La revolución de los vicepresidentes

Ricardo Jaén

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La sorpresiva designación por parte de Cristina Kirchner de Alberto Fernández como candidato a presidente, y reservándose ella la candidatura de vice, provocó el comienzo de esta inédita "revolución" que colocó a "este oscuro cargo" de la política argentina en el centro de la escena.

Un hecho inédito: quien va de vicepresidente en la fórmula y dueña de los votos nombra al candidato a presidente. De resultar elegida esta fórmula, uno puede razonablemente preguntarse si no implica un conflicto político latente en una natural lucha de poder en la propia cabeza de ese eventual gobierno.

La estrategia electoral buscada en esta decisión es claramente correrse al centro y alejarse de las posiciones radicales de la ex Presidenta. Algunos avanzan inclusive con la idea de que también resultaría en una autocrítica tácita.

La respuesta del gobierno también fue "demoledora" en cuanto al efecto sorpresa, operando sobre el mismo cargo electoral, nombrar a un peronista de los quilates de Miguel Ángel Pichetto, que en este caso logra sacar de la escena el tema de la antinomia peronista, agranda el espacio y agrega un símbolo muy fuerte de gobernabilidad institucional.

Está claro que las motivaciones de uno y otro bloque son amenguar las carencias propias de los espacios, haciéndolos más "amigables" para el electorado independiente.

Tampoco hay que dejar afuera de este fenómeno la aceptación de Juan Manuel Urtubey del mismo cargo en cuestión, en este caso de Roberto Lavagna, privilegiando demostrar una línea de coherencia con lo sostenido y apostando ser premiado en el futuro por el electorado.

Si uno quisiera ser optimista, podría pensar como efecto no buscado de las estrategias electorales que finalmente estaría ocurriendo el agrupamiento en dos grandes espacios, de centro-derecha y centro-izquierda, concentrando la oferta electoral, lo que supondría evolucionar a elecciones menos dramáticas entre opuestos.

En el mediano plazo, los actores protagónicos de esta elección serían inexorablemente reemplazados por una generación nueva, al menos entre 15 o 20 años más jóvenes, que consolidaría este proceso.

Otro elemento, que me señaló en un seminario de análisis Florencia Filadoro, es que estos agrupamientos pragmáticos por primera vez lo son también ideológicos.

En ese mismo contexto Carlos Fara hizo hincapié en la necesidad de dejar pasar un tiempo para que estas decisiones se asienten en la sociedad para ver cómo son receptadas y no apresurarse en sacar conclusiones que, con datos ciertos, dado lo que él definió como "estado líquido" de la política, nos pueden llevar a proyecciones equivocadas.

Por cierto, si alguien planteaba hace tres meses este escenario, hubiese parecido poco creíble, casi disparatado.

Muchas son las incógnitas a despejar, no me puedo olvidar la frase de un muy importante CEO cuando se enteró de la jugada de Cristina: "No se puede ser monje negro cuando fuiste número uno".

O la de un histórico del PRO al que le preocupaba la reacción de los sectores más conservadores del espacio.

Una elección a tres vueltas casi con seguridad.

Veremos cómo el electorado se va acomodando en cada una de ellas y qué decisiones toma como consecuencia de los resultados de la vuelta inmediatamente anterior.

El autor es analista en riesgo político.