Elecciones 2019: fortuna, virtud y estrategia

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Axel Kicillof, Cristina Fernández, Alberto Fernández y Verónica Magario
Axel Kicillof, Cristina Fernández, Alberto Fernández y Verónica Magario

Uno de los rasgos característicos de los últimos 500 años, es decir, desde el inicio de la modernidad, es que el destino pasa de ser absoluto —mandato divino— a ser relativo a la acción de las personas. En resumen, lo que nos caracteriza como humanos es poder tomar decisiones y modificar nuestro futuro.

Así lo sintetizaba el célebre analista, estratega y teórico político Nicolás Maquiavelo: "La fortuna manifiesta su potencia donde no hay ninguna virtud dispuesta a resistirla". En otras palabras, para el pensador florentino lo que caracteriza a un príncipe, y que hoy podríamos decir que aplica por analogía a un candidato o gobernante, es su virtud, su determinación para modificar su destino o "fortuna".

Al escenario electoral argentino actual pareciera calzarle de forma atinada este consejo del clásico estratega y asesor de Lorenzo de Médici. En una coyuntura en donde los tiempos se acortan, las estrategias de los candidatos se ven interpeladas por las decisiones de los adversarios. La "fortuna" o el destino comenzaron así a acechar a varios líderes, exigiéndoles decisiones urgentes.

Fernández-Fernández: el desafío de ampliar y sus límites

El sorpresivo anuncio de la fórmula presidencial de Unidad Ciudadana conmovió tempranamente un escenario electoral que todos esperaban que se definiese sobre el límite legal para la inscripción de los binomios presidenciales. Entre los principales efectos de esta inesperada definición electoral, hay dos que merecen destacarse.

Por un lado, se encendió el clima electoral, provocando que la opinión pública incorporase los temas de la agenda electoral en un contexto hasta entonces hegemonizado por la situación económica. Progresivamente los electores comienzan a opinar más en sus conversaciones cotidianas sobre la posible vuelta del kirchnerismo al poder, sobre la continuidad de Mauricio Macri o el futuro de Sergio Massa y Roberto Lavagna.

Por otro lado, el anuncio de Cristina tuvo un fuerte impacto en el resto de las fuerzas políticas, forzando a otros candidatos y espacios a tomar difíciles y transcendentales decisiones de cara a la campaña electoral: candidaturas, alianzas, acuerdos, entre otros ejes estratégicos.

Aun con las ventajas que en términos estratégicos trae aparejado el tomar la iniciativa, el anuncio de la fórmula presidencial no disipó los principales desafíos que aún le resta transitar al kirchnerismo, y de cuya resolución dependerá la suerte de este sorprendente giro electoral. Quizás el reto más importante es el relativo a la imagen que proyecta su candidato presidencial: que a Alberto Fernández pueda desplegar una impronta propia y no ser una réplica fiel del kirchnerismo duro. En otras palabras, que Alberto pueda ser más Fernández que Kirchner.

La promesa implícita detrás de la incorporación de una figura muy cercana a Néstor Kirchner, pero que supo pronunciar críticas durísimas hacia el cristinismo, era la de la apertura y autocrítica por parte de la propia ex mandataria. Esto, está claro, en pos de tratar de persuadir tanto a aquellos electores descontentos con Macri como a los descontentos con ella.

Sin embargo, el breve recorrido de Alberto Fernández en esta carrera presidencial que tendrá su primer capítulo en agosto próximo ha dejado en evidencia las dificultades que entraña esta empresa. Sus primeras acciones y declaraciones públicas, lejos de estar direccionadas a la búsqueda de los votos blandos —aquellos que podrían eventualmente votar por el kirchnerismo, pero que hoy no lo hacen— parecieron dirigidas a fortalecer los símbolos del kirchnerismo duro: la primera escala de su gira fue Santa Cruz, con foto con Alicia Kirchner incluida, seguida por declaraciones respecto a las causas que inquietan a la ex mandataria, polémicas declaraciones en relación con la posibilidad de revisar sentencias judiciales, y persistencia de la confrontación mediática, entre otros aspectos.

Esta semana se sumó una nueva foto que refuerza esta tendencia a la kirchnerización de Fernández. El binomio presidencial respaldó la fórmula a gobernador por la provincia de Buenos Aires de Unidad Ciudadana, que llevará a Axel Kicillof y a la actual intendenta de La Matanza, Verónica Magario, como candidatos. Está claro que esta definición apunta a fortalecer las chances de ganar la provincia: es sabido que el ex ministro de Economía es quien mejor fideliza los votos duros de Cristina, y que su compañera de fórmula asegura una performance muy favorable para el espacio en la estratégica tercera sección electoral. Pero también está claro que se trata de una definición muy lejos del aperturismo buscado con el binomio presidencial.

Los dilemas de Massa

El célebre sociólogo y consultor político Manuel Mora y Araujo se refirió reiteradas veces al concepto sociológico de "realidad social". En su emblemática obra El poder de la conversación, esgrimía: "La realidad social comprende las cosas y también las imágenes de las cosas que se forman en la mente de los individuos". En otras palabras, los electores no solo perciben la realidad material, sino también los gestos, las formas y los dichos. Lo simbólico importa.

En este sentido, uno de los dilemas que Massa deberá, tarde o temprano, enfrentar remite a la imagen que su persona, trayectoria y acciones transmiten al electorado. Para muchos no está claro cuáles son las intenciones del tigrense; si está dispuesto a incorporarse de alguna forma al espacio kirchnerista, si busca sostener a como dé lugar su proyecto presidencial, o si solo intenta conservar su fuerza legislativa salvaguardando el futuro del Frente Renovador. Sea cual fuese la decisión, da la sensación de que el tiempo para hacerlo es este.

La apertura de Massa a negociar "una nueva mayoría" opositora para derrotar a Mauricio Macri, sumada a las recientes declaraciones de varios referentes de su espacio, parecería augurar un inminente cierre con el kirchnerismo, que, ante la posibilidad ya vedada de ser el candidato a gobernador del espacio, podría incluir su participación en una PASO contra el binomio Fernández-Fernández y un acuerdo que le permitiría renovar los cargos legislativos en juego.

Más allá de que una porción de los votantes de Massa —los votos anti K— migrarán seguramente a otros candidatos, su voto peronista seguramente se encolumnará detrás de la fórmula encabezada por su ex jefe de campaña Alberto Fernández, potenciando las chances del espacio a nivel nacional y debilitando a una Alternativa Federal que se quedaría abrazado a la débil candidatura de Urtubey.

La tensa calma de Cambiemos

Cambiemos experimenta una tensa calma, tras varios meses complicados no solo por la difícil situación económica, sino también por las turbulencias internas. Algunos estrategas del PRO vislumbraban que, para reordenar la tropa al interior de la coalición electoral, era necesaria una sensación límite. Es decir, sentir que el kirchnerismo está ahí y puede volver a gobernar. En este sentido, la seguidilla de derrotas provinciales pareciera haber sido un instrumento útil para que los integrantes de Cambiemos no olviden el objetivo de máxima: seguir en Casa Rosada.

El resultado de la Convención Nacional de la UCR de hace unos pocos días fue consistente con ese objetivo: la amplia mayoría del centenario partido reafirmó su voluntad de seguir en Cambiemos y encolumnarse detrás del proyecto reeleccionista de Macri. Sin dudas, los claros gestos del círculo rojo en relación con la vocación de abrir la fórmula a algún correligionario coadyuvaron a dicha definición.

Sin embargo, un potencial acuerdo del kirchnerismo con Massa sería un "mazazo" para los planes del oficialismo, y podría hacer aflorar una vez más las diferencias internas, ya no solo entre los principales socios de la coalición gobernante, sino incluso al interior del PRO. Es que una definición del tigrense en este sentido dejaría muy complicadas también las chances de María Eugenia Vidal en un territorio donde el peronismo no K se quedaría sin una referencia fuerte para disputar el voto peronista.

¿Tendrá tiempo el oficialismo para incorporar a otras fuerzas políticas a la coalición? Si bien las recientes declaraciones de Urtubey parecen clausurar dicha alternativa, también es cierto que la futurología es un arte peligroso para los mortales.

Lo único cierto es que el margen temporal para tomar decisiones es cada vez más estrecho. La fortuna ya hizo lo propio, ahora es el tiempo de que los candidatos desplieguen sus virtudes para persuadir al electorado.

El autor es sociólogo, consultor político y autor de "Gustar, ganar y gobernar" (Aguilar, 2017).