Un Papa que molesta y da esperanza

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El papa Francisco (Photo by HO / VATICAN MEDIA / AFP)
El papa Francisco (Photo by HO / VATICAN MEDIA / AFP)

Expulsión, deforestación y apropiación no son cosas nuevas

No se vaya a pensar que el extractivismo, los incendios, la tala excesiva de los bosques o la apropiación de las tierras, la minería a cielo abierto ni el daño a las poblaciones nativas son prácticas exclusivas de los tiempos actuales. Ni de América Latina.

Hasta la Edad Media, Europa era una región poblada en gran parte por bosques y selvas. Y en esa época los monarcas o señores feudales establecían severas sanciones contra los que dañaban los bosques llegándose a la pena de muerte. "Manda el Rey que non pongan fuego para quemar los montes, e al quelo fallaren faziendo quel echen dentro”, decía una orden del Rey Alfonso X en el siglo XIII, cuando recorría los montes y selvas de Asís Giovanne di Pietro Bernardone. La gran deforestación de la Europa preindustrial llegó en los siglos XVI a XVIII. Entonces Europa se transformó en una vasta extensión rural. También los excesos sucedieron en el siglo XIX y XX en América del Norte y Canadá y en las últimas décadas China con su ingreso al desarrollo industrial por la demanda de papel y el avance del monocultivo. Según la ONU, África registra en la actualidad un ritmo de deforestación el doble de rápido del resto del planeta. Claro que esos daños no pueden justificar más daños como sería la desaparición de la Amazonia o del Congo.

El sínodo de la Amazonia

En la mañana de este domingo comenzó en Roma y hace unos días el Cardenal Porrás, un venezolano arzobispo de Mérida, que será uno de los que lo presidan, antes de partir hacia allá dijo: “Este Papa resulta molesto, pisa callos y no teme”.

Molesto y esperanzador

Claro que antes de ser una molestia el Papa es un signo de esperanza. Un signo de esperanza para los pueblos indígenas ancestrales y para todas los pueblos de aborígenes o criollos que viven en el Amazonas; para sus identidades, sus cosmovisiones religiosas y culturales; para su seguridad y “buen vivir”; es una esperanza para la selva, las criaturas animales y vegetales y la biodiversidad; para el agua; para el hermano río y para las naciones que forman parte de la región; una esperanza casi desesperada para la madre tierra que sufre.

A quienes molesta el Sínodo

El Sínodo que se inició hoy claro que molesta. A los ruralistas colombianos, brasileros, venezolanos y de las demás tierras que se dedican a prender fuego a los bosques con daño a la selva y a sus habitantes; molesta a las empresas nacionales o transnacionales dedicadas a la tala indiscriminada; molesta a los contrabandistas de estupefacientes y al tráfico de personas u otras empresas criminales; molesta a las multinacionales dedicadas a la extracción a gran escala de oro, coltán, bauxita, caolín y otros minerales; a quienes derraman mercurio, cianuro y otros productos gravemente tóxicos para la contaminación de los suelos y lagos, ríos y otros cursos de agua; molesta a las más de dos mil explotaciones existentes en seis de los nueve países que forman parte de la región: Brasil, Bolivia, Ecuador, Colombia, Perú y Venezuela; molesta a los funcionarios que llenan sus alforjas mirando para otro lado.

¿Qué les molesta?

Molesta la pretensión del Santo Padre de oír el latido de esta parte de la tierra latinoamericana. Despertar las conciencias. Hacer que todo el mundo se implique, vea y evalúe. Que todo el mundo actúe. Respetando y haciendo respetar la vida de los seres humanos y demás criaturas que habitan el inmenso bosque, preservándolo y promoviendo su desarrollo sostenible. Abrir esos caminos hoy obstruidos no solo por los grandes intereses. También por nosotros. Porque “las actitudes que obstruyen los caminos…van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas” (LS, 14). Cada uno desde su lugar. Y muy en especial los gobernantes.

¿Qué medidas deberían tomar los gobiernos?

Esperamos que la respuesta surja de las asambleas sinodales. Algo nos dice el cardenal citado: "Hace poco menos de 20 años asistí en el ámbito del CELAM, con autoridades de conferencias episcopales a una reunión para tratar el tema de la minería. Se propuso una 'ley-marco’ a todos los parlamentos de América Latina con sólo dos artículos para garantizar que la inversión destinada a la explotación maderera o minera en la región, respetara las mismas normas de ecología a las que las compañías o consorcios transnacionales están obligadas a observar en sus países de origen. Ningún congreso respondió…”.

Y sigue despejada la gran avenida por donde transita la asociación de empresas vandálicas y gobernantes venales implicados en las actividades extractivas, en la deforestación y en la apropiación de tierras.

Una solidaridad universal nueva para un desarrollo sostenible

Dos expresiones que el Papa subraya: una “nueva solidaridad universal” (LS 14) y un objetivo central “reparar entre todos el daño causado” y posibilitar “un desarrollo sostenible” de todas las personas y de toda la persona (San Paulo VI, Populorum Progressio, 14). El espíritu del Concilio Vaticano II y de la Popolorum Progressio plasmado en Laudato Sí será el del sínodo que hoy se inicia. En medio de la oscuridad de la noche en el documento preliminar (disponible en la web) se puede ver la brillazón de la ciudad de Dios que Francisco llama “ecología integral”. Hacia ahí vamos.