El papa Francisco y la codicia

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(Foto: AFP)
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En la homilía de la última Misa de Gallo, el papa Francisco invitó a todos a hacer suyo el camino de ascenso a Belén. El mismo que realizó la Sagrada Familia "para descubrir el misterio de la Navidad". Francisco nos invitó a sumergirnos en un "acontecimiento que cambia para siempre nuestra historia". El viaje de la Virgen y José de Nazaret a Belén, "una travesía nada cómoda ni fácil", ya que "en su corazón iban llenos de esperanza y de futuro por el niño que vendría; sus pasos, en cambio, iban cargados de las incertidumbres y peligros propios de aquellos que tienen que dejar su hogar". O de quienes emprenden acciones de alto riesgo contra el mal demoníaco (el agregado es nuestro).

El pesebre —con todo su significado divino— es el camino indicado para la conversión o reconversión espiritual a la que siempre nos invita el Santo Padre. También lo es la cruz.

A pocos días de la celebración de la Pascua, nos encontramos en un camino tan difícil como aquel, cómo salir de una "corrupción que mata". Cuando, como una peste se propaga en los diversos segmentos de la dirigencia de la sociedad: políticos, gobernantes, empresarios, dirigentes sindicales. Si los 70 fueron los años del genocidio, desde entonces hasta ahora son los años de la codicia social.

¿No debieran los legisladores traducir aquellos principios religiosos o morales en leyes que persigan y castiguen con mayor dureza la peste de la codicia-corrupción-estatal cuando es la causa que condena a la pobreza a millones de argentinos?

¿Hay un punto de inflexión?

Cuando el papa Francisco dice que frente a la "insaciable codicia" que "atraviesa la historia humana" se produce un "punto de inflexión para cambiar el curso de la historia", nos habla a todos, también a los que no se arrepienten de haber participado de los horrendos hechos de corrupción. Roban y en el mismo día que cuentan los bolsos de la corrupción se dirigen al mar de familias que viven en la miseria, a los miles de "sin techo" y "sin trabajo", a los cientos de niños privados de alimentación, educación y salud, pidiéndoles que los sigan (?).

Claro que el Santo Padre, cuando habla de los excluidos a quienes la corrupción mata, se refiere a las familias de Siria, de Gaza, de Bangladesh, pero también a las familias de la 31, la 21-23, 1-11-14, Puerta de Hierro, San Petersburgo, 17 de Marzo, La Cava y miles de barriadas pobres de los conurbanos, a los hijos de obreros, empleados sumergidos debajo de la línea de pobreza desde siempre.

"El cuerpecito del Niño de Belén propone un modelo de vida nuevo: no devorar y acaparar, sino compartir y dar" dice Su Santidad. Y agrega: "Ante el pesebre, comprendemos que lo que alimenta la vida no son los bienes, sino el amor; no es la voracidad, sino la caridad; no es la abundancia ostentosa, sino el "renacer del amor y romper la espiral de la avidez y la codicia".

¿Pastillas para combatir la enfermedad de la codicia?

Este comportamiento tiene una arquitectura cerebral que las neurociencias podrían explicar y atemperar, afirma el pensador español Javier del Arco, aunque no deja de reconocer que la codicia tiene una raíz espiritual que se agrava en la repetición.

Anatomía de la codicia

Borja Vilaseca, también pensador español, en un artículo titulado "Anatomía de la codicia", dice que, según la opinión de muchos psicólogos, los casos más conocidos de corrupción representan la punta del iceberg de uno de los dramas contemporáneos: la corrupción del espíritu. "Y es que, para cometer actos corruptos, primero tenemos que habernos corrompido por dentro. Esto implica marginar nuestros valores éticos esenciales —como la integridad, la honestidad, la generosidad y el altruismo— en beneficio de nuestro propio interés".

La contra-anticorrupción

En Argentina el problema de la corrupción es de tal magnitud que las instituciones creadas para controlar la transparencia de la función pública han servido más para enriquecer a quienes las integraron. Y muchos jueces y fiscales o son venales, o abandonan las investigaciones por las presiones o amenazas de las que son objeto.

A quienes son valientes e incorruptibles —como un caso actual de público y notorio— se les fabrican irregularidades o delitos mediante el "armado" de causas donde participan hábiles abogados, funcionarios del sistema, testigos falsos y espías profesionales.

"El dinero no es malo", dice el papa Francisco

"El dinero sirve para sacar adelante muchas cosas buenas, muchos trabajos para desarrollar la humanidad". "Lo que hace daño es la codicia en mi relación con el dinero. Tener más, tener más, tener más… Te lleva a la idolatría, destruye tu relación con los demás. No el dinero, sino la actitud, que se llama codicia". Podemos concluir que cuando es un mal generalizado, lleva a un "país de locos" o a "una sociedad inexplicable". Buen tema para pensar cuando nos acercamos a la condena y muerte del Justo.