Elecciones 2019: ¿divide y reinarás?

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(Nicolás Aboaf)
(Nicolás Aboaf)

La política —sobre todo la electoral— suele presentar ciertas analogías con el ajedrez. Tanto en el popular juego de estrategia como en la puja por el poder público, nada ocurre de forma azarosa, como tampoco ninguna pieza se mueve sin alterar a las demás. Como se suele esgrimir, las jugadas más estratégicas son aquellas que pueden anticipar dos o más jugadas posteriores.

Si bien resta un largo trayecto hasta comenzar formalmente la campaña electoral —es decir, cuando comiencen a regir los plazos establecidos por la ley—, el sorpresivo anuncio de formula Fernández-Fernández reconfiguró el tablero electoral, forzando a los diferentes espacios en pugna a repensar sus estrategias.

Lo cierto es que ante la irrupción de estos "cisnes negros", es decir, casos inesperados de la política electoral, los estrategas más lúcidos serán no solo quienes hayan logrado prever estas jugadas, sino sobre todo quienes más rápido reordenen sus respectivos armados para adaptarse al renovado terreno de la campaña.

Fernández-Fernández: una fórmula que alteró el escenario de juego

Como era de esperar, el anuncio de la fórmula presidencial —curiosamente dada a conocer por su candidata a vicepresidenta— monopolizó la agenda mediática de los últimos días. Hay ciertos elementos en la forma y el contenido del anuncio que permiten vislumbrar una intencionalidad premeditada. Que el anuncio haya sido a partir de un spot en redes sociales, editado con un tono pausado y con imágenes que rememoran el gobierno de Néstor Kirchner, y que quien presentase todo fuese la propia Cristina, no fue casual. Sin duda, algo de ello insinúa los posibles lineamientos de una campaña que aspirará no solo a recuperar discursivamente la épica refundacional de Néstor tras la debacle del 2001, sino que también buscará recrear la experiencia de construcción político-electoral conocida entonces como "transversalidad".

Lo segundo a destacar fue el momento en el cual se lanzó la mencionada pieza audiovisual. Si bien el hecho de que haya sido un sábado le permitió monopolizar la atención y el contenido de los principales medios de comunicación durante todo el fin de semana y gran parte de la semana posterior, lo más llamativo es que el kirchnerismo cortó con una costumbre que ya era marca registrada: anunció la fórmula a más de un mes de que cierre la presentación legal de candidaturas.

Esto bien puede responder a la clara necesidad de construir una imagen y un posicionamiento propios para Alberto Fernández, que, si bien cuenta con importantes niveles de conocimiento, estaba sin duda instalado en un plano muy distinto que el que necesita un candidato presidencial. Además, de lo que se trata es de evitar un error táctico, cometido recientemente por el ex mandatario brasileño Inácio Lula da Silva, quien, sin posibilidades de presentarse como candidato, intentó transferirle su caudal electoral a su candidato, Fernando Haddad, a escasos días de los comicios. El resultado fue bochornoso, y en gran parte ese paso en falso acabó por despejarle el camino a Jair Bolsonaro.

Así las cosas, muchos analistas coinciden en que el anuncio en boca de Cristina no resultó predecible para los estrategas de Cambiemos. Anticipar que una líder tan acostumbrada al personalismo y su consecuente megalomanía por encabezar fórmulas se bajase, era impredecible. Pero de eso se trata la estrategia, anticiparse y obligar a los adversarios a reaccionar frente a la iniciativa propia.

Si bien aún resta ver cómo se ordenan el resto de las piezas de cara al comienzo formal de la campaña formal, en algo colaboró el reordenamiento del espacio kirchnerista: le ofreció a Cambiemos un peronismo que se manifiesta hoy más desordenado y fragmentado que nunca. Si bien la fórmula Fernández-Fernández goza hasta el momento de importantes apoyos al interior del movimiento justicialista, Alternativa Federal, Roberto Lavagna y sobre todo Sergio Massa no parecen estar cerca de abandonar sus expectativas de competir en el espacio de la tercera vía.

A priori el Gobierno conserva una ventaja: aún se enfrenta a un peronismo fragmentado en varias ofertas electorales que se presentan —al menos hasta el momento— como irreconciliables. En este marco, celebra que incluso el espacio de Alternativa Federal no haya sido capaz de unificar el espacio del peronismo no kirchnerista, y que Roberto Lavagna se muestre decidido a sostener su candidatura por fuera de dicho armado.

El hecho de que Alternativa Federal registre una intención de voto en torno al 15% y que Lavagna, si compite por afuera del armado que comprende a Massa, Schiaretti y Urtubey, oscile entre el 10% y el 15% del electorado, insufla bocanadas de aire fresco a un gobierno golpeado por la situación económica y el desplome de la imagen presidencial. Y ello porque la presencia de estas dos opciones puede atraer el votante que, si bien está disconforme con la gestión de Mauricio Macri, aún no está decidido a apoyar a Cristina. Alternativa Federal y Lavagna son para dichos votantes una opción más digerible que el kirchnerismo en primera vuelta y tendencialmente un votante de Cambiemos en el ballotage.

La nueva estrategia de Cambiemos: ¿sumar o restar?

Los rumores comenzaron a correr. El mismo ministro del Interior, Rogelio Frigerio, alimentó las especulaciones al señalar en las últimas horas que pueden esperarse sorpresas en el armado electoral del oficialismo.

Mucho creen que la estrategia de Cambiemos pasó de aspirar a ganar en primera vuelta —algo que se podía escuchar con frecuencia tras el triunfo electoral de 2017— a volver a replicar la estrategia del ballotage de 2015. De este modo, Cristina podría sacar más votos en las PASO, e incluso ganar en la primera vuelta, pero ambas victorias servirían para alertar al electorado anti k del posible regreso del kirchnerismo al poder, y eventualmente, en una segunda vuelta, se los podría congregar —polarización mediante— a pronunciarse por Macri. Una suerte de apelación a una decisión basada en el mal menor.

Sin embargo, el oficialismo tiene un panorama complejo por delante. Las variables económicas parecen seguir su derrotero negativo y la performance electoral en las provincias sigue siendo desalentadora. En ese contexto, la estrategia más acertada parecería ser ya no la de intentar ampliar su base electoral —algo sumamente complejo por lo dicho anteriormente—, sino profundizar tanto la división como la atomización de la oposición en general y la fragmentación del peronismo en particular.

Para los estrategas de Macri esto no es tan sencillo, en gran medida porque internamente tiene que lidiar con las pujas de intensidad creciente con sus socios en la coalición oficialista, e incluso con sectores internos del propio núcleo fundacional del armado electoral del Presidente. Desde los que siguen alimentando el Plan V —impulsando la candidatura de María Eugenia Vidal— hasta algunos sectores del radicalismo, que le piden ampliar la coalición electoral incluyendo al peronismo, como ha insinuado el propio presidente de la UCR a nivel nacional, y gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo.

Está claro que la iniciativa —en la política como en deporte— suele favorecer al que se arriesga. La ex mandataria movió una pieza importante, pero sólo con esto no basta. El mejor aliado del Gobierno sigue siendo el peronismo dividido. Lo que está claro tras el anuncio de la fórmula que presentará el kirchnerismo es que conmovió al oficialismo y, en cierta forma, lo agarró desprevenido.

Sin embargo, aún quedan muchas incógnitas a dilucidar. Si la fórmula del kirchnerismo, tal y como se anunció, se plasmará al momento de inscribir candidaturas o si pueden esperarse nuevas sorpresas. Si la UCR, aliado fundamental del PRO en Cambiemos, insistirá con la opción de habilitar las PASO o bien planteará abrir la fórmula a un correligionario. Si el Presidente puede repensar el rol de la gobernadora Vidal en el armado nacional. Si Sergio Massa tiene chances de finalmente acordar con Alberto Fernández. Si Roberto Lavagna puede confirmar su candidatura aun sin el acuerdo de los sectores que hoy integran Alternativa Federal.

En fin, quedan muchas variables a despejar para resolver esta compleja ecuación que representa el proceso electoral presidencial.