Un desafío y una oportunidad para el sindicalismo argentino

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Alberto Fernández en la CGT (Foto: Maximiliano Luna)
Alberto Fernández en la CGT (Foto: Maximiliano Luna)

En su primera visita a la sede de la CGT, el presidente electo Alberto Fernández planteó la necesidad de instalar en el emblemático edificio de la calle Azopardo “un centro tecnológico para la educación de los trabajadores”. Esa afirmación conlleva un diagnóstico exacto acerca del punto neurálgico de la problemática social en la Argentina y el mundo de hoy.

La vertiginosidad de los cambios científicos y tecnológicos y su inevitable impacto en el mundo del trabajo, en los hábitos culturales y en la vida cotidiana en todas sus manifestaciones deja atrás el concepto de educación concebido como una etapa de la vida. Hoy la educación es un proceso de aprendizaje continuo que abarca a todas las edades y representa una nueva dimensión de la existencia humana.

El reciclaje permanente es el instrumento insustituible para la elevación de la calificación profesional de la fuerza de trabajo, requerimiento cada vez más insoslayable en una economía cada vez más dinámica y sofisticada. La vinculación entre el mundo de la educación y el mundo del trabajo, cruzados ambos por el vector tecnológico, es una necesidad acuciante en todas partes del mundo. Es también el único camino para reducir las desigualdades sociales y garantizar una auténtica igualdad de oportunidades para todos.

En la Argentina de hoy, esta tarea de educación permanente de la sociedad adquiere una dimensión social tan trascendente como la que tuvo en su momento la legislación laboral que impulsó el peronismo entre 1945 y 1955.

El Estado tiene aquí una responsabilidad indelegable, especialmente en la reorientación del gasto social y educativo y de los múltiples programas públicos de recapacitación laboral.

Pero, por su naturaleza y magnitud, esta cruzada educativa de nuevo tipo estaría condenada al fracaso si quedase limitada única y exclusivamente a la acción estatal. Es indispensable el protagonismo de la sociedad civil, a través de las miles de organizaciones sociales que configuran ese extenso tejido solidario que enorgullece a los argentinos.

En este punto corresponde un papel decisivo al sindicalismo argentino, que por su capacidad organizativa y su experiencia en materia de capacitación laboral de sus afiliados está en condiciones de transformarse en el principal actor de este esfuerzo de autoeducación colectiva de la sociedad, en beneficio del país entero y en particular de los propios trabajadores.

Así como hace más de 40 años el sindicalismo encaró, y a su modo resolvió, el problema de la atención de la salud de los trabajadores, suscitado por la virtual quiebra del sistema estatal, en esta nueva etapa histórica está llamado a asumir la misión de impulsar este salto cualitativo en la formación profesional de los trabajadores.

Afortunadamente, desde hace años las organizaciones sindicales vienen empeñándose en la capacitación profesional de los trabajadores. El año pasado, la CGT presentó un libro titulado “Sindicatos y Formación Profesional en Argentina”, donde está sintetizada una experiencia extraordinariamente valiosa.

En tal sentido, cabe mencionar la intensa acción desplegada por la Fundación UOCRA y por la Universidad Metropolitana del Trabajo (UMET). En la misma dirección, el gremio de empleados de comercio acaba de inaugurar un Instituto de Inteligencia Artificial para el Nuevo Desarrollo Argentino, coordinado por Aldo Carreras, cuyo acto inaugural incluyó una exposición de Gustavo Béliz, quien durante su reciente trayectoria en el BID se reveló como un profundo conocedor de esta problemática.

Pero a la creciente aceleración de los cambios tecnológicos exige que esa acción se multiplique exponencialmente y pase a erigirse en una verdadera “política de Estado”, diseñada con la participación de las organizaciones empresarias, potenciada con el empleo intensivo de las nuevas tecnologías, que facilita la educación a distancia, y articulada con el conjunto del sistema educativo, en especial con la Universidad Tecnológica Nacional, creada en 1948 por Perón como Universidad Obrera Nacional.

A tal efecto, resulta indispensable diseñar una estrategia integral para esta vastísima tarea de reconversión individual y comunitaria que permita enfrentar estos nuevos desafíos, no sólo en lo que tienen de acechanzas sino también de oportunidades. En las actuales circunstancias, la definición de esta política podría constituir una de las prioridades más urgentes para el futuro Consejo Económico y Social.

En un reciente documento, titulado “Hacia una Revolución de la Educación y del Trabajo”, el Foro del Peronismo del Siglo XXI plantea las bases de una propuesta para avanzar en esa dirección, que configura -en términos cualitativos- la más valiosa de las inversiones sociales, porque redundará en beneficio de la competitividad de nuestra economía y en el mejoramiento de las condiciones de vida de los argentinos.

*El autor es miembro del Foro del Peronismo del Siglo XXI