Mejor hablar de ciertas cosas: los desafíos de comunicar la economía

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Axel Kicillof, Alberto Fernández y Cristina Kirchner (Presidencia de la Nación)
Axel Kicillof, Alberto Fernández y Cristina Kirchner (Presidencia de la Nación)

En una Argentina que necesita mostrar rápidamente algunos síntomas de reactivación económica, el presidente Alberto Fernández y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, tienen a la economía entre las primeras preocupaciones de su agenda. En particular, la compleja resolución del tema de la deuda que, tanto en Provincia como en Nación, constituye el principal peligro en el campo minado que dejó el macrismo, fundamentalmente por su efecto condicionante sobre las políticas económicas y la soberanía monetaria.

Junto con los mecanismos técnicos y de política económica abocados a resolver un clásico problema argentino como es el de sellar un compromiso que genere confianza con los acreedores externos, la comunicación está lejos de pasar a un segundo plano. En este sentido, el desafío que tiene el Gobierno es definir cómo hablarles a los ciudadanos, en este contexto de incertidumbre, sobre un tema que, a priori, no resulta seductor en términos comunicacionales: la economía.

La política en la vida cotidiana

Los latinoamericanos refuerzan cada vez con mayor seguridad una idea desafiante para el sistema representativo actual. Creen que la política no está enfocando sus esfuerzos en el conjunto de la sociedad –intentando articular y compatibilizar los naturalmente disímiles intereses que en ella cohabitan- sino que prioriza las preferencias de un sector.

Si bien esta creciente percepción entre los electores es un terreno fértil para el desembarco de la antipolítica y los nuevos liderazgos como el de los denominados outsiders, lo cierto es que la crítica larvada admite replantearse los términos de la representación clásica: ¿para qué elegimos y financiamos políticos si estos velan solo por el interés de un sector?

Hay quienes esgrimen que, más allá de las usuales promesas incumplidas y el patrón recurrente de frustración de las expectativas ciudadanas, un factor del distanciamiento entre los electores y sus dirigentes está vinculado con la débil o ineficaz comunicación que en la actualidad se genera entre ambos. El diagnóstico se vuelve más complejo cuando además entendemos que la política, para la mayoría de las personas, es algo secundario en sus vidas.

Si bien se pueden generar diversos abordajes frente a este panorama, lo que está claro es que los dirigentes políticos y los gobernantes deben ser tan activos como cautos en materia de comunicación si no se quiere profundizar la distancia, el descontento y el rechazo de los electores respecto a la política. En términos comunicacionales, la forma en la cual se vincula la política y la sociedad es, quizás como nunca antes en nuestra historia, una tarea cada vez más estratégica y pormenorizada.

No vale lo mismo hacer X que Y. Los electores pendulan entre el escaso interés que les genera la política y la tutela permanente sobre aquellos hechos particulares que les interesan, los indignan, les generan esperanza y también miedo. Basta que algún escándalo político se destape para que los electores -smartphone en mano- tuiteen lo que sienten, sepan quién es el funcionario protagonista del escándalo e incluso se interioricen en su trayectoria política. Pocas cosas como los escándalos vuelven tan conocido, en un tiempo corto, a cualquier político.

Sin embargo, en estos tiempos uno de los principales desafíos de la política radica en discernir qué hacer con la comunicación cotidiana. Cuando ganar es un objetivo ya alcanzado, gobernar es hoy más que nunca comunicar. Por eso decir que “se gobierna bien pero se comunica mal” es tan falaz como pensar que una buena comunicación puede de alguna manera “camuflar” la ineficacia gubernamental.

¿Hablar de economía?

La economía es, sin duda, un tema difícil de abordar para los políticos. Hasta hace algunos años, previo a que los consultores hagan su desembarco en la arena política argentina –antes de la década de 1980-, la economía se explicaba extensamente. Quizás los canales predilectos por los políticos de aquel entonces eran los institucionales (boletín oficial, comunicados de prensa, etc.) y las entrevistas con los medios de comunicación tradicionales como la prensa escrita, la radio y la incipiente televisión.

Con el tiempo floreció la idea de que sobre economía no hay que hablar y que nada merece la pena ser explicado. La justificación para este abismal cambio vino de la mano de los estudios ligados a las neurociencias y la psicología cognitiva: la atención es escasa, nos interesan fenómenos de nuestra vida cotidiana y priorizamos lo que se entiende fácilmente antes que lo técnico y complejo.

Parte del paradigma comunicacional que rigió durante la gestión de Cambiemos -impreso en gran medida por Jaime Durán Barba- consistió en exacerbar esta tendencia a la no explicación permanente de las medidas económicas a los electores. “Como nada les importa, nada se les explica”, podría ser una máxima de dicho modelo en el cual comunicar emociones e intimidades de la vida privada son los pilares que pretenden sustituir los mensajes de contenido político y económico.

Sin embargo, ante la debacle del gobierno de Macri, parece quedar claro que lo que parecía ser una de sus fortalezas, la comunicación, terminó siendo una parte de los problemas de una gestión ineficaz para abordar los problemas de los argentinos. Así, quienes señalan las impericias en este campo, argumentan que una de las causas fue la escasa explicación sobre la compleja situación en la que asumió el ex presidente en 2015 y el motivo de las medidas económicas que tomaba.

¿Hay necesidad de explicar? La respuesta es que sí, pero, parafraseando al grabado que yacía en el umbral del oráculo de Delfos, “nada en demasía”. La explicación es tan importante como entender en qué medida hacerlo. La sociedad atraviesa un malestar evidente respecto a sus padecimientos económicos. Los cientistas políticos suelen augurar que cuando una sociedad no está satisfecha en términos económicos, el oficialismo gobernante es quien pagará los “platos rotos” en la próxima contienda electoral. Cabe remarcar que, si bien no siempre la sociedad castiga o premia pensando –o sintiendo- la economía, es observable a lo largo de nuestra historia que cuando la economía cae, los oficialismos son arrastrados con ella: 2011 fue la última elección, tanto ejecutiva como legislativa, ganada por un oficialismo con excepción al 2017. En total, se trata de dos elecciones ejecutivas y una legislativas en las cuales quien gobernaba sucumbió, entre otros factores, por la situación económica.

Los acertados pasos del gobierno

Con el resultado electoral del domingo 27 de octubre el axioma de “no explicar nada” que regía en la comunicación de Balcarce 50 comenzó a dejarse de lado. Casi en tándem, tanto la fórmula ganadora de la presidencia de la Nación como el gobernador electo de la provincia de Buenos Aires comenzaron ese mismo día a contar una suerte de “estado de situación” sobre las cuentas heredas por sus respectivos gobiernos, que el gobernador bonaerense no dudó en calificar como “tierra arrasada”.

Adelantarles información a los electores suele ser una táctica eficiente para poder generar consenso –o por lo menos reducir disensos- respecto a futuras medidas. Es una suerte de “yo te avisé” –como dirían Los Fabulosos Cadillacs-, pero también una forma de que los votantes entiendan por qué el gobierno les está pidiendo que hagan los esfuerzos que están haciendo. Está claro que a nadie le cae simpático percibir un aumento en tarifas de servicios básicos, pero entender qué es lo que origina el aumento (la causa) y cuál es el objetivo –sobre todo si es legítimo y compartido-, son elementos comunicacionales indispensables. El fondo importa tanto como las formas: no alcanza un buen motivo, hay que comunicarlo de forma efectiva.

Hay ciertos momentos de la historia electoral en los cuales las personas eligen un gobierno para que solucione los desbarajustes de la economía, y con ello le mejore su calidad de vida. En esa titánica tarea, la comunicación es una aliada indispensable. A contra letra de lo que decía el genial Luca Prodan, líder de la banda Sumo, mejor hablar de ciertas cosas.

*Sociólogo, consultor político y autor de “Comunicar lo Local” (Parmenia, 2019)