Recuerdos del futuro

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El kirchnerismo apostó a una imagen moderada para sumar muchos votos en las primarias. Escondió a su jefa política y nos presentó a un Alberto Fernández que rechaza las posiciones extremas. El relato exigía algunos retoques a la verdad histórica, pero como no se trataba de un líder político que la mayoría de la sociedad tuviera presente, pudo pasar como un dirigente nuevo, destinado a refrescar la política.

Pero no hay que escarbar demasiado para que esa imagen se desvanezca. Si el Frente de Todos gana las elecciones presidenciales, la máscara se va a caer más temprano que tarde. Incluso si le concedemos algo de sinceridad a las manifestaciones de moderación de Fernández, es poco probable que pueda mantener su eventual gobierno dentro de esa tesitura por la presión de los sectores kirchneristas duros.

Algunos ni esperan a ganar las elecciones para recordarnos quiénes son y qué pretenden. En las últimas horas hemos tenido dos ejemplos muy elocuentes. El primero es el de la presidente de la agrupación kirchnerista Justicia Legítima, Cristina Caamaño, quien propuso reformar la Constitución para, entre otras cosas, “democratizar la justicia”. Ya sabemos lo que esa expresión significa en la neolengua del kirchnerismo: someterla enteramente al Poder Ejecutivo. Es lo que intentaron hace unos años, durante la segunda presidencia de Cristina Kirchner, la del “vamos por todo”, cuando lograron que el Congreso sancionara un paquete de leyes con esa finalidad, que la Corte Suprema declaró inconstitucionales en gran parte de su contenido.

La doctora Caamaño sostiene que la reforma también debería servir para reducir atribuciones del presidente y que, por ejemplo, no pueda contraer deuda sin la aprobación del Congreso. En los escasos momentos que le debe dejar su militancia, esta magistrada podría repasar la Constitución Nacional, cuyo artículo 75, inciso 4° establece como una atribución del Congreso “contraer empréstitos sobre el crédito de la Nación”. Los que se contraen con el FMI, como con cualquier organismo multilateral de crédito del que la Argentina sea parte, pueden ser decididos por el Poder Ejecutivo, ya que así lo autoriza la ley de administración financiera, sancionada durante otro gobierno del signo político que la doctora Caamaño defiende con energías dignas de mejor causa.

Como si eso fuera poco, salió de su letargo el ex Director de la Bibilioteca Nacional, Horacio González, uno de los principales intelectuales del kirchnerismo y uno de los redactores de los crípticos documentos de Carta Abierta. González aportó a la moderación estas declaraciones: “Hay que reescribir la historia argentina, pero no en esa especie de neoliberalismo inspirado en las academias norteamericanas de los estudios culturales, donde hay una multiplicidad graciosa y finita, sino que tiene que ser una historia dura y dramática, que incorpore una valoración te diría positiva de la guerrilla de los años 70″.

Si algo decidimos dejar atrás la enorme mayoría de los argentinos a partir del 10 de diciembre de 1983 fue no solo la violencia, sino la idealización de la violencia, de cualquier extremo ideológico del que provenga. Nada hay de positivo en matar seres humanos. Es siempre aberrante, pero lo es más cuando se lo hace en democracia. González demuestra una vez más que la doctrina de los derechos humanos es para la corriente que él representa nada más que una mascarada. Derechos humanos para los nuestros y aniquilamiento para el enemigo.

Y respecto del rol de Cristina Kirchner si el Frente de Todos ganara las elecciones también dejó interesantes reflexiones: ""Ella no puede ser una mera vicepresidenta porque fue ella quien abrió paso a esta nueva etapa. Esto no lo puede ignorar ningún político, sobre todo no lo puede ignorar Alberto Fernández".

Es decir que el kirchnerismo imagina a Alberto Fernández como un presidente solo formal, completamente subordinado a las determinaciones políticas de la jefa política del Frente de Todos. Dos escenarios se vislumbran en tal caso: 1) que Fernández acepte mansamente ese papel; 2) que lo resista. En la primera hipótesis, los deseos de hacer tierra arrasada del Estado de Derecho de Justicia Legítima y Carta Abierta se harán realidad rápidamente. En la segunda, el peronismo nos sometería una vez más a una lucha interna despiadada, de la que nada bueno puede surgir.

Las elecciones presidenciales no ocurrieron todavía. Son el 27 de octubre. Ese día no será la oportunidad de enviar mensajes o canalizar descontentos, sino de decidir si vamos a seguir viviendo en paz y libertad.

El autor es diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires (Cambiemos)