Cómo se construye un líder político

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En tiempos de crisis, como los que una vez más estamos viviendo los argentinos, una de las inquietudes que aparece en la sociedad se relaciona con la cuestión del liderazgo político. ¿Quién es la persona o el equipo político capaz de gestionar y facilitar los procesos de cambio y transformación que el momento exige?

En esos contextos, muchos argentinos tomamos conciencia de que gobernar, administrar o gestionar no son lo mismo que liderar un proyecto de país, y por ello solemos poner gran expectativa en la emergencia de una especie de superhéroe (o superheroína), que con algún tipo de poder supra natural sea capaz de sacar al país de la situación en la que está. Sin embargo, la historia nos muestra una y otra vez que el liderazgo es un fenómeno que ocurre cuando personas ordinarias, producen resultados extraordinarios con los recursos que tienen a su disposición, en contextos complejos y desafiantes como los que ofrece la Argentina.

De este modo, el desafío del liderazgo político en nuestro caso no pasa por encontrar a una persona de cualidades extraordinarias, sino que ocurre en la emergencia de un hombre, una mujer o un equipo que sean capaces de escuchar y entender el complejo de intereses y necesidades de los distintos actores sociales en este momento, para luego poder sintetizarlas en una visión compartida de futuro que no solo incluya, sino que integre todas esas miradas. Luego, aparecen los desafíos de gestión y administración relacionados con la implementación de los acuerdos sociales y políticas que nos lleven a ese lugar.

Esta propuesta de liderazgo político, muchas veces entra en tensión con el proyecto político de los distintos candidatos y partidos políticos, porque requiere de enrolar a la sociedad en objetivos y proyectos que trascenderán su mandato. Crear e inspirar visiones compartidas sociales, requiere de líderes que sean más grandes (en sus capacidades emocionales y de estadista), que el desafío que deben enfrentar. Es por ello que fenómeno del liderazgo político es tan escaso en todo el mundo y por nuestros lares.

Quien sea elegido en las elecciones generales, si además de gobernar la Argentina decide liderarnos en un proyecto de cambio y transformación que nos saque de la crisis actual y nos lleve a un lugar de mayor grandeza y bienestar, deberá operar en dos niveles. Uno relacionado con su propio liderazgo personal, o su necesidad de crecimiento, aprendizaje y mejora personal constante, que lo habilite para afrontar y gestionar sus desafíos del día a día. Y el otro relacionado con su liderazgo colectivo, o capacidad para escuchar, integrar e inspirarnos en una visión compartida de proyecto de país. El liderazgo nunca alcanza, porque los desafíos siempre se van renovando, en su temática y magnitud.

¿Qué le proponemos al próximo presidente? Que “entrene” su liderazgo. Aquí le presentamos algunas pistas:

A nivel del liderazgo personal, uno de los desafíos más comunes que suele inhibir la emergencia del liderazgo en el campo político, tiene que ver con la fuerte necesidad de intensificar el “ego” que tienen nuestros dirigentes. Más allá de la característica personal en cada caso, entendemos que esto tiene que ver con los niveles de hostilidad propios del contexto en el que deben operar, minado de “enemigos” tanto en sus internas como desde sus competidores o incluso desde los distintos factores de poder social. La estrategia frente a ello suele ser la de hacerse fuertes, creando un “personaje” ante tantas amenazas. Sin embargo, esta armadura se convierte en una gran carga a la hora de adaptarse para asimilar los cambios de contexto, y de producir nuevas ideas y acciones personales que esos cambios requieren.

Algunos ejemplos de cómo funciona este poderoso inhibidor del liderazgo personal pudimos verlo en la insistencia casi irracional de Cristina en sostener las famosas cadenas nacionales, cuando no hacían más irritar a la mayoría de la población, o en la declaración de Mauricio en la entrevista que le hizo Mario Vargas Llosa, cuando en medio de la crisis generada en su mandato, respondió que su propuesta sería seguir haciendo más de lo mismo, e incluso más rápido.

En este marco, quien asuma el próximo gobierno -en la medida en que pretenda liderar un proceso de cambio y crecimiento para nuestro país- deberá desarrollar y entrenar habilidades relacionadas con la flexibilidad y adaptabilidad personal al cambio, de modo que tenga disponible tanto aprender de sus propios errores –para repararlos y no volver a cometerlos-, como generar nuevas soluciones frente a eventuales cambios del contexto.

A nivel de su liderazgo colectivo, quien asuma los destinos de la patria tendrá también grandes desafíos por delante. El primero de ellos –como decíamos más arriba-, tiene que ver con la decisión de pasar de un proyecto político a un proyecto de país. Gobernar implica la gestión de dos niveles de problemáticas, las coyunturales – muchas de ellas, urgentes-, y las estructurales y estratégicas. A nivel colectivo, liderar tiene que ver con la capacidad de ver un país que aún, e inspirarnos a todos en esa visión. Luego, el gran desafío será el de implementar los primeros pasos que nos lleven hasta allí. Y decimos primeros pasos, porque un proyecto de país trasciende necesariamente un mandato de gobierno.

Sin embargo, en el barro de la política este cambio de foco suele crear tensiones al interior de los espacios políticos. Eso sucede porque lo que le conviene al partido, coalición o factor de poder que apoya al político, no siempre es lo que le conviene al país. Resolver este dilema es clave para la emergencia del liderazgo desde su rol colectivo.

Finalmente, el otro gran desafío del liderazgo colectivo en la política tiene que ver con la implementación de las acciones necesarias para producir cambios y mejoras a través de la conjunción de la estructura del estado con los otros integrantes de la comunidad (empresas, sindicatos, organizaciones sociales y no gubernamentales). Uno de los grandes inhibidores que identificamos a la hora de generar resultados, tiene que ver con los bajos niveles de colaboración, producto de la desconfianza y de la falta de práctica de políticas de estado que se continúen más allá del gobierno de turno.

El liderazgo es un fenómeno necesario para las sociedades que necesitan o quieren avanzar hacia el futuro, resolviendo las crisis y sus conflictos asociados. Ponerse la camiseta de líder transformador requiere de un conjunto de habilidades que personas con sensibilidad y apetencia de poder, pueden aprender.

Conclusión: 1) mejorar el ego (de modo que les permita aprender y adaptarse), 2) tener una mirada y una emocionalidad más grandes que los desafíos que Argentina propone, 3) proponer un proyecto de país (que nos integre a todos) y 4) por último promover la colaboración multisectorial, para hacer que nuevas cosas pasen. ¿Necesitan entrenarse en estas competencias Macri o Fernández?

Los autores son profesores de la cátedra de Liderazgo de la UCEMA y coaches políticos.

Las opiniones expresadas son personales y no necesariamente representan la opinión de la UCEMA.