La cercanía del fin de la gestión del gobierno de Macri y de la elección presidencial son dos argumentos que nos sirven de disparador para hacer un balance de la política exterior 2015-2019 y pensar los próximos años. Si bien es cierto que los temas de política internacional usualmente no fueron influyentes ni determinantes en las campañas presidenciales, el actual contexto mundial debería generar en los candidatos un llamado de atención y responder la pregunta: ¿hacia dónde vamos en materia de política exterior?
El actual gobierno, en cabeza de quienes fueron sus dos cancilleres, se esforzó en sostener discursivamente que su política exterior no estaría guiada por principios ideológicos sino prácticos. Esta definición la plantearon como contraposición a la política exterior kirchnerista, a la cual definen peyorativamente como ideologizada.
Está estudiado en la ciencia política que son cuatro las variables que guían la política exterior de un Estado presidencialista como el nuestro: el sistema de creencias del mandatario (cómo observan el sistema internacional); las creencias contextuales (lo que se percibe como probado) e instrumentales (vinculadas a la relación medios y fines elegidos para alcanzar determinados objetivos) y las presiones provenientes del sistema internacional.
El gobierno de Macri tuvo un punto de quiebre en el armado de su política exterior. Entre diciembre de 2015 y enero de 2017 el presidente argentino pensaba en los beneficios de la globalización, del libre comercio y del capitalismo (de ahí, la llegada de la "lluvia de dólares") y apostaba a la protección que podía buscar en organizaciones multilaterales como el G20 y la OMC. Sin embargo, el mapa cognitivo de Macri cambió cuando dos fuertes variables provenientes del exterior se configuraron. Por un lado, la llegada de Donald Trump al poder. Desde ahí, Macri se alineó a la agenda de EEUU en temas de terrorismo, narcotráfico, participación de las FFAA en temas de seguridad y Venezuela. Y, por otro lado, la consolidación de esas definiciones estratégicas con el arribo de Jair Bolsonaro al Palácio do Planalto.
Los vértices de articulación preferencial de la política exterior argentina de Macri estuvieron en EEUU y Europa. En esa línea se inscribe la búsqueda denodada por concluir un acuerdo Mercosur-Unión Europea; el ingreso a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) y el mencionado, alineamiento con Washington (por su influencia en el FMI) sin romper los vínculos con China y Rusia fortalecidos en el kirchnerismo.
El nuevo presidente argentino encontrará un sistema internacional en mutación y con un fuerte dinamismo. Temas como el cambio climático y el desarme nuclear, muy presentes en la agenda mundial de principio del siglo XXI, fueron devaluados por la guerra comercial entre EEUU y China y la vuelta a la carrera armamentística entre EEUU y Rusia por la salida de Washington del Tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF) de 1987, firmados por el líder de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, y Ronald Reagan. El actual líder republicano ha demostrado desprecio por el rol de la diplomacia tradicional, el soft power y el multilateralismo a favor del proteccionismo, el nacionalismo, el aislacionismo, el fortalecimiento de su músculo militar y el unilateralismo, resumido todo esto en America first.
El orden internacional en recomposición debería servir de estímulo para que los candidatos a presidente sean interpelados por los votantes y sean claros a la hora de responder preguntas: ¿Cuál es su hoja de ruta y sus prioridades en materia de política exterior? ¿Cuáles son sus definiciones, entre otras, con respecto a Venezuela, la cuestión Malvinas, el fenómeno del terrorismo y la integración regional (Mercosur, Unasur y Celac)?
El autor es doctor en Ciencia Política y académico. Autor del libro "La Cuestión Malvinas: una hoja de ruta. Herramientas para la política exterior argentina" (EUDEBA)