Alberto Fernández, entre el cielo y el infierno

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Alberto Fernández (Gustavo Gavotti)
Alberto Fernández (Gustavo Gavotti)

Alberto está feliz. Exhibe una sonrisa amplia, se lo ve entre sorprendido y contento. Hace tres meses ingresó en una nueva e impensada etapa de su vida. Es probable que nunca haya siquiera soñado vivir esta situación: llegar a la presidencia por más del 50% de los votos. Al menos ese es el cálculo de los que comparten su privacidad, sus allegados en la política y que ya parece convalidar con gestos, mohínes y actitudes el círculo rojo.

El paso por España lo muestra dejándose estar en la moldería de un traje presidencial. Ha comenzado a gozar del calor que arrima la proximidad del poder. Entre besos, corazoncitos y selfies se deja llevar por el curso de los acontecimientos.

Se muestra moderado pero consolida un discurso que genera ruidos. En Madrid volvió a la carga con un tema revulsivo: la judicialización de la política.

"Lo que está pasando Cristina Fernández de Kirchner ha sido una persecución sistemática que construyó teorías políticas para favorecer el procesamiento a los que no se les puede ganar elecciones (…) pero no voy a hacer nada por la libertad de nadie ni presionar a ningún juez", dijo.

También reconoció que "salir de la deuda será difícil" pero que lo suyo será cumplir y honrar los compromisos. "Eso sí, no pidan que lo hagamos a costa de los argentinos", agregó.

Parece bastante más fácil desalentar a los jueces, siempre sensibles a la cambiantes temperaturas del poder y, a los que ya Fernández advirtió que tendrán que dar explicaciones acerca de sus fallos, que pagar la monumental deuda pendiente sin que los argentinos pasamos por nuevos y sostenidos padecimientos.

Si la situación judicial de la Cristina Kirchner está en el eje de estas imprecaciones, la advertencia acerca de la manipulación judicial no puede quedar reducida a la muy vapuleada "doctrina Irurzun".

La aplicación efectiva de la prisión preventiva mientras tramita el proceso no alcanzó a CFK, quien resultó amparadísima por los fueros que, a capa y espada, le defendió en el senado Miguel Ángel Pichetto, por entonces jefe del bloque del PJ y ahora aspirante al mismo cargo que la ex Presidente desde la fórmula de Juntos por el Cambio. Las vueltas de la vida.

Puede que Fernández se esté preparando para enfrentar con su discurso los tiempos por venir. En los primeros días de noviembre, su vice, seguramente ya electa, deberá presentarse en Comodoro Py en el trámite de la causa de la obra pública. Un escenario muy poco apropiado para comenzar los festejos que la conducirán nuevamente al poder.

Liberar a CFK y a sus hijos de la pesadilla del multiprocesamiento judicial aparece como un requisito incómodo, urgente e insoslayable para quienes hoy sueñan con plasmar el regreso del peronismo unido y en paz al poder. Al menos eso es lo que se comprende y desprende de las comentadas expectativas de los que suponen que, liberada de tanta desgracia, Cristina pasará a cuarteles de invierno y, dedicada a disfrutar de hijos y nietos, y dejará avanzar a los albertistas hacia un destino de consenso, moderación y piedad para con propios y extraños.

Esta línea de pensamiento podría cerrar con el relato cristinista de ir por la construcción de "una nueva mayoría", pero se estrella con otros pasajes muchos menos afortunados como cuando acusó a Mauricio Macri de ser "un mal ser humano" tras aseverar que produjo la brusca trepada del dólar y la consecuente devaluación como una suerte de venganza personal contra los votantes, o cuando carga de manera implacable contra periodistas y medios.

Si CFK apaciguada dejará gobernar sin presiones a Fernández, o si el kirchnerismo convertirá su despacho en un infierno, es una pregunta todavía sin respuesta y motivo de desvelo para muchos.

Este entuerto puede intentar desentrañarse hurgando en los detalles de la conformación de esta fórmula tan sui géneris que ahora se apronta para llegar al poder.

¿Hubo alguna negociación entre los integrantes del binomio presidencial o simplemente Fernández aceptó el ofrecimiento bajo un estado de sorpresa, shock y deslumbramiento?

"Si soy tu candidato, vos me tenés que acompañar", dicen que le planteó el ganador de las PASO a la jefa política y espiritual del kirchnerismo en aquel inolvidable miércoles de otoño en el que lo sorprendió la buena nueva. Al menos eso es lo que aseguran los que acceden a la intimidad del ex Jefe de Gabinete.

Hasta ese momento, el ahora candidato, estaba empeñado a tiempo completo en la ejecución táctica del volver a unir al peronismo. Reencontrado con CFK, tras una década de helado distanciamiento sobre el final de 2017, Fernández se puso el overol y comenzó su trabajo.

Sin estructura ni aparato propio, se dedicó a aglutinar voluntades. Hizo su base en el "Grupo Callao", una suerte de "Grupo Calafate" del nuevo milenio que se fue cocinando a fuego lento en el resto Los Galgos, ubicado muy cerca del Congreso y sobre la avenida que inspiró su nombre. Una calle donde también tiene su sede, aunque más cerca de Recoleta, el estudio jurídico del ahora posible futuro presidente.

Santiago Cafiero lidera y contiene el espacio. Nieto de Antonio e hijo de Juan Pablo, dispone de una energía política que le es propia. Politólogo, militante e intelectualmente inquieto, hace varios años plantó una Unidad Básica a la que suele volver a cocinar de mano propia en su comedor y merendero.

A sus recién cumplidos 40 ya ocupó varios cargos públicos durante la gestión de Daniel Scioli y acompañó a Florencio Randazzo en el frustrado intento de unir al PJ en 2017. Un hecho que abortó cuando CFK, no dispuesta a ir a interna alguna se cortó sola formando la Unidad Ciudadana.

Fogueado en estas lides, Santiago Cafiero es ahora el jefe de campaña de Fernández. Una suerte de ángel de la guarda del candidato del Frente de Todos.

Para la gente de la mesa chica albertista, las PASO rompieron la grieta. Según esta mirada las urnas demostraron que el método de construcción política por la confrontación al que apeló Macri como herramienta electoral no funcionó.

"La grieta ya se termina", aseguran. Saben que hoy los desafíos pasan por otro lado. Tienen plena conciencia de que en el caso de asumir en diciembre, recibirán una sociedad lastimada, paralizada por la angustia y con poco resto para recrear vínculos de confianza.

Apuestan a modificar tendencias sin contar con recursos económicos. No será nada fácil, lo admiten. Reconocen que tendrán que poner la vara baja. Moderar las expectativas, aplacarlas. Realistas, son conscientes de que no podrá conformarse una nueva mayoría sin conseguir resultados económicos sostenibles en el tiempo.

Este tiempo impiadoso, no obstante, parece jugarles a favor. El Gobierno ha salido a atajar la crisis adelantando la aplicación de medidas económicas revulsivas para el ideario PRO y que Fernández tendrá que sostener y probablemente profundizar. Parte del trabajo sucio se recibirá hecho.

Acotar las expectativas de radicalización es parte del desafío. Con Juan Grabois fogoneando una trasnochada reforma agraria y desarrolladores techie nac and pop lanzando una app que geolocaliza propiedades listas para ser expropiadas o eventualmente ocupadas, la cosa se pone difícil para los moderados.

"La elección no sucedió", dijo este jueves Macri, quien montado en una montaña rusa emocional retomó el modo candidato alentando a "dar pelea". Aferrado a un hilito de ilusión milita por el balotaje. Argumenta que las medidas de Hernán Lacunza solo se justifican para la emergencia. No hay manera de salir a buscar votos si la cancha no está ordenada. Hay que meter en caja la macro, sostienen los más equilibrados del oficialismo. Lo suyo es un día a día.

En cualquier caso, Macri tiene que pagar los costo solo. Fernández no se dejará atrapar por el abrazo del oso con el que lo fatiga el oficialismo. Hay puentes de comunicación, pero cero empatía. No se pueden ver, nunca pudieron permitirse acercamiento alguno. Tienen muy mala química. Solo se trata de llegar a octubre.

El "sí, se puede" sigue confrontando con el "vamos a volver, a volver, vamos a volver".