El laberinto de Macri

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El presidente Mauricio Macri culminó una semana atrapado, en parte, en su propio laberinto. Ese que heredó y acrecentó. Más desocupación: del 7,2 al 9,1 por ciento. Más pobreza: del 26,6 al 31,3 por ciento. Caída del PBI del 2,5 por ciento. Según el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) a los 12 millones de personas inmersas en la pobreza se le deben anexar 2 millones más. Es decir, casi 2 de cada 10 argentinos son pobres de ingresos y carentes de derechos básicos.

El dólar sigue sin responder al mecanismo de las altas tasas de interés y busca su propio valor (Cuando el dólar se vuelve incontrolable, en realidad, es la falta de confianza la que huye hacia esa divisa).

El Presidente estuvo en Chile protagonizando el Prosur, la otra cara política del Unasur —la liberal—, a pesar que se declare un foro sin ideologías. En este nuevo ámbito intentarán desterrar al populismo y esquivar el peso gravitante de Estados Unidos. Según el ex canciller Andrés Cisneros, lo creado es una especie de Organización de los Estados Americanos (OEA) sin Norteamérica; habrá que ver si los países miembros, especialmente Argentina, son capaces de evitar que Brasil ocupe la centralidad eludida de los Estados Unidos.

Allí en Chile el Presidente, como toda vez que ha viajado al exterior, se ha mostrado afable y de acuerdo con el protocolo. Cosa que desde el pasado 1° de marzo públicamente en su país (por convicción, aseguran muchos; otros creen que por asesoramiento) muestra su destemplanza denominada por él "calentura". El enojo del Presidente, según quienes lo frecuentan, es la sumatoria de distintos ingredientes. Los resultados económicos que le son adversos, y sin convicción o sin posibilidades reales de efectuar algún cambio. Y sus socios políticos que no le responden de acuerdo con sus necesidades electorales del momento.

Y Roberto Lavagna. Macri y Peña no esperaban la irrupción del ex ministro. Solo se veían en el horizonte de octubre 2019 disputando votos y poder con Cristina de Kirchner. Lavagna le pone el dedo en la llaga más doliente del Gobierno; la economía y su fracaso, y un anexo no menor y también prometido y no cumplido: la unidad nacional. Lavagna dice que está decidido a suturar desde la política la grieta, abierta y profunda, en la que desde sus orillas trabajan Mauricio Macri y Cristina Kirchner para acrecentarla.

Claro que para esto el ex ministro debe concitar acuerdos que aún no ha logrado con la contundencia deseada para un candidato electoral, entre ellos persuadir especialmente a Sergio Massa para no ir a las PASO. No obstante, se mueve como candidato. Se reunió con sectores gremiales a los cuales les aclaró y por elevación al ex presidente Eduardo Duhalde, que no construirá con los hacedores de la grieta. No habrá reunión ni comunicación con la ex presidente Kirchner.

El gobernador santafesino Lifschitz actúa con fluidez acercándole espacios políticos afines. También gremiales, como el caso del ex triunviro de la CGT Juan Carlos Schmid. En cuanto a la reunión con los radicales díscolos nucleados en el Frente de Unidad Nacional, me decía el doctor Jorge Sappia que le entregaron a Lavagna un vademécum de propuestas bajo el título "Futuro y equidad" para ir discutiendo políticas de Estado.

El presidente de la Convención Nacional del radicalismo mostró sin tapujos el hervidero por el que atraviesa el radicalismo, cuando me dijo: "Si mi partido no convoca a la Convención Nacional, opino que los radicales quedamos en libertad de acción para definir el rumbo político al que adherir".

Ignoro, como el resto del periodismo, qué decisión tomará Cristina Kirchner respecto a si irá o no por la presidencia. Alberto Fernández dice: "Trabajo para ganarle a Mauricio Macri desde a unidad, porque las fracciones de poder no solucionan los problemas de la gente". Más allá de la contundencia de estas definiciones, algo está pasando en el cristinismo. En las dos principales provincias del interior este espacio no presentó candidato a gobernador. Ni en Santa Fe, ni en Córdoba. En el primer caso, el candidato Omar Perotti le facilitó en sus listas los principales lugares. En Córdoba, no. Cristina Kirchner perdió en el 2017 en Buenos Aires. Si bien este es el principal distrito electoral, los votos cosechados allí sin gobernadores que traccionen a su candidatura le tornarían difícil su performance electoral. Tan difícil como a Mauricio Macri, que ve cómo los candidatos a gobernadores del radicalismo le retiran el apoyo con buenos modales.

Pregunta, ¿será que la ex Presidente quiere ser la única candidata de su espacio sin posibles gobernadores victoriosos? ¿Será que prefiere no tener candidatos propios en provincias claves ante la posibilidad, como ya ocurrió en Neuquén, de que su fuerza salga tercera? ¿O será que está admitiendo el debilitamiento de su espacio en las provincias?

Mientras tanto, la apatía de los ciudadanos con lo electoral va en relación directa con los números de desempleo y la pobreza. Por momentos pareciese que la apatía se convierte en bronca, porque la gente se funde trabajando, porque no le alcanza el dinero. Y si bien la asignación universal por hijo ha aumentado a 2600 pesos, y hay más planes, lo que escasea es la changa que ayudaba. Se triplicó el endeudamiento en todos los niveles. Ante la desesperación, en los barrios es común recurrir a un prestamista; los intereses rondan el 180% anual: más claro, quien pide 10 mil pesos, devuelve 29 mil pesos.

El Gran Rosario volvió al primer lugar de la tabla del desempleo nacional al final de 2018, con una tasa de 12,8%. De esta manera, los desocupados se convierten así por su número en la cuarta ciudad de la provincia.

Analizar en menos de una semana el incremento de la pobreza y la desocupación resulta sorprendente si a estos datos anexamos uno no menor, el crecimiento del PBI argentino. Desde la llegada de la democracia, en 1983, hasta la fecha creció cuatro veces. Indudablemente estamos ante una pésima distribución de la riqueza.