Un acto que no debería ser necesario

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Este martes nos convocó una nueva marcha que nace desde el dolor más profundo, el inesperado, el que creemos ajenos cuando vemos en las noticias a desconocidos que relatan, desgarrados, el sufrimiento, la impotencia y el vacío que conlleva convertirse en víctima. Esa conversión que sucede en un instante, que nos toma de imprevisto, que nos pone en un lugar que nunca nadie elegiría, tanto así que hasta evitamos imaginar. Que no nos permite prepararnos, y que nos impone una vida diferente a la conocida, que se convertirá en una nueva vida, y en la que además de aprender a sobrellevarla con el dolor de la pérdida habrá que aprender que a la justicia no hay que esperarla sino más bien ir a buscarla.

Duele que sea así. No debería ser de esta manera. Pero si miramos un poquito para atrás, vemos que cada causa que llegó a obtener un mínimo de justicia, lo logró por el impulso de las víctimas, mucho más cuando éstas son acompañadas por el conjunto de la sociedad, y esto, indefectiblemente sucede cuando los medios se hacen eco. Es por eso, que lo primero que buscamos las víctimas es amplificar su voz en la TV, en la radio, en algún periódico, tratando de despertar en el cuerpo social esa cuota de empatía que permita que su causa no quede en el olvido.

Convocatorias como la de hoy deben interpelarnos como sociedad. Absolutamente convencida que empujan el proceso judicial para que avance, (ningún juez que se siente observado por el conjunto de la ciudadanía deja dormir el expediente en un cajón), sigo sintiendo que las víctimas deberían poder hacer su duelo sin atravesar por todo lo que implica pedir justicia en nuestro país.

La Justicia debería avanzar más allá de lo mediático de un caso, de la conmoción social que generó el mismo, de la cantidad de gente que se convoque para pedir la resolución de una causa. La Justicia debería hacer su trabajo sin necesidad de padres destrozados pidiendo acompañamiento.

Una plaza colmada, miles de argentinos pidiendo justicia por Fernando. Si miramos una foto aérea parecería un solo cuerpo pidiendo justicia, basta de violencia, basta de impunidad. En mi caso, caminando por la plaza, pude ver (como me ha pasado en otras ocasiones) que ese cuerpo unificado en el reclamo, eran cientos de historias individuales, la mayoría de ellos con su dolor, con su remera estampada con la cara de un ser querido, con el cartelito de su propia búsqueda de justicia. Caminar por estas plazas conmueve, emociona, duele. Víctimas que acompañamos a otras víctimas, pedimos justicia por Fernando y pedimos justicia por Lucas, por Gustavo Sanchez, por Paulina Lebbos….y podría enumerar cientos de casos que tan solo hoy estaban allí. El dolor de muchos aunado en un pedido que no deberíamos estar haciendo, en un acto que no debería ser necesario. Quienes imparten justicia deberían avergonzarse al ver estas plazas llenas de ciudadanos que entendieron la lógica que nos han impuesto. Las víctimas y los ciudadanos que asistimos a cada una de estas convocatorias debemos sentir que cumplimos con la obligación ciudadana de no dejar solos a quienes nos necesitan, esperando que algún día esto deje de ser así.