El Frente de Todos, ante el desafío de conservar la unidad

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Alberto Fernández y Cristina Kirchner (Luciano Gonzalez)
Alberto Fernández y Cristina Kirchner (Luciano Gonzalez)

No pocos analistas y comentaristas habituales de la política en los medios y en las mesas de café especulaban -en muchos casos sin un ápice de fundamento racional- que los primeros meses de gobierno de Alberto Fernández iban a ser el final de la unidad en el peronismo. Para los defensores de dicho “pronóstico”, los primeros meses del 2020 tenían pre-impresos la fecha de caducidad para el espacio resultante del trabajoso proceso de unidad que permitió la confluencia entre Cristina Kirchner, Alberto Fernández, Sergio Massa y otros líderes políticos del justicialismo hasta hace poco tiempo atrás enfrentados.

Si bien no debe perderse de vista que la política está siempre en movimiento y el futuro es incierto y no está jamás escrito, los resultados hasta el momento están bastante lejos de la tormenta que anunciaban algunos agoreros. En épocas en las que la recuperación económica demanda grandes esfuerzos colectivos, la política, esta capacidad de generar acuerdos y mantener vital el Frente de Todos, parece ser la clave para transitar los primeros meses del gobierno con un peronismo que se mantiene unido.

Unidad para ganar

Con su aparición en el escenario público, su sorpresiva postulación y su posterior triunfo, Alberto Fernández logró cortar una racha desastrosa para cualquier espacio político, que, por definición, tiene como objetivo ganar elecciones. En rigor, el kirchnerismo no ganaba las elecciones a nivel nacional desde 2011 cuando Cristina renovó su mandato. Desde entonces, fueron tres elecciones nacionales (una presidencial y dos legislativas), casi ocho años de derrotas consecutivas, las que terminaron de buenas a primeras.

Si bien los fenómenos políticos y sociales no existen explicaciones mono-causales, es decir que remitan a un solo factor para explicar el por qué pasó lo que pasó, a todas luces hay dos variables que influyeron ampliamente en el resultado electoral de 2019: la economía y la política.

La gestión de Macri no quedará en la memoria de los argentinos por haber sido un tiempo de tranquilidad para el “bolsillo”. Ya sea por la suba incontrolable de los precios (53% de inflación en 2019), la recurrente y estruendosa devaluación del peso frente al dólar (de 15 pesos en 2015 a 60 pesos en 2019), la pérdida del poder adquisitivo del salario, y el acelerado aumento en las tarifas de servicios públicos. La discusión –y el malestar de muchos electores- en este último punto no remite a si había o no que subir las tarifas, sino a la velocidad con la que se hizo y la falta de sensibilidad para discriminar positivamente quien podía pagar más y quién no.

La segunda explicación que ayuda a entender cómo Macri se convirtió en el primer presidente de la historia argentina que, con posibilidades legales de ser reelecto, no lo consiguió, remite a una explicación política. En otras palabras, el juego de alianzas, consensos y acuerdos ausentes anteriormente en el peronismo, derivaron esta vez en una oferta electoral concentrada y potente.

Desde 2013 el peronismo se presentó a elecciones con ofertas muy fragmentadas, entre las que se encontraban dos sectores con importante caudal electoral, representación e inserción territorial: el Frente Renovador y el kirchnerismo. En dicho año, el resultado había favorecido a Sergio Massa, siendo el ganador de la contienda en la provincia de Buenos Aires con su candidatura a diputado de la Nación. En 2015 el resultado no lo acompañó, y la polarización entre el oficialismo -por entonces el kirchnerismo- y Cambiemos, desplazó al tigrense a un tercer puesto, dirimiéndose la elección en un ajustado ballotage entre Macri y Scioli. Un escenario muy similar se vivió en la elección legislativa de provincia de Buenos Aires en 2017, donde la polarización desplazó a Massa a un tercer lugar, siendo Esteban Bullrich y la propia Cristina Kirchner, quienes se enfrentaron en una puja ajustada en la categoría de senadores nacionales. Allí, por primera vez en su historia, la ex mandataria perdía una elección en la que se presentaba.

Sin embargo, en 2018 y con los resultados de la derrota legislativa aun presentes, diversos sectores del peronismo llegaron a la conclusión sobre qué es lo que se necesitaba para ganar, aun en un contexto económico desfavorable para el oficialismo. “Con Cristina no alcanza, pero sin ella no se puede”, expresó Alberto Fernández por febrero de aquel año logrando una síntesis y anticipando parte de la estrategia, la cual, con el paso de los días, se iría materializando hasta llegar a las definiciones de cara a los comicios de 2019.

La unidad durante la gestión

Gobernar no es igual que ganar elecciones. Ya sea por el cotidiano desgaste que representa la gestión pública o las estrategias comunicacionales que durante ella hay que desplegar para remontar los tumultuosos y cambiantes vientos de la opinión pública, el ejercicio del gobierno requiere ser tratado en sus particularidades y desafíos.

Si bien la unidad parece haber superado la instancia electoral y mantenerse en el ejercicio del gobierno, esto no se debió a la ausencia de algunas fricciones o entredichos al interior del oficialismo.

En los últimos días, los enfrentamientos –a esta altura públicos- entre la ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic y el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, han provocado toda clase de especulaciones. Tal fue la escalada de sus hostilidades que quienes tuvieron –oportuna y al parecer efectivamente- que intervenir para apaciguar el pleito fueron, ni más ni menos, el presidente Fernández y el gobernador Kicillof. Si bien la tensa relación entre ministros parece haber bajado considerablemente sus decibeles, cabe remarcar que lo interesante fue la diligencia con la que dos mandatarios abordaron las rispideces.

Algo similar había sucedido antes con relación a las declaraciones del Jefe de Gabinete respecto a que no existen “presos políticos” en Argentina, lo que si bien fue confrontado por varios Ministros, recibió el respaldo del propio presidente ante un prudente silencio de la vicepresidenta.

Está claro que gobernar la Argentina o cualquiera de sus provincias es una tarea que por momentos se torna un esfuerzo titánico. De más estaría agregarle a dicha empresa el tener que lidiar con focos de conflicto interno generado en muchos casos por mezquindades, intereses sectoriales o algún tipo de especulación política. El “fuego amigo” existió siempre y sin dudas lo seguirá haciendo, es consustancial a la política misma, la diferencia radica en poder abordar estos potenciales conflictos con rapidez para poder contener cualquier principio de crisis.

El futuro de la unidad

La experiencia Cambiemos fue reveladora en cuanto a las dificultades que, en el funcionamiento diario, puede enfrentar una coalición. Lo que en 2015 pareció un armado eficiente y una vital coalición electoral, nunca logró consolidarse como coalición de gobierno, y fue desmembrándose a medida que la gestión generaba rispideces.

El radicalismo, que había aportado su extendida organización e inserción territorial necesarias para el triunfo, fue excluido de los lugares donde se decidían los lineamientos de la gestión; mientras la Coalición Cívica de Elisa Carrió se auto recluyó en el Congreso de la Nación. Así las cosas, de una mesa electoral de tres patas, solo se gobernó con una y como puede esperarse de una estructura así, no logró mantenerse estable por mucho tiempo.

Los disensos son parte esencial de la política democrática, incluso al interior de los espacios políticos. La unanimidad generalmente no existe, y por lo general, esconde disciplinamiento y autoritarismo. En cierto sentido, reconocer la faz agonal de la política es hablar de su vitalidad. Y ello vale incluso hacia el interior de una organización política o coalición de gobierno.

En este marco, el éxito y la longevidad de una coalición política no tiene que ver con la ausencia de discusiones y discrepancias internas, sino por la capacidad de sus líderes para detectar y dirimir los conflictos que puedan horadar la identidad de la coalición.

*Sociólogo, consultor político y autor de “Comunicar lo local” (Parmenia, 2019)

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