No podemos darle la espalda a la economía del conocimiento

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Desde finales del siglo XX, los países del mundo se lanzaron en una nueva carrera de desarrollo. Los servicios basados en el conocimiento irrumpieron en la dinámica global iniciando un proceso de transformación de las reglas económicas y legales: cada Estado busca ofrecer mejores beneficios e incentivos para la instalación y crecimiento de las empresas innovadoras. El tren del desarrollo avanza y nadie quiere quedarse afuera.

Sin embargo, mientras todos los países compiten entre sí tratando de captar a estas nuevas formas de industrias tecnológicas, el Gobierno Nacional parece decidido a ponerlas en duda. En su discurso ante a la Asamblea Nacional, Alberto Fernández dejó en claro que no es una prioridad de su gobierno apoyar ni sostener la seguridad jurídica de estos emprendimientos.

De hecho, viene haciendo todo lo contrario. Suspendió la aplicación de la Ley que buscaba impulsar al sector y envió una reforma al Congreso que incluye una delegación arbitraria de los parámetros de la estabilidad fiscal que sostenía la norma, durante el gobierno de Cambiemos.

El universo del conocimiento es la rama más dinámica de nuestra economía. Entre 2007 y 2017, el empleo en las industrias asociadas creció un 65% más que en el resto y sus ventas aumentaron cinco veces por encima de la media, lo que representa actualmente el 8% del total de las exportaciones. La estabilidad en las reglas de juego es esencial para la previsibilidad de las futuras inversiones. ¿Por qué poner en riesgo tanto progreso?

Es necesario pensar en una diversificación de la matriz productiva nacional con nuevos componentes capaces de superar o complementar la producción agropecuaria que tanto caracterizó siempre a la Argentina. Potenciar esta industria es una decisión estratégica para superar la histórica restricción externa de nuestro país, potenciando otras fuentes de divisas.

Tenemos los recursos, la capacidad y el potencial como país para ser líderes regionales en el sector que hace tiempo se muestra como la clave de la economía de este siglo. En plena crisis climática, apostar a una industria ambientalmente sustentable es contribuir a una economía más limpia.

Desde la Ciudad estamos haciendo grandes esfuerzos para generar las mejores condiciones posibles. Recientemente sancionamos la adhesión a la estabilidad fiscal, y creamos el Parque de la Innovación, un ámbito para el máximo desarrollo del sector, similar a lo que tienen ciudades como Barcelona o Medellín.

En este mismo sentido, presenté diferentes iniciativas que buscan seguir aumentando la cantidad de herramientas de Buenos Aires para acelerar y potenciar la maquinaria de intercambios y colaboración público-privado en proyectos de investigación y desarrollo científicos, técnicos y tecnológicos. Desde el Estado se puede hacer mucho para incentivar la sinergia necesaria entre empresas, las universidades y fuentes de financiamiento.

La apuesta a la innovación, el fomento de la industria basada en el conocimiento y el desarrollo de empresas tecnológicas modernas deben ser decisiones estratégicas de Estado, transversales a los gobiernos y partidos políticos. El Presidente no puede poner en riesgo esta oportunidad que tenemos sólo para contrastar con la gestión de Macri. Mucho menos si se trata de una acción de revancha contra la Ciudad de Buenos Aires por su falta de apoyo electoral.

Entender la relación entre el Estado y el privado en estos regímenes de fomento como una mera transferencia de recursos es ignorar las herramientas que tiene el Estado cuando toma la decisión de fomentar un área estratégica. La colaboración entre ambos sectores es necesaria para el crecimiento del sector aumentando los proyectos público-privados.

Del mismo modo, es fundamental incorporar a las universidades en estos procesos de relacionamiento e intercambio, atraerlas a los programas de financiamiento y a ser sede de equipos de investigadores. Si el Presidente quiere revalorizar la universidad pública, entonces la economía del conocimiento es la aplicación productiva del gran capital de pensamiento que ahí se concentran.

La economía del conocimiento nos va a permitir insertarnos en el mundo con nuestra propia impronta, haciendo uso de nuestros recursos y generando trabajo y desarrollo para impulsar el crecimiento en áreas estratégicas para potenciar a toda nuestra economía. El agro, el sector energético y la industria alimenticia necesitan mucho de inversión en innovación, por mencionar algunos ejemplos. Este Gobierno tiene que entender que, si le damos la espalda, perdemos todos los argentinos.

No debe haber grieta en las estrategias para explotar nuestras potencialidades. Todos podemos llegar a la conclusión de que pensar en el mediano y largo plazo es un ejercicio necesario para la planificación de políticas públicas. Siempre será una buena idea invertir en ciencia, tecnología y técnica. No nos bajemos del tren ahora.

El autor es diputado porteño por la Coalición Cívica ARI.