Vicepresidentes en campaña: ¿Qué roles asumirán los candidatos?

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"Cada elección, y por ende cada campaña, es diferente", se encargaba siempre de subrayar Joseph Napolitan, considerado el decano de la consultoría política moderna.

Ninguna campaña es entonces igual a otra. Si bien lógicamente hay elementos constantes a lo largo de los diversos procesos electorales (encuestas, estrategias, publicidad, movilización, etcétera), los contextos y los climas de opinión, los votantes, los temas y los problemas más relevantes, son algunas de las especificidades que hacen de cada contienda un acontecimiento único que demanda a candidatos y equipos de campaña estrategias originales construidas desde una identidad propia.

Este axioma acuñado por uno de los principales estrategas de J. F. Kennedy parece estar muy presente en la carrera presidencial de este año, una campaña que ya asoma con rasgos muy peculiares en relación con sus homólogas del pasado.

Lejos del habitual rol secundario —casi protocolar— que el diseño institucional presidencialista argentino les atribuye a los vicepresidentes, una de las características inéditas de la contienda presidencial 2019 parece ser el protagonismo de los candidatos a vicepresidentes en la liza electoral. Es más, algunas de las estrategias electorales que comienzan a perfilarse nos permiten anticipar que esta será la campaña de los vicepresidentes.

Cristina Fernández: una vicepresidenta protagonista

La nominación de Alberto Fernández como candidato presidencial fue, cuanto menos, curiosa. Fue la propia Cristina Fernández de Kirchner, es decir, la candidata a vicepresidenta, la encargada de anunciar —en un cuidado spot viralizado en redes sociales— la nominación del aspirante a presidente del espacio, dejando en claro además que había sido una decisión estrictamente personal. Fue el puntapié inicial de la campaña del ahora denominado Frente Todos.

Si bien la sorpresiva decisión fue interpretada por algunos como una suerte de renunciamiento histórico, lo cierto es que la incorporación de Alberto Fernández busca aportar un tono de moderación y de apertura a un espacio que, desde el 2009 en el gobierno y desde 2015 en la oposición, se había deslizado hacia posiciones radicales e intransigentes que lo habían alejado de algunos de sus propios votantes.

No obstante la racionalidad de esta decisión estratégica, sería muy raro ver a la ex mandataria con una actitud socavada, en silencio y como una mera acompañante protocolar. Por el contrario, existe un consenso más o menos extendido en relación con que Cristina asuma un rol activo en la campaña electoral, aunque aún no queda claro de qué forma será.

Una posibilidad reside en que ella absorba de alguna manera los costos de la campaña negativa, siendo quien ataque y confronte con la fórmula oficialista. De este modo, no solo liberaría a Alberto Fernández de dicha labor y el posible efecto boomerang de la campaña negativa, es decir, que la negatividad del ataque emitido vuelva hacia el emisor, sino que también lo habilitaría a que él solo encare aspectos positivos: comunicar esperanza, propuestas, y la positividad y la conveniencia de elegir un nuevo gobierno. En otras palabras, de acuerdo con esta hipótesis, mientras Cristina profundizaría la grieta contra Mauricio Macri exponiendo los puntos débiles de su gestión, Alberto solo se rodearía de los elementos positivos de la campaña.

Sin embargo, el cierre de listas dominado por los sectores camporistas dejó algunas dudas sobre la consistencia de esta hipótesis y, consecuentemente, sobre el protagonismo de Alberto Fernández como candidato e incluso —en el caso de ser electo— como presidente. Parece ser que el principal desafío que tendrá el sorpresivo candidato será conservar importantes espacios de autonomía y márgenes de diferenciación frente a los sectores militantes más cercanos a la ex mandataria que ya está claro que aspiran a lugares de privilegio en un posible nuevo gobierno peronista.

Pichetto: la polarización en el PJ

Mucho se especuló sobre cuál sería el rol de Miguel Ángel Pichetto al secundar a Macri, en otra de las jugadas que sorprendieron a propios y extraños en las vísperas del cierre de listas e inscripción de los binomios presidenciales.

El interrogante se plantea aún con más fuerza a la luz de la magra performance electoral del senador rionegrino en las dos últimas elecciones a gobernador en la provincia patagónica. Si está claro que no son los votos propios del histórico jefe del bloque justicialista en la Cámara Alta lo que motivó la decisión de sumarlo al binomio oficialista, cabe preguntarse entonces qué rol imagina para él la campaña del rebautizado Juntos por el Cambio.

Pues bien, una tarea posible para él puede ser la de procurar llevar la grieta hacia adentro del Partido Justicialista, el cual hasta ahora parece haberse inclinado mayoritariamente a favor del kirchnerismo.

Con sus credenciales peronistas sobre la mesa, Pichetto puede sentarse a dialogar e intentar acuerdos implícitos con los principales actores políticos, sindicales y sociales del tradicionalmente variopinto espacio justicialista, para quienes Macri no es un interlocutor cercano. Esta operación estratégica se completará seguramente con el intento de que sea Pichetto quien discuta frontalmente con la ex mandataria, convirtiéndose casi en un arrepentido frente al tribunal de la opinión pública.

Una tarea que, por cierto, el legislador conoce y maneja con naturalidad y sobrada probidad, como lo atestigua su performance legislativa durante las casi dos décadas que estuvo al frente de la bancada justicialista en el Senado de la Nación. Pichetto buscará así instalar una progresiva polarización hacia adentro del propio partido, procurando sedimentar las bases de apoyo del binomio kirchnerista en varias provincias. Y aunque no consiga acuerdos explícitos en ese marco, siempre dejará expeditos canales para el diálogo de cara a potenciales compromisos de gobernabilidad de un futuro nuevo gobierno de Macri.

Todo ello, sin desdeñar las señales de estabilidad y gobernabilidad que su incorporación a la fórmula oficialista le ofrendó al círculo rojo. El supuesto efecto Pichetto ya tuvo resultados nada desdeñables en los mercados cambiario y bursátil, y en algunos indicadores de confianza de los mercados internacionales como el riesgo país. Un aporte que, sin duda, le da una relativa tranquilidad al Gobierno en el turbulento ámbito de la economía y poder encarar la campaña con más aire.

Urtubey: una campaña en tándem

El tercer binomio presidencial es quizás el que aún mayor incertidumbre plantea no solo en relación con su potencial competitivo, sino sobre el posible desenvolvimiento de los roles de los candidatos.

La mayoría de los encuestadores coinciden en que la candidatura de Roberto Lavagna no atraviesa, en términos de intención de voto, su mejor momento. En pocos meses pasó de ostentar números que en algunos casos rozaban el 30% de los votos a magras cifras que actualmente oscilan entre los 6 y los 9 puntos porcentuales. La polarización amenaza una vez más con obturar las posibilidades de las terceras fuerzas y dilapidar así los sueños presidenciales del ex ministro de Economía.

La campaña de Consenso Federal cuenta con la participación de Juan Manuel Urtubey, un candidato joven, experimentado gobernador y peronista. Tres características que suplen carencias del propio Lavagna y que podrían potenciarlo. Sin embargo, es preciso dilucidar cómo será la relación que Urtubey podría poner en juego respecto a sus adversarios peronistas en los dos binomios principales, quienes, por otro lado, anticipan que sus intenciones estarán puestas, primero, en alimentar la polarización, para luego intentar atraer a dicho electorado hacia ellos. La foto de Pichetto con el gobernador Schiaretti fue, en este sentido, una mala noticia para la tercera vía.

En la jerga de electoral existe un dicho más o menos extendido que reza que una campaña no es una carrera de velocidad sino de resistencia. En otras palabras, lo que importa es la disciplina. Inspirado en dicha frase, el equipo de campaña de Lavagna seguramente recorrerá el resto de la contienda en tándem junto a Urtubey, diseñando una estrategia que incluya protagónicamente al salteño.

Así las cosas, con las fórmulas presidenciales ya en carrera, la contienda de 2019 parece anticiparnos que no solo los candidatos a presidir la República tendrán un rol central en la campaña, sino que los vicepresidentes jugarán cada uno un papel definitorio para el futuro electoral que comenzará a dirimirse a partir de las PASO de agosto próximo.

El autor es sociólogo, consultor político y autor de "Gustar, ganar y gobernar" (Aguilar, 2017).