La pregunta de siempre: ¿Macri es un genio, un loco o un suicida?

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Hace exactamente cuatro años, gran parte de los políticos y analistas creyeron que Mauricio Macri se había vuelto loco. En esas semanas, en las que se cerraban las alianzas electorales, Macri tenía un serio problema: su candidata en la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, era muy débil. Pero le había aparecido una solución. Sergio Massa empezaba a admitir que saldría tercero en las presidenciales y entonces le ofrecía a Macri un acuerdo: ser él su candidato a gobernador en la provincia. Bingo. Ese acuerdo iba a ser un empujón decisivo para ganarle a Daniel Scioli. Sin embargo, Macri se emperró: "No, no y no", dijo, como Federico en los cuentos para niños pequeños. Unos meses después, la apuesta de Macri, que poca gente entendía, terminó siendo recordada como una jugada genial.

Ese episodio quedó marcado en la historia del equipo presidencial como un hecho fundacional y dejó grabado un concepto que, una y otra vez, las figuras del oficialismo deslizan o expresan con desenfado: la resistencia a volver al kirchnerismo es tan profunda en la sociedad que el resto de las cosas que sucedan —desaguisados económicos, aumentos de la pobreza y la inflación, estrategias electorales— son hechos marginales. Al final, las cosas se ordenan y gana Macri. Ese punto de vista fue reforzado en las elecciones del 2017, cuando Macri derrotó a Cristina Kirchner con un candidato muy débil nada menos que en la provincia de Buenos Aires. A un mes de las primarias, cuando las encuestas eran desalentadoras, el Presidente aplicó un gran aumento de naftas: sobre llovido, mojado. La pregunta volvió: ¿está loco? Semanas después, la típica escena de Macri flotando de alegría entre globos amarillos.

Esa idea central todo al final se ordena y gana Macri esta vez será sometida a su máxima prueba. En los dos años que transcurrieron desde el triunfo oficialista de 2017, todo cambió. Por entonces, los resultados socioeconómicos de la gestión de Cambiemos eran materia de discusión. Ahora no: una recesión histórica aun para este extraño país, la pobreza más alta de la historia si se exceptúa el pico del 2002, una de las inflaciones más altas del mundo y la reaparición del endeudamiento, un problema endémico que la Argentina parecía haber superado. Incluso en esas condiciones, Mauricio Macri sigue siendo un candidato competitivo. Un factor central para entender esa extrañeza es, justamente, la fuerte resistencia de un sector muy importante de la sociedad a volver hacia el kirchnerismo, aun en un formato supuestamente más moderado.

Pero el contexto sigue siendo delicado. Y, sin embargo, el Presidente continúa tomando decisiones al límite.

He aquí algunas de ellas:

-Uno: en diciembre, después de un año terrible, las encuestas sorprendieron con un salto en la imagen presidencial. Un ministro clave celebró: "Si no le volvemos a meter las manos en el bolsillo a la gente, tenemos una chance". Dos semanas después, Macri decidió anunciar un brutal aumento de tarifas. Los índices de imagen se derrumbaron, Cristina creció como nunca antes y, peor que todo eso, se espiralizó la inflación.

-Dos: durante los tres años y medio de Gobierno, un amplio sector de dirigentes Vidal, Horacio Rodríguez Larreta, Emilio Monzó insistió ante Macri para que no dinamitara la relación con Sergio Massa, el principal referente nacional del peronismo alternativo. Macri rompió con él. Los efectos de esa decisión se están viendo en estos días: Cambiemos le ofrece cualquier cosa para que no vuelva al kirchnerismo. Pero parece ser tarde. Una de las principales encuestadoras sostiene que la ventaja actual de la fórmula Fernández-Fernández es de 4 puntos, si Sergio Massa es candidato presidencial por afuera del PJ. Pero la fórmula FF llega a 43%, al borde de ganar en primera vuelta, si Massa desiste de esa idea.

-Tres: a principios de año, María Eugenia Vidal le planteó a Macri la necesidad de desdoblar las elecciones para presidente y para gobernador de la provincia de Buenos Aires. El argumento que apoyaba esta estrategia sostenía que la ventaja de Cristina sobre Macri en ese distrito era muy amplia y que, a diferencia del 2015, en la lista peronista no había un piantavotos como Aníbal Fernández. Entonces, correspondía adelantar las elecciones de gobernador para que Vidal, la política más popular del país, derrotara primero a cualquier candidato de Cristina. Eso, además, daría un empujón a la campaña nacional del Presidente. Como Federico, el de los cuentos para niños pequeños, Macri volvió a decir: "No, no y no". Eso ha producido que, ahora, Vidal esté desesperada, porque no encuentra los votos para ganarle a Axel Kicillof en la provincia.

-Cuatro: en todas las encuestas, María Eugenia Vidal supera a Macri en imagen e intención de voto. Dado que se trata de una elección pareja en la que cada voto vale mucho, una fuerte corriente dentro de Cambiemos impulsó su candidatura. Tenía su lógica. No solo medía mejor. Además, Macri no tiene demasiados argumentos para sostener que su gestión presidencial sería mejor que la de cualquiera de sus colaboradores. Otra vez: "No, no y no".

Si Macri hubiera fortalecido la relación con Massa en estos años, si no hubiera aplicado los aumentos de tarifas en diciembre, si hubiera adelantado las elecciones en la provincia, si hubiera cedido su candidatura a María Eugenia Vidal, las perspectivas de los Fernández serían hoy más complicadas. Por eso: "¿está loco, es un suicida o es un genio?".

En la Casa Rosada sonríen con suficiencia. Como si no pasara nada. Al final todo se ordena. La gente no quiere volver al kirchnerismo. Hagamos lo que hagamos: al final todo se ordena. Y Macri va a ser reelecto. ¿Cuántas veces lo tenemos que demostrar?

Lo novedoso es que esas ideas, finalmente, entraron en el kirchnerismo. El estilo de campaña de Alberto Fernández empieza a incorporar algunos buenos elementos del duranbarbismo, como su perro Dylan. Pero también sus ideas centrales: el rechazo a lo ocurrido antes del 2015. Por eso, en todo el país, el kirchnerismo bajó sus listas. Por eso, todos repiten como un mantra: "Somos buenos, ahora somos buenos". Por eso se bajó Cristina a un segundo lugar. Por eso, una y otra vez, el candidato repite: "No soy Cristina, cambiamos de verdad". Por eso le ceden espacios de poder importantes a un Massa muy débil. Antes, Cristina creía que era una líder popular y que ganaría en caso de ser candidata. Desde 2007, eso ocurrió una sola vez. En todos los otros casos, la base de la estrategia macrista se comprobó: hicieran lo que hicieran cada uno de los actores, el kirchnerismo perdía siempre.

En pocas semanas, se podrá saber si esa resistencia se mantiene tan alta como siempre, pese a la mala gestión presidencial de Macri. O, en otras palabras: si aquella probada fórmula sigue funcionando o si aquellos triunfos del pasado hicieron que el Presidente perdiera perspectiva sobre las posibilidades del presente. No sería la primera vez que ocurre.

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