Entendiendo el regreso de Cristina al PJ

Shila Vilker

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Las afinidades, incluso la sinonimia, del kirchnerismo con el peronismo son tantas y tan fuertes que sorprende caer en la cuenta de que desde el 2003 Cristina Kirchner no visitaba la sede central del PJ en la calle Matheu.

El kirchnerismo tuvo desde entonces una relación ambivalente y plagada de idas y vueltas con los símbolos y las instituciones del peronismo. La transversalidad que impulsó Néstor Kirchner al inicio de su mandato, ya desde el discurso de asunción, alteraba el ADN peronista que lo llevó a la presidencia como delfín de Eduardo Duhalde en pos de la construcción de un consenso mayor. Aquel, como el de ahora, un contexto marcado por la crisis, exigía acuerdos y amplitud para incorporar voces y figuras. Néstor Kirchner lo formulaba así: "La Argentina contemporánea se deberá reconocer y refundar en la integración de equipos y grupos orgánicos con capacidad para la convocatoria transversal, el respeto por la diversidad y el cumplimiento de objetivos comunes".

Pero el verdadero divorcio del kirchnerismo del PJ, al menos en términos formales, se produjo en 2005, cuando Cristina compitió con Chiche Duhalde por las legislativas de la provincia de Buenos Aires. Poco después, el péndulo cambia de lugar: en 2007 el PJ vuelve a integrarse en el FPV; en 2008 Néstor Kirchner preside el partido y en 2011 CFK reelige con una boleta a color con las caras de Perón y Evita.

Un nuevo divorcio se produce en 2017, cuando la entrega del sello del PJ a Randazzo, gravísimo error electoral, dejó en el kirchnerismo un sabor amargo. A la luz de los resultados, en la que dos figuras ignotas como Bullrich y González relegaron a CFK a un segundo puesto, se dimensionaba el error que había significado, años antes, la frase de Aníbal Fernández. Tal vez no había sido tan buena idea "que se metan la marchita en el c…". En el 2018 la jueza nacional electoral Servini de Cubría dispone la intervención del PJ nacional. Los cuatro meses de Barrionuevo al frente del partido no logran el cometido de expulsar definitivamente al kirchnerismo del ecosistema institucional peronista. El retorno de Gioja, producido tras el fallo de la Cámara Nacional Electoral, cerrajero mediante, les abre las puertas de la casa. Con esto, el copyright del peronismo vuelve a estar disponible para el mundo de Cristina.

Los aprendizajes del 2017 también entroncan con una necesidad de época, si es que se busca ampliar las bases del consenso o una posible alianza o coalición con otros sectores del peronismo, como Sergio Massa. Cualquier solución de unidad es impensable al interior de la estrechez de los paraguas acotados de Unidad Ciudadana o Frente Renovador. Solo un paraguas más amplio, como el PJ, permitiría el juego de actores capaces de interpelar porciones diferentes del electorado. Y ambos los tienen, con un esquema en el que la suma no resta. Esto lo sabe Alberto Fernández, que expresó tanto el día anterior como luego de la visita: "Massa tiene los votos", podríamos agregar, tiene los votos que hacen falta para ganar en primera vuelta. Dicho de otra manera, la fusión de UC y FR solo podría darse en este esquema; fusión que hace temblar aún más a un oficialismo que ya de por sí la tiene difícil.

La irrupción de CFK en la sede del PJ Nacional logró además desplazar a un segundo plano el contundente triunfo de Juan Schiaretti en Córdoba, pero sobre todo a su potencial rol como ordenador del peronismo federal. También el flamante gobernador ensayó algo similar a la búsqueda de ampliación del espectro. Proponer soluciones de síntesis fue uno de los hilos centrales de su discurso. El juego de palabras "Peronismo Republicano", más que un oxímoron, es una etiqueta capaz de interpelar las dos partes de la grieta. Pueblo e instituciones. En estas dos líneas se juegan las demandas electorales de la actualidad. Sus palabras: "No habrá república en Argentina sin el peronismo y no habrá futuro para el peronismo si no es republicano", también funcionan como un gran paraguas para unir posiciones —como las de Roberto Lavagna con los actores de Alternativa Federal— y para seducir a los desencantados del macrismo y el kirchnerismo.

Esta búsqueda de acuerdos parece ser el gran desafío de época, no solo en el peronismo, sino también en el sector del radicalismo, que le exige a Macri la ampliación de Cambiemos, que ve cómo la agenda es dominada por la oposición en todas sus variantes y la carta más fuerte que tiene para jugar en la Justicia se le escurre en la Corte Suprema.

Probablemente sea más que el frenesí que despierta el cierre de listas. Atrás de esto se juega el armado de un verdadero gobierno de coalición de cara al 11 de diciembre, nunca más necesario que en situación de crisis.

La autora es magíster en Comunicación y Cultura, UBA. Docente. Directora de la consultora de investigación Trespuntozero