El pensamiento del papa Francisco y la crisis argentina

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El Papa Francisco (Photo by Vincenzo PINTO / AFP)
El Papa Francisco (Photo by Vincenzo PINTO / AFP)

Aristóteles en su Ética a Nicómaco afirmaba: "La amistad y la justicia se dan en pequeña medida en las tiranías, y en medida mayor en las democracias, donde los ciudadanos, siendo iguales, tienen muchas cosas en común".

La Argentina atraviesa una nueva crisis económica y social. Si observamos la etapa del nuevo período democrático iniciado en 1983, al cabo de un cuarto de siglo estamos en condiciones de afirmar que la democracia es necesaria pero no es suficiente para terminar con la inflación, la pobreza y la desigualdad.

En los informes económicos y sociales se ve con claridad que ni en el actual ni en los anteriores gobiernos democráticos hubo un plan maestro de crecimiento sustentable, capaz de terminar definitivamente con la pesadilla de la inflación y garantizar un justo reparto de la torta. Pero la democracia, tan necesaria, tampoco fue suficiente para achicar la brecha entre ricos cada vez más ricos y pobres cuyo porcentaje es cada día mayor. Lo que no se advierte es que la causa no es económica.

Una comunidad vital y efectiva y una sociedad artificial e individualista

El célebre sociólogo alemán Ferdinand Tönnies distinguía entre una "comunidad vital y efectiva" y una "sociedad artificial e individualista" y aunque en la realidad siempre hay aspectos de uno y otro de ambos modelos ideales, la primera concuerda con el ideal cristiano y la segunda con el liberal. El pensamiento cristiano se funda en el presupuesto antropológico del prójimo y la idea de la fraternidad y del amor donde el nosotros sustituye al egoísmo. Ideas que hoy recobraron su potencia con la revolución bergogliana que restauró la apertura del católico y redireccionó la comunidad de la Iglesia hacia adentro y hacia afuera.

Los argentinos, a lo largo de nuestra historia, en esa mezcla de modelos y realizaciones, tenemos muchos rasgos de una sociedad más artificial e individualista que vital y efectiva. En otros momentos emergió con inusitada potencia esta última. En la sociedad artificial e individualista prima lo formal y los deseos e intereses individuales por sobre los generales.

Amistad o enemistad política de ciudadano y presidente

Para el político el ciudadano es un otro-objeto y no puede no serlo. Sin embargo, ello no obsta a una posible amistad política.

La mirada del político a las personas del pueblo es objetivante desde que la relación se articula respecto de un "todo" transpersonal, el pueblo al que pertenecen. A pesar de ello, ¿podemos hablar de una "amistad política" entre el que gobierna y el ciudadano anónimo, como casi siempre lo será? La comunidad (koinonía) es el supuesto de toda posible amistad (Aristóteles). ¿Cuál es la "comunidad" entre uno y otro que comparten únicamente y nada menos su pertenencia al mismo pueblo? Dice Laín Entralgo que tres elementos esenciales requiere esa amistad para ser posible: "Servidumbre a un destino comunal, bien máximo de todos y coejecución de lo imperado". El primero significa que uno mandando, el otro obedeciendo, opinando, criticando, "marchando juntos", se vinculan en una dirección común. El segundo explica el estagirita: "La amistad del rey para con sus súbditos estriba en la excelencia del beneficio; en efecto, hace el bien de sus súbditos, si es bueno y cuida de ellos para que prosperen". Por último, dice el filósofo aragonés, esa amistad política "no llegaría a existir si el bien imperado, cuyo cumplimiento será más de una vez ingrato, no fuese personalmente coejecutado por el gobernante y el súbdito" (porque son iguales) y agrega: "Sólo con la presencia de Napoleón en el puente de Arcola -presencia coejecutiva -pudo adquirir plena realidad la amistad entre Napoleón y sus soldados; sólo compartiendo el pan negro, si la época es de escasez, podrá un gobernante ser verdadero amigo de sus súbditos."

La crisis no es de la economía sino de la moral política

Desde una perspectiva cristiana, en ese "nosotros" son primordiales los pobres y necesitados, próximos o prójimos. Para amarlos, asistirlos y acompañarlos a salir de la pobreza. Los bienes fueron creados por Dios para ser disfrutados por todos y no por unos pocos. Y cuando vemos que el 29,2% de argentinos y argentinas pobres de 2015 -una cifra muy grave que hablaba de un problema estructural irresuelto -es del 33,6% en 2018, y hoy, tras la corrida cambiaria, ronda el 50% caemos en la cuenta que estamos ante situación dramática. Pero también que su causa no es otra que el desamor de los gobernantes por una parte del pueblo como totalidad. Y dijo San Agustín: "Si no amas la parte, estás partido; si no estás en todo el cuerpo, no estás en la cabeza".

Sólo claras señales de los gobernantes de encauzar el país con un rumbo común de soberanía política e independencia económica; de someterse al "bien máximo de todos" con políticas de salvamento, de creación de trabajo y distribución de ingresos, comenzando por los pobres: y de asumir la "coejecución de lo imperado" con políticas de austeridad y contra la corrupción, harán posible la amistad política sin la cual no habrá paz social. Cualquiera sea el color del partido político que gobierne.

La crisis es una oportunidad

Dijo el Papa: "Cuando hablamos de crisis, hablamos de peligros, pero también de oportunidades. ¿Cuál es la oportunidad?: la de ser solidarios…Vení, ayudame…que cada uno contribuya al bien común y a la construcción de una sociedad que ponga al centro la persona humana".