resolvió entre sindicatos, cámaras y gobierno. Se olvidaron de la población en detrimento de una ventaja para pocos. El Gobierno se durmió y ya no vale el enojo del señor Presidente.

El 17 de marzo pasado, en este mismo medio publiqué un escrito donde alertaba de los riesgos que corríamos en países como el nuestro. La realidad, de la mano de la desigualdad y la falta de empatía social se encargó de recordarnos que esos riesgos dejan de serlo cuando se convierten en realidad. En el mientras tanto, el Gobierno se afana en buscar asesoría con un grupo mayoritario de infectólogos cuando la pandemia dejó de ser un tema medico para convertirse en una situación social. Seguimos apelando a la visión del cíclope ante la necesidad de un análisis más vasto como el que se requiere. A ello hay que agregarle la liviandad de quienes, desde la gestión, achacan la masiva salida de personas a la calle de hoy en la mala interpretación del mensaje o quien sabe en cuantas otras razones que no soportan el más mínimo juicio crítico. Cinismo se llama. ¿Acaso pensaron en sus madres, padres o abuelos si fueran quienes están apremiados por la necesidad del cobro?

Ayer en Argentina se vivió lo que en España fue el 8M con las masivas manifestaciones en la calle que luego supimos, aceleraron la tasa de contagio. Hace días que España tiene cifras superiores a los 800 fallecimientos por día. ¿Será que el 3 de abril nuestro es el equivalente del 8M español? Nunca lo sabremos. Argentina carece de un registro confiable de datos, pasó con la inundación de la ciudad de Santa Fe en 2003 y con la de La Plata en 2013 ¿por qué hoy debería ser distinto?

Hechos como los que se vivieron este 3 de abril no admiten retórica partidaria. Nos confrontan con lo que nadie dice, pero muchos piensan. Son el reflejo de la crueldad, del sálvese quien pueda en momentos donde el altruismo y la compasión por el prójimo son fundamentales. Vimos el desprecio a nuestros mayores, a nuestra memoria. Escribo desde el dolor. Dejamos en el desamparo a quienes nos albergaron y nos acompañaron de niños/as. Ellos, ya se sabe, lo viven con resignación. El país debería vivirlo como un día infame.

El autor es profesor titular de Medicina en la Escuela Superior de Medicina de la Universidad Nacional de Mar del Plata.