Las listas colectoras fueron otro engaño K. Prohibirlas refuerza nuestra democracia

Compartir
Compartir articulo
(Foto: AP)
(Foto: AP)

El presidente Mauricio Macri dictó hace pocos días el decreto 259/19, que impide a las agrupaciones políticas el uso de las boletas colectoras, aquellas en las que uno o varios candidatos de un partido político, además de serlo por dicho partido, también lo son por otras agrupaciones políticas, de modo que su candidatura aparece promovida por boletas de diversas fuerzas políticas. Así, un candidato a gobernador, por ejemplo, puede serlo por la lista de su partido y también por la de otros. Cambian el resto de los candidatos, pero no el candidato "colector" del caudal electoral que, en definitiva, obtengan las distintas listas en juego.

Junto con las llamadas "boletas espejo" (aquellas que son de distintos partidos pero reproducen la totalidad o casi totalidad de los candidatos), las boletas colectoras son consideradas por los especialistas en temas electorales como un instrumento que produce distorsiones en la representación política, banaliza el sistema electoral y fragmenta los partidos políticos. Como ha advertido la politóloga Ana María Mustapic, las boletas colectoras convierten al sistema electoral en una agencia de colocaciones laborales para los políticos ambiciosos e indecentes, porque el sistema corrompe el principio representativo relegando el derecho de los electores a elegir de manera informada.

El decreto 259/19 no ha hecho sino revertir los efectos de la reglamentación electoral a la que sustituye (el decreto 443/11, dictado por Cristina Kirchner) y ha puesto las cosas en su lugar en el juego democrático, en total sintonía con lo dispuesto en el artículo 38 de la Constitución Nacional, en cuya virtud los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático, que deben asegurar el acceso a la información pública electoral y política, y la difusión de las ideas.

Los fundamentos del decreto explican con razón que su dictado obedece a que la proliferación de las combinaciones de boletas genera confusión en el electorado e inequidad entre los competidores; y que ello conspira contra la emisión de un voto informado y afecta seriamente la calidad del proceso electoral como un mecanismo eficaz de rendición de cuentas y de elección entre alternativas de gobierno. En este marco, y a los fines de dotar de mayor coherencia y previsibilidad a la oferta electoral, es preciso eliminar el margen hasta ahora existente para que, pasadas las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias, se generen nuevas alianzas de hecho mediante acuerdos de adhesión para el pegado de boletas, por lo que correspondía establecer que las agrupaciones que no adhieran sus boletas para las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias no podrán adherir sus boletas definitivas en las elecciones generales. Justamente, el sistema de elecciones primarias tiene por finalidad la formación de alianzas explícitas a través de ese mecanismo, y no de una manera virtualmente clandestina mediante adhesiones entre agrupaciones políticas llevadas a cabo con posterioridad.

Quienes plantean la inconstitucionalidad de esta reglamentación fundados en que el Poder Ejecutivo no puede dictar decretos de necesidad y urgencia en materia electoral parecen ignorar que el decreto 259/19 es reglamentario, es decir, tiene por finalidad la ejecución de una ley ya dictada; regula los detalles y no modifica esa ley. Es llamativo que buena parte de esos críticos nada tenga que decir respecto del decreto 443/11, que debería merecerles la misma objeción.

Hay, sin embargo, una diferencia sustancial. La reglamentación dictada por Cristina Kirchner sí era inconstitucional porque alteraba el espíritu de la ley al admitir un mecanismo electoral, el de las boletas colectoras, no contemplado en la ley. El decreto de Macri no hace más que restablecer el pleno efecto de la ley sancionada por el Congreso.

Así como falsificó estadísticas, el kirchnerismo falsificó también las leyes electorales. En ambos casos, se sacrificaban la verdad y la transparencia. El engaño, que fue la principal política de Estado durante 12 años, ya quedó atrás. Las elecciones se ganarán y se perderán con armas limpias, sin torcer la voluntad popular con alquimias destinadas a inclinar la cancha.

El autor es diputado nacional por CABA (Cambiemos-PRO).