Qué se puede esperar del debate presidencial

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Todo listo para el debate presidencial (Adrián Escandar)
Todo listo para el debate presidencial (Adrián Escandar)

A menos de 15 días de una elección que podría definir el futuro titular del Poder Ejecutivo por los próximos cuatro años, el debate presidencial previsto para la noche de este domingo se presenta como un evento relevante en esta particular campaña electoral de baja intensidad que se viene desarrollando tras el “vendaval” de las PASO.

La significativa diferencia porcentual entre Alberto Fernández y Mauricio Macri (49,49% a 32,93%) configura un panorama muy difícil de revertir para el Presidente en ejercicio y líder de la coalición Juntos por el Cambio. Sin perjuicio de que muchos consideran que la suerte ya está echada, los principales candidatos y sus equipos preparan sus estrategias para la cita: mientras Fernández espera una performance que le permita conservar el posicionamiento favorable obtenido en las PASO, el oficialismo aspira a que un rol privilegiado de Macri contribuya a revertir el resultado, y los otros candidatos a obtener una visibilidad y protagonismo que no lograron construir hasta.

¿Sirven los debates?

Desde el histórico debate televisado entre John F. Kennedy y Richard Nixon en 1960, que tuvo un fuerte impacto no sólo en los 70 millones de espectadores sino también en los votantes, los debates –sobre todo los presidenciales- han sido progresivamente adoptados en todo el mundo.

No se trata de una herramienta exclusiva de las democracias avanzadas, sino también de una práctica ampliamente extendida en las aún jovénes democracias de la región. Es más, en algunos países como Brasil, Colombia o México, los debates presidenciales desde hace varios años -incluso décadas- son obligatorios y están regulados por ley.

Sin embargo, esta “cultura del debate” no ha logrado consolidarse aún en Argentina, donde si bien los debates presidenciales son obligatorios a partir de la elección actual, los antecedentes más recientes los alejan del ideal democrático de un pretendido ejercicio deliberativo y fuente privilegiada de información para los electores, para convertirlos en verdaderos monólogos en los que los candidatos repiten -durante los pocos minutos disponibles- el libreto de su publicidad electoral, apenas matizados por chicanas y guiños mediáticos.

La contienda de 1989 parecía ser el escenario propicio para que el primer debate presidencial argentino tuviera lugar. Sin embargo, el candidato Carlos Menem rehusó a la invitación que Bernardo Neustadt y el candidato radical Eduardo Angeloz le hicieron para debatir en el programa televisivo Tiempo Nuevo. Dicha ausencia dio origen al conocido efecto “silla vacía”, el cual reza que los candidatos que están ganando en los sondeos de opinión pública no asisten a los debates por miedo a perder su caudal electoral.

Así, hubo que esperar hasta el balotaje dl 2015 entre Daniel Scioli y Mauricio Macri, para ver un debate presidencial en Argentina que, organizado por organizaciones no gubernamentales e instituciones educativas, inauguró una nueva práctica política en nuestro país y coadyuvó a su consagración legislativa.

Así, a diferencia del que tuvo lugar en 2015, el encuentro entre los candidatos es obligatorio y la ausencia de alguno de ellos a la cita tendrá como sanción la quita del espacio publicitario en medios de comunicación. Un motivo más para evitar un nuevo efecto “silla vacía”.

Una pregunta recurrente sobre la necesidad de hacer o no debates electorales es su utilidad. La politóloga británica, Pippa Norris señala que los debates hacen su aporte a las tres funciones básicas de una campaña electoral: legitimar el sistema democrático, fijar la agenda de temas y persuadir al electorado.

Si bien diversos estudios esgrimen que los debates no resultan tan influyentes en el electorado como sí lo son los mensajes emitidos en spots y otras piezas publicitarias, el hecho de que los electores puedan ver a los candidatos juntos, debatiendo, en un mismo lugar y sin los aditivos audiovisuales que propician los spots, resulta beneficioso para la decisión electoral.

Sin embargo, la pregunta en realidad encierra una “trampa”: los debates “sirven”, pero … ¿para quién?”.

El desafío de debatir hoy

De alguna manera, los debates simulan el ágora griega, ese espacio común de intercambio discursivo en el cual el arte de la retórica podía beneficiar o perjudicar a los exponentes. Sin embargo, el ganador o ganadora de los debates modernos no es quien esgrime mejores argumentos, chicanas o quien tenga la mejor imagen (juventud, belleza, carisma), sino en realidad quien mejor ejecute su estrategia previamente diseñada.

En el caso de Alberto Fernández su gran ventaja es que ya no deberá intentar polarizar con Macri –lo que posiblemente hoy beneficiaría más al actual mandatario-, sino en mostrarse “presidencial” y por encima de la tan mentada “grieta”, dejando la confrontación a cargo de los otros candidatos participantes. Cabe remarcar que la diferencia de puntos alcanzada en agosto sin duda lo posiciona en un lugar más que confortable. Esto, todavía más, sabiendo que ningún debate electoral en la historia revirtió 20 puntos de desventaja.

Por el lado de Macri está claro que su presencia en el debate motivará el ataque por parte de varios –sino la mayoría- de los candidatos. La economía sigue siendo su gran punto débil, a lo cual seguramente decidirá contraponerle un mensaje motivador, depositando las esperanzas en el futuro de un segundo mandato. Seguramente se mostrará con un tono más autocrítico que el que evidenció tras conocerse el resultado de las PASO, aunque no resignará la estrategia de buscar reforzar permanentemente el contraste entre él y el kirchnerismo, intentando resucitar viejos fantasmas de la gestión de Cristina Kirchner para incomodar a Alberto.

Seguramente la noche del domingo abundarán los análisis en relación al debate y la performance de los candidatos. Sin embargo, no hay que perder de vista que los debates no se ganan en el set de televisión sino en el living de los hogares. Por ello, serán los electores quienes diriman el ganador del debate, aunque por cierto esto no necesariamente se traduzca en votos.

*Sociólogo, consultor político y autor de “Comunicar lo local” (Parmenia, 2019)