De la crisis se sale con más política

Compartir
Compartir articulo
El presidente electo Alberto Fernández (REUTERS/Luis Cortes)
El presidente electo Alberto Fernández (REUTERS/Luis Cortes)

Los mercados, luego del pánico injustificado en el que cayeron el lunes post PASO, lentamente han entendido que Alberto Fernández no es el norcoreano Kim Jong Un y todo proceso político, más aún en la situación en la que se encuentra la Argentina, se deberá dar en un contexto de racionalidad y pragmatismo.

Sin entrar en los aspectos operativos, ha trascendido que a nivel estratégico la administración entrante busca una suerte de acuerdo o pacto social amplio, que contenga al gobierno nacional y las administraciones provinciales, en conjunto con las empresas y los sindicatos, como principales actores.

El desafío es difícil, pero loable. La experiencia internacional demuestra que los países que lograron establecer políticas de largo plazo, dentro del consenso de los principales actores de la sociedad, han tenido resultados exitosos en materia de desarrollo y modernización.

Se mencionó como ejemplo el caso del “milagro portugués”, pero el mismo fue producto no tanto de decisiones internas, mas allá del sacrificio de la sociedad portuguesa, sino el resultado de un severo programa externo establecido por la troika europea.

Pero un caso que merece ser visto con atención es el caso de Irlanda. La pequeña isla británica se encontraba en una situación similar, si no peor, que la de nuestro país a fines de la década del 80. El establecimiento de un gran acuerdo social llamado PNR (Program for National Recovery) entre el Gobierno, las empresas y los sindicatos permitió establecer objetivos a largo plazo que transformaron económica y socialmente el país.

El acuerdo logró que el país creciera durante más de una década a tasas superiores al 8% promedio anual (lo que llamaríamos “tasas chinas”), que las cuentas fiscales pasaran de tener un déficit del 9% del PBI a tener un leve superávit total y un superávit primario mayor al 4% del PBI, como así también la reducción del desempleo hasta llegar al 6% y una caída de la deuda pública del 150% del PBI al 25%.

Pero claro que para esto se necesita política. Mucha política.

La experiencia demuestra que la economía se subordina a la política y esto, en gran medida, ha sido la causa del fracaso de la gestión del actual oficialismo. La endogamia política que no permitió entender otras miradas o escuchar otras voces, e incluso el desprecio por sus propias espadas políticas, tales como Emilio Monzo o Rogelio Frigerio, configuraron un desdén por la política que le costo muy caro en términos electorales.

Ahora bien, también es cierto que la política, al igual que la economía, se maneja por expectativas. Es por ello que el correcto manejo de las expectativas políticas de la sociedad y de los principales actores políticos es clave para lograr que la articulación de un pacto social amplio que sea exitoso en el cumplimiento de sus objetivos

La articulación y responsabilidad de este pacto no puede quedar disuelta en distintos organismos, grandes o pequeños, con decenas de funcionarios que deban optar entre la visión de conjunto y la administración de su propia cartera. Tampoco la responsabilidad puede caer sobre un eventual jefe de Gabinete de Ministros, quien, si bien tiene la responsabilidad de articular todas las carteras de gobierno, el alcance de dicha responsabilidad es el día a día.

Para el éxito de este pacto social, es necesario que la responsabilidad del alcance de control y autoridad recaiga sobre el presidente Alberto Fernández, quien carga con la legitimidad del voto popular que le otorga el poder político necesario para llevar adelante este trabajo.

No obstante, la característica de largo plazo y permanencia en el tiempo de los objetivos del plan de acción que resulte de este pacto necesita de un organismo que se encuentre alejado de la coyuntura diaria y que pueda cumplir específicamente con los asuntos estratégicos de largo plazo del Estado.

En este sentido, es interesante ver la experiencia del vecino Brasil. En el inicio de su segunda gestión, en 2007, el presidente Lula nombró a Roberto Mangabeira Unger como secretario de Planeamiento a Largo Plazo, un organismo de gobierno que eventualmente se transformaría en el Ministerio de Asuntos Estratégicos. Este organismo, con la misión de identificar las mejores oportunidades estratégicas para el desarrollo, hizo importantes contribuciones en materia de acuerdos regionales de integración, los cuales potenciaron el liderazgo de Brasil en Latinoamérica.

Un organismo de estas características, aggiornado a nuestra propia idiosincrasia y con dependencia directa del Presidente, puede establecer una agenda estratégica a futuro y a la vez articular los acuerdos locales para establecer los objetivos y compromisos de desarrollo.

Porque si hay algo que la Argentina entendió, es que la salida no es con menos política, sino con más de ella.

El autor es abogado, licenciado en Finanzas y trabaja como consultor.